A finales de este año se celebra la COP 21 en París, una cumbre en la que se debe adoptar un nuevo acuerdo global sobre el cambio climático. El futuro del acceso al agua, entre otras muchas cuestiones, quedará marcado por lo que allí se decida.
Y es que, como indicábamos ya hace unos años en el libro Derecho al Agua y al Medio Ambiente sano para una vida digna, el cambio climático tiene cuatro grandes efectos sobre la disponibilidad y calidad del agua:
- La variabilidad de los regímenes de lluvia derivada del calentamiento global dificulta la predicción de las mismas y afecta a la disponibilidad y regulación de los flujos de agua.
- La mayor incidencia de sequías derivadas del cambio climático afecta a la disponibilidad de agua.
- La sobreexplotación de acuíferos derivada de la escasez de agua superficial conduce a su desaparición y degradación por causa de la salinización.
- Se ha comprobado que el calentamiento global está contribuyendo al incremento de la incidencia de enfermedades relacionadas con la calidad del agua (diarrea, etc.).
Se trata de una relación, la del cambio climático con el acceso al agua, que ha sido estudiada, además, por numerosos organismos internacionales.
El Informe de Desarrollo Humano del PNUD de 2006, por ejemplo, indicaba que “El cambio climático en la actualidad plantea lo que puede ser una amenaza sin precedentes para el desarrollo humano. Una gran parte de esa amenaza se transmitirá a través de cambios en los ciclos hidrológicos y regímenes de lluvias, y en el impacto del aumento de la temperatura de la superficie sobre la evaporación del agua. El efecto general será el incremento del riesgo y la vulnerabilidad, con la consiguiente amenaza sobre el medio de sustento, la salud y la seguridad de millones de personas”.
Y concretaba, por ejemplo, que se prevé una disminución del 30% o más en la escorrentía del agua de lluvia para grandes franjas del mundo en desarrollo que incluyen zonas de África Meridional, África del Norte y el Medio Oriente y Latinoamérica.
En 2007, también el PNUD, vinculaba agua y cambio climático a través de los glaciares: “el cambio de los patrones climáticos tendrá importantes implicaciones en la disponibilidad de agua. Es muy probable que los glaciares de montaña y las nieves eternas continúen en retirada. Debido al aumento de las temperaturas, a los cambios en los patrones de escorrentía y a una mayor evaporación del agua, el cambio climático tendrá un impacto notorio en la distribución del agua del mundo y en la frecuencia de los caudales”. Según sus estimaciones el derretimiento de los glaciares plantea amenazas a más del 40% de la población mundial.
Algo más tarde, el IPCC, en su Documento Técnico VI publicado en 2008, indicaba que “la intensidad y variabilidad crecientes de la precipitación agravarían el riesgo de inundaciones y sequías en numerosas áreas. La frecuencia de episodios de precipitación intensa (…) aumentará muy probablemente en la mayoría de las áreas durante el siglo XXI, repercutiendo así en el riesgo de inundaciones provocadas por lluvias. Al mismo tiempo, aumentará la proporción de superficie terrestre que padece sequía extrema“.
Por su parte, el PNUMA, en 2012, dejaba patente en su documento GEO5 que “Existen evidencias sólidas de que el cambio climático está alterando los ciclos hidrológicos a nivel regional y mundial” y añadía “Si se atienden los impactos del cambio climático, el costo estimado de la infraestructura hidráulica adicional requerida en el 2030, para suministrar una cantidad suficiente de agua en todos los países, asciende a 9 – 11 mil millones de USD por año, y el 85% de esta cantidad se necesitará en los países en desarrollo”.
En los próximos meses seguiremos reflexionando sobre estos vínculos y su relación con la lucha contra la pobreza y el desarrollo humano. Si os interesa el tema os invito a pasar por nuestro blog o a uniros a la conversación en redes sociales con el hashtag #NexoAECC.