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La primavera, la alergia altera: ¿Por qué los alérgicos deseamos que llueva?

  • primavera, alergia altera: ¿ qué alérgicos deseamos que llueva?
  • Se estima que alrededor de 8 millones de españoles sufren alergia en España a los diferentes tipos de polen, o lo que es lo mismo, 1 de cada 4 personas.

La primavera ha llegado y, según el significado de su término (el primer verdor de la vegetación) con ella el ambiente se empieza a llenar de polen. Pero no nos engañemos: esta alergia ya no es estacional. Es cierto que la estación floral es el Talón de Aquiles de los alérgicos al polen (sobre todo de gramíneas, que afectan a un 50% de los alérgicos); pero si se es de los “afortunados” que son sensibles a los tres tipos de polen alergénicos (de gramíneas, de árboles y de malezas), la primavera solo es la batalla final.

El polen es un contaminante biológico de origen natural, compuesto por un conjunto de granos más o menos microscópicos que producen las plantas con semilla, contra el que el ser humano no puede luchar; o al menos regular como otros contaminantes atmosféricos. Se sabe que la temperatura influye positivamente y las precipitaciones negativamente en los niveles de polen. Pero, ¿cómo exactamente?

Para analizar de qué manera y por qué la lluvia es un factor determinante para los alérgicos, en términos generales y sin entrar en las distinción de los tres tipos de polen alergénicos, hay que diferenciar la época del año:

  • Otoño-invierno: La pluviosidad de los meses previos a la primavera es uno de los factores principales que condicionan la cantidad de polen que habrá en el aire durante la época. La lluvia caída durante estos meses facilita la proliferación de las plantas, que producen y dispersan el polen en mayor cantidad.
  • Primavera-verano: En los días secos, el nivel de polen aumenta considerablemente. Sin embargo, las lluvias en esta época hacen que la tasa de polen ambiental descienda. El agua de lluvia empuja a las partículas de polen presentes en la atmósfera hacia el suelo, que luego o son arrastradas por el agua que fluye o se impregnan en el suelo o el barro. Esto sucede porque al absorber la humedad del ambiente, el polen aumenta su tamaño y peso, perdiendo su facultad de ser transportados por el aire. Por tal motivo, cuando llueve, desciende bruscamente el índice de granos de polen en el aire. Eso sí, una tormenta en esta época podría producir una resuspensión de las partículas de polen, agravando la sintomatología.

Así, la variabilidad meteorológica puede provocar una polinización más agresiva. Por otro lado, el incremento anual de las temperaturas que está sufriendo el planeta, provoca que las plantas florezcan con más fuerza y, por lo tanto, se den picos de polen más acusados.

Como apunte, cabe mencionar que la variación de las temperaturas y las lluvias no son los únicos factores que influyen en el grado de alergia; Un estudio internacional liderado por el CSIC reveló que las fluctuaciones del polen en el aire también son fruto de un proceso de autorregulación de las poblaciones de plantas. Por otro lado, la contaminación: El aire contaminado que respiramos irrita las mucosas de la faringe, la nariz y los pulmones. Según la Sociedad Catalana de Alergia e Inmunología Clínica (SCAIC), el polen en zonas de gran contaminación como las grandes ciudades expresa mayor cantidad de proteínas descritas como alergénicas. Más concretamente, las partículas diesel funcionan como portadoras de polen, ya que, en contacto con los granos de polen, pueden ocasionar el desgrane de la planta, facilitando la llegada de estas partículas a las vías respiratorias.

Así pues, los que somos alérgicos al polen siempre hemos ido a contracorriente de los demás: Durante el otoño y el invierno queremos que deje de llover, y sobre todo durante la primavera, miramos al cielo deseando que llueva. ¿Por qué? Porque queremos respirar.

Fuentes: eltiempo.es, Comunidad de Madrid, Nosk Filtros, SCAIC