Feliz día,
El otoño constituye una estación muy especial. Miremos por donde miremos podemos observar paisajes grandiosos y minimalistas, todos ellos, sin importar sus características, más llamativas o menos excelsas, en su conjunto, empapadas en agua. Esa es la magia que desprende esta estación. Podríamos considerarla cómo la estación del año en la que la presencia del agua trasciende hasta cotas inalcanzables para el resto de las otras épocas del año. El agua siempre está presente en otoño. El agua configura, dibuja, diseña, transforma y se recrea en este periodo de tiempo que posee la enorme capacidad de congelar los días hasta alargarlos. Quizás por ello, y sin querer exagerar mucho, el otoño nos permite vivir los días con una esencia vital homérica.
Abramos los ojos. Observemos el tamo reseco, encharcado que nació de una débil rama marchita. Sigamos el curso de una hoja seca mientras la gravedad la atrae hacia el terreno arcilloso de una vereda. Midamos las huellas frescas que se han impregnado en la tierra movediza, dejando la impronta de un animal perezoso que hundía sus pezuñas en el barro. Sintamos el gélido vaho que emana de nuestros pulmones, siguiendo su estela blanca mientras se eleva hasta nuestros ojos, desapareciendo con la misma velocidad con la que brotó de nuestras bocas. Sintamos los pies mojados al sumergirse por accidente en un charco o, quizás, por querer entrar dentro del mundo irreverente de la infancia que se ríe de la seriedad de los adultos, sumerjamos con intención nuestros zapatos hasta que rezumen espuma blanca.
Salgamos a la calle en plena tormenta, para sentir las gotas frías inundar nuestro cabello, empaparse nuestros rostros y que los surcos de agua se unan con nuestras arrugas, las cicatrices que nos van dejando la vida mientras luchamos contra ella y sus golpes inesperados. Contemplemos, con ojos muy abiertos la luz del relámpago, su electricidad vertiginosa que parte árboles y hiende su bisturí desgarrador hasta los incólumes troncos de viejos árboles milenarios hasta segarles en dos mitades como si de una hoja de papel se tratase. Hay valentía en el agua. Hay lozanía en su observación. La temeridad siempre guía los sueños líquidos.
Disfrutemos del otoño, la estación que empapa nuestros sentidos con la presencia omnipresente del agua.
Un afectuoso saludo
Enrique Castellanos Rodrigo