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Los Crímenes del Agua: Las memorias del profesor Ulises Flynn

  • Crímenes Agua: memorias profesor Ulises Flynn

 “Cuando uno lee las memorias del profesor Ulises Flynn no se queda indiferente. Las escribió antes de morir, como si ese sexto sentido suyo que yo siempre creí que tenía, se lo hubiese dicho.

Recibí noticias de su fallecimiento cuando estaba trabajando en un artículo independiente en uno de mis viajes a Oceanía. Me habían pedido que fotografiase la erupción de un volcán en Nueva Zelanda. Me llamó el redactor jefe de la revista. Él sabía cuánto me importaba el profesor. Por eso me dio la noticia con voz pausada. Mi primera reacción fue de incredulidad. Me dije a mi misma que era imposible que Ulises Flynn hubiese muerto. Él, que había pasado miles de aventuras y peligros y de los que siempre había salido indemne… me dije otra vez que sencillamente era imposible. Tenía que ser un error. Pero Humphrey, el redactor, me lo confirmó con suavidad pero con contundencia.

La segunda reacción que tuve fue de incongruencia. Quizás la lógica estaba en que el helicóptero en el que viajaba se hubiese estrellado y que, por eso, un accidente podía encajar dentro de esa ecuación. Ninguna otra cosa le podría haber matado a excepción de un accidente. Claro, ¡por qué nadie puede escapar a un suceso imprevisto! Aun así, me costó casi un día entero romper a llorar desconsoladamente.

Con el paso de los días comencé a pensar mucho en él, casi más que cuando estaba vivo. No sé exactamente cuáles eran mis sentimientos por el profesor ni cuáles eran los suyos hacia mí. Había vivido con él muchas de sus aventuras. Para mi sorpresa, después de rescatarle del manglar, me aceptó como su socia. Aquel día me dijo que la visión de una experta fotógrafa era muy importante para sus informes y que, por eso, aceptaba mi proposición. Sin embargo, seguro que me consideró su amiga desde el principio. Creo que esa fue la razón principal por la que permitió que trabajase con él. Y esa amistad se conservó hasta el fin. No tenía fisuras aunque, a veces, nuestras opiniones fueran dispares. La podría resumir en la unión de dos conceptos totalmente diferentes sobre las cosas que, sin embargo, se complementaban perfectamente.

Es curioso como la palabra escrita era capaz de desvelar con muchísima más profundidad el alma de un hombre que la palabra hablada. Hay personas que no saben hablar empero sí saben escribir

Aún recuerdo el día en el que lo conocí. Estaba de viaje por uno de los manglares más emblemáticos del continente americano. Llevaba todo el día sacando fotografías de la zona. Recuerdo que la luz de aquel día era perfecta. Entonces, casi al atardecer, me topé con el profesor. La situación resultó del todo cómica. Yo estaba en mi pequeña lancha recorriendo los laberínticos canales cuando, de pronto, le vi allí, subido a un árbol. Estaba totalmente ridículo con su descolorido traje de neopreno, y un viejo tanque de oxígeno a su espalda. Nunca se lo dije pero me dio la impresión de que estaba dispuesto a intentar hacer la locura de ir a nado hasta el poblado de la ciénaga donde se alojaba. Creo que nunca lo hubiese conseguido. La distancia a recorrer era mucha. Pero supongo que el orgullo es una característica propia del sexo masculino. Creo que nosotras somos más humildes en general. Una mujer sensata nunca se lo hubiese propuesto. Pero Ulises era Ulises. Y, quizás, ese puntito de exceso de confianza era lo que le hacía diferente al resto. La revista National ya me había dado el chivatazo de que el profesor estaba allí. Cuando até todos los cabos, fue fácil hacerle creer que estaba allí para rescatarle. Supongo que la casualidad muchas veces juega un papel muy importante en el desarrollo de ciertos acontecimientos. Y, sin duda, toparme con él aquella tarde totalmente abandonado a su suerte fue uno de esos momentos.

Eso y que además no he conocido a nadie que conociese el mundo del agua tan profundamente como él. Ulises Flynn era un experto del agua. Era capaz de saber el punto de origen de una corriente de un río con tan solo ver, oler y saborear el agua. Si tocaba con las yemas de sus dedos el fondo de una charca, te podía listar los elementos químicos presentes en el agua. Acertaba siempre con la temperatura del agua con tan solo acercar su mejilla. También era capaz de adivinar cualidades del agua observando su color. En definitiva, era un auténtico maestro del agua. Supongo que esa clase de habilidades solo se podían adquirir después de haber pasado por mil exámenes de ese elemento.

Pero lo que siempre me llamó más su atención fue con su capacidad de poder descubrir agua en terrenos áridos. Y no es que Ulises fuese una especie de zahorí porque, en realidad, sus antecedentes así lo desmentían. Sin embargo, sí que tenía una especie de vínculo con ese líquido vital. En alguna ocasión me pareció incluso que hablaba con el agua… quizás esto se debiera más a mi admiración a ese extraño sexto sentido que tenía que a la realidad misma. Seguro que la imaginación de mi mente, alimentada por miles de fotografías hechas, también era otro factor que alimentaba mi visión exagerada de las cosas.

No obstante, sea como fuere, nadie me podrá negar jamás que el profesor Ulises Flynn era el ser más extraordinario que había conocido. Creo (y lo creo firmemente) que él era parte del agua. Quizás su misma personificación. Porque ese elemento guiaba sus actos y sus pensamientos. Defendía la naturaleza y el medioambiente con energías que parecían no acabarse nunca. Era un cruzado de la Ecología y, cómo él decía muchas veces, la naturaleza existía gracias al agua.

Ahora, repasando sus memorias, (que salían a la luz a través de una pequeña organización en defensa de los Humedales y a quién Ulises le había encomendado esta labor si alguna vez fallecía), estaba descubriendo cosas nuevas sobre él. Es curioso como la palabra escrita era capaz de desvelar con muchísima más profundidad el alma de un hombre que la palabra hablada. Hay personas que no saben hablar empero sí saben escribir.

Por último, deseo expresar que no pude evitar derramar alguna que otra lágrima mientras leía el relato acerca de la infancia del profesor; de sus progresos en la universidad y del porqué arriesgar su vida de manera constate a favor de los derechos de, cómo él decía, del hombre que nace de la Tierra. Dejo para sus seguidores y lectores la lectura completa de estas memorias que recomiendo encarecidamente.

En cualquier caso, jamás conocí a un defensor del medioambiente más valiente y capaz que el profesor Ulises Flynn. Que estas memorias sirvan para seguir concienciando a las generaciones futuras sobre la importancia en la protección y el uso responsable de los recursos que el Planeta que habitamos nos brinda con gratuidad día tras día”.

Con cariño

Karen Grant

(La organización medioambiental decidió incluir estas inspiradoras palabras en el prólogo de las Memorias del profesor Ulises Flynn cuando editó la segunda edición).

Puedes leer aquí la primera de sus aventuras: