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Cuando el Río de la Plata corre por la Divina Comedia

Sobre el blog

BID Agua
División de agua y saneamiento del Banco Interemericano de Desarrollo (BID).
  • Palacio de Aguas Corrientes
    Palacio de Aguas Corrientes

Dirían los porteños que Dante Alighieri no tuvo la suerte de conocer Buenos Aires. Sin embargo, 500 años de separación histórica no fueron impedimento para que El Poeta florentino y su obra maestra reposaran en Avenida de Mayo 1370, en una superficie de 16 630 m² de hormigón armado que erige al Palacio Barolo.

En 1919, preocupados por el desenlace de los conflictos que azotaban al viejo continente, un magnate de la industria textil, Luis Barolo y el arquitecto Mario Palanti, dos coterráneos peculiares y admiradores del Maestro de la lengua italiana, se encargaron de imaginar y construir un refugio digno para sus restos terrestres. Aunque nunca llegase a ser mausoleo, el Palacio es hasta el día de hoy, un emblema ecléctico arquitectónico de un ensayo dantesco como podría haberlo llamado J.L. Borges. El Infierno, Purgatorio y Cielo de la Comedia, narrada en 100 cantos y versos de 22 estrofas, quedaron divinamente plasmados en una estructura de tres partes con 100 metros de altura, divididos en 22 pisos.

Curiosamente, es el agua y no el fuego lo que determina las fundaciones de este templo laico, por ahora dedicado al funcionamiento burocrático de 520 oficinas. Lejos de tinieblas, tumbas y demonios, el sótano del Palacio cuenta con un túnel que permite el acceso al antiguo arroyo colonial, vestigio del paso del agua en una zona a orillas del Río de la Plata, marcada por la abundancia del recurso. A principios del siglo XX, someter sus aguas para proteger las edificaciones viales y habitacionales, llevó a los ingenieros bonaerenses a buscar métodos para encauzar y canalizar dichos arroyos a cielo abierto, acompañados por puentes y cruces, garantizando movilidad. Pero el daño físico (y odorífico) al paisaje urbano causado por las crecidas (y aguas servidas) determinó el encierro de los arroyos a finales de los 1930.

Las preocupaciones municipales por mejorar los servicios de agua y alcantarillado empiezan un poco más de medio siglo antes. Azotados por continuas epidemias de cólera y fiebre amarilla, los habitantes de la futura Capital Federal, se beneficiaron de la visión del inglés John Bateman. En 1870, el ingeniero diseña un plan de alcantarillado para la recolección de las aguas servidas, inspirado de la Cloaca Máxima romana, otra obra (no literaria en este caso) proveniente de la península itálica.

Bateman también planea el ambicioso proyecto de suministro de agua que toma en cuenta el aumento de la población, acelerado por la inmigración (contando con muchos paisanos de Dante) y éxodo rural a mediados y fines del siglo XIX. Es así como en 1886, se inicia la construcción de un nuevo depósito de aguas albergado en el Palacio de Aguas Corrientes (actualmente declarado Monumento Histórico Nacional y residencia administrativa de la empresa Agua y Saneamientos Argentinos), en Avenida Córdoba 1950, con una lujosa fachada al estilo del Segundo Imperio francés (régimen presidido por Napoleón o Napoleone III, de su origen ítalo-romance).

El antiguo depósito de aguas de la ciudad ubicado en la Plaza Lorea, inutilizable para el creciente Gran Buenos Aires, fue eliminado en 1893 para dar cabida a la construcción de la Avenida de Mayo donde treinta años más tarde se levantase otro Monumento Histórico Nacional, el dantesco Palacio Barolo. Al entrar por el pasaje central para subir hasta su cúpula, inspirada en templos Hindúes dedicados al amor, se puede observar un gran faro giratorio de 300 000 bujías que atestigua los nueve coros angelicales de la Comedia, trazando un arco irradiante en la desembocadura del Río de la Plata, buscando tocar su alma gemela, el Palacio Salvo en Montevideo, Uruguay.

El arquitecto milanes Palanti diseñó este Palacio gemelo en 1923 tras la inauguración del Palacio Barolo, a pedido de los tres hermanos Salvo, también emprendedores en el mundo textil. Palanti tenía la idea de que sus dos obras sirviesen como guardianas del Río, dándoles la bienvenida a los visitantes extranjeros venidos en barco por el Atlántico, mediante luces de colores provenientes de los faros que reposarían en las majestuosas cúpulas. La construcción de este segundo Palacio en la esquina de la Avenida 18 de Julio y Plaza Independencia duró cinco años, culminandose en 1928. En este predio donde se erguiría la segunda interpretación dantesca de Palanti, se dice que existía una confitería llamada La Giralda, donde posiblemente se interpretó por primera vez el tango La Cumparsita de Matos Rodríguez.

Dirían los porteños, montevideanos y yo que Dante Alighieri no tuvo la suerte de conocer Buenos Aires, Montevideo oescuchar mi tango favorito.

Artículo original de Anamaría Nuñez, Responsable de Comunicación de BID Agua, publicado originalmente en su blog y reproducido aquí bajo expresa autorización.