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Claves hídricas del Real Jardín Botánico

Sobre el blog

Jacobo Maldonado González
Consultor Ambiental y pequeño empresario. Desde 1988, especializado en Uso y Gestión del Medio Natural, y Biodiversidad Urbana. Educador Ambiental. Ingeniero de Montes Asociado a ASEMFO. Asociación Nacional de Empresas Forestales.
  • Claves hídricas Real Jardín Botánico

Empezaremos esta reflexión con una afirmación. Se puede diseñar un jardín botánico sin riego. No es lo habitual, ni siquiera algo raro. Es casi inaudito. Es evidente que este no era el punto de partida de los promotores del Real Jardín Botánico. Ellos ya contaban con resolver el problema del agua, pero también eran conscientes de las oportunidades que ofrece el clima mediterráneo para crear una colección botánica. Por un lado está el hecho de que la cuenca mediterránea es un “punto caliente” de biodiversidad mundial y ellos, ya eran conocedores de la gran variedad de flora existente en el entorno mediterráneo. Por otro lado sabían que el clima mediterráneo está presente en lugares muy diferentes del mundo, por lo que sin riego podrían contar con una colección de plantas procedentes de sitos tan lejanos como California y la costa Este de los EEUU, Chile, Sudáfrica o el Sur de Australia. Además siempre se podía contar con la posibilidad de añadir flora de zonas con un índice de aridez superior al nuestro.

Para aprovechar el agua de lluvia en su totalidad, los creadores del Real Jardín Botánico optaron por la creación de tres terrazas para salvar el desnivel entre el arroyo del Prado al Oeste y el Retiro al Este. Unos 20, metros de cota. La mitad, aproximadamente, corresponde al talud que nos separa del Retiro y la otra mitad al resto. De este modo la escorrentía, se elimina en su práctica totalidad y los 450 milímetros anuales de precipitación se aprovechan al completo. Sin terrazas se perderían por escorrentía unos 80/90 milímetros que dejarían el agua realmente disponible en 360/370 mm al año.

En la elección del lugar hay dos claves hídricas muy importantes:

  • En primer lugar la cercanía del arroyo del Prado (hoy transformado en el Paseo del Prado) que permitía la presencia de especies más exigentes en agua, como los pequeños retazos de olmedas naturales preexistentes. Gracias a ello disfrutamos la contemplación de algunos ejemplares monumentales salvados de la grafiosis, como el famoso olmo “Pantalones”. Las olmedas indican la existencia de agua subterránea al alcance de las raíces durante el estío lo que permite la plantación de especies leñosas de requerimientos similares: por ejemplo vides y almeces, muy significativos en el Jardín.
  • La segunda clave es la causa de la primera. La existencia de un arroyo temporal, no es otra cosa que el reflejo de la ubicación del recinto sobre el acuífero detrítico del terciario madrileño en su tramo más al sur, en una zona muy próxima a su nivel freático. Es decir aguas subterráneas al alcance de la mano.

Desde su origen, el Real Jardín Botánico plantea nutrirse del agua del acuífero, a partir de la excavación de pozos con norias anexas para la extracción del agua. Las Norias estaban situadas en las zonas altas del jardín y el agua recogida en sus canjilones giratorios se llevaba a un estanque situado detrás del Pabellón Villanueva desde donde se distribuía a favor de la gravedad a terraza y fontines.

La jardinería en tiempos de Carlos III, rey promotor de la creación y apertura al público del Jardín Botánico en 1785 contaba con instrumentos suficientes para garantizar el suministro de agua que supliera las limitaciones climáticas del lugar. En nuestro caso el aporte de riego estival permite la presencia de todas aquellas especies asociadas a climas templados y fríos exentos de sequía veraniega, multiplicando de forma exponencial las posibilidades de introducción de nuevas especies hasta valores actuales próximos a las 5.500 especies.

Hoy en día se sigue obteniendo la mayor parte del agua del subsuelo. Es extraída por unas bombas mecánicas de presión que elevan el agua hasta la alberca situada en el Talud de Alfonso XII con una cota 15 metros superior a la más baja del jardín. Durante el verano se complementa su caudal con agua de abastecimiento urbano corriente del Canal de Isabel II.

Desde el año 2008 el Real Jardín Botánico cuenta con el Sistema Inteligente de Riego (SIR) ideado por el Canal de Isabel II para gestionar adecuadamente el uso del agua en los parques y jardines de la Comunidad de Madrid. Actualmente, el SIR gestiona las 4 terrazas en las que se divide el Real Jardín Botánico con ciento veinticinco electroválvulas de riego, que informadas por medio de dos pluviómetros y distintos sensores de humedad y temperatura ajustan el riego a las necesidades específicas pautadas para cada zona del jardín. Con este sistema se han conseguido unos ahorros de un 25%, siendo, el del Botánico, un sistema piloto experimental que ha permitido su posterior implantación en otros espacios verdes de Madrid.

Las técnicas de suministro de agua no acaban aquí. En el invernadero tropical, con vegetación propia de selvas siempreverdes y precipitaciones de más 2.000 mm, se requiere una altísima humedad ambiental. Los valores del 40% de humedad ambiental tan frecuentes en Madrid, deben ser desplazados hasta porcentajes superiores al 80/90% a partir de nebulizadores situados en las zonas altas de los invernaderos. La precipitación horizontal artificial complementa el agua de riego necesaria para el extraordinario crecimiento de las especies tropicales.

Existen también varios estanques y láminas de agua de origen artificial por todo el recinto. Con carácter decorativo como en la Terraza de la Flor o como es el caso de los fontines originales. También para la recreación de hábitats de especies acuáticas dando cabida a otro interesante e importante número de especies.

Con este breve repaso, no solo hemos querido conocer un poco más la gestión del agua en el Real Jardín Botánico, sino que también hemos querido hacer una descripción práctica sobre las cuestiones básicas que atañen al diseño hídrico de un jardín. Pero no olvidemos nuestro punto de partida amparado en el ahorro de un recurso natural cada vez más valioso: el agua. Un jardín sin riego es un jardín posible. Un reto para el jardinero que todos llevamos dentro: crear nuestro propio espacio botánico, mediterráneo y autónomo.