Según lo pronosticado por los organismos científicos, el 2016 se presenta como un año complicado con respecto al aspecto meteorológico, asociado a un sin número de fenómenos, calificándolo como particularmente caluroso, debido a las sequías, y con el diagnóstico de uno de los fenómenos de “El Niño” más fuertes de las últimas décadas.
“El Niño” es un fenómeno climático que se produce de manera cíclica (3 a 8 años) debido al calentamiento de las aguas del océano Pacífico (corriente del Niño) cercanas a la línea ecuatorial, y que trae como consecuencia períodos de inestabilidad climática, caracterizada por lluvias torrenciales y las consecuentes inundaciones.
Hace pocos días, la agencia de noticias BBC, recogía un estremecedor titular “Las 3 razones por las que la NASA cree que El Niño será tan “poderoso” como el peor de la historia”, nota en la cual se explicaba el diagnóstico que la NASA hacía sobre este particular fenómeno, resumido en: a) Niveles superiores en el océano Pacífico (gruesa capa de agua caliente); b) En este año, no existen signos claros que el fenómeno haya disminuido; y, c) Las altas temperaturas a consecuencia del calentamiento global. Dejando a salvo el hecho de que por primera vez, los que se esperan sus efectos, se han preparado con la construcción de infraestructura y fondos para enfrentar el problema, lo cual les convierte en territorios mucho más “resilientes”.
La resiliencia urbana, debe entenderse como la capacidad que tienen las ciudades de adaptarse ante los desastres naturales, por un lado previniéndolos a través de la construcción de infraestructura, pero a la vez recuperándose rápidamente frente a desastres inevitables con adecuados planes de acción. En este sentido, organismos internacionales como la Oficina de las Naciones Unidas para la Reducción del Riesgo de Desastres, UNISDR, han creado manuales de cómo desarrollar ciudades más resilientes.
En este contexto, la iniciativa del Banco Interamericano de Desarrollo, BID, sobre Ciudades Emergentes y Sostenibles, toma como un indicador de su metodología la “Gestión de riesgo de desastres en la planificación del desarrollo urbano”, con el propósito de medir la capacidad que tienen las ciudades de adaptarse al cambio climático y eventos naturales extremos, teniendo en cuenta entre otros, la inversión relativa a infraestructuras para volver más “resiliente” a la ciudad así como fondos a fin de enfrentar desastres naturales.
El Ecuador se ha querido anticipar a las posibles consecuencias del fenómeno de “El Niño”, y para ello en los últimos años ha construido importantes obras hidráulicas, entre ellas el Trasvase Daule-Vinces (DAUVIN), el proyecto de control de inundaciones Bulubulu, Cañar, y Naranjal, respectivamente.
En mi opinión, América Latina se enfrenta este año a uno de sus peores enemigos, “El Niño”, debido a las posibles consecuencias económicas y sociales, sin embargo, espero que la previsión y la antelación para ser más resilientes, sea un factor positivo que permita contrarrestar uno de los fenómenos climáticos más duros de los últimos años.