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La crisis de las mentes saturadas de botox

Sobre el blog

Lorenzo Correa
Webmaster en futurodelagua.com Practitioner PNL. Master en Coaching con PNL. Executive & Life Coach.

“Si tu mente está llena de conocimiento, estás siempre preparado para nada. Si está abierta, como la de los principiantes, estás disponible para todo. En la mente de los principiantes están las mayores posibilidades; en la mente de los expertos hay pocas.” (Shinichi Suzuki).

“El aprendizaje debe ser un proceso de toda la vida, no un proceso que termina cuando uno logra alguna medida de reconocimiento. Cuando uno cree que sabe todo lo que tiene que saber, es improbable que pueda mostrar de nuevo creatividad verdaderamente significativa” (Robert J. Sternberg)

Agradablemente sorprendido por el resultado del primer ensayo de deconstrucción de un discurso del agua, feliz por el resultado del experimento, me doy cuenta de que a tenor de los comentarios escritos en el blog y de otros que me han llegado a mi correo, quizás sería un buen momento para que se comience a discursear sobre “lo de Flix”, lo de los caudales ecológicos, lo de los trasvases y las desaladoras u otro cualquiera de los temas candentes en la gestión del agua en España, desde el punto de vista de la confianza, porque esa sería la mejor manera de comenzar la construcción tras la deconstrucción. Que la Academia basara su discurso en la confianza de los juicios fundados, de los datos contrastados, de la no demonización de nada a priori, dejando que sean los “sumos sacerdotes”, los que solo trabajan con emociones, quienes hagan ese trabajo complementario tan necesario como poco científico. Que la administración responsable emitiera su mensaje serio, ponderado, transparente y por ello confiable. Que los actores implicados en el uso del agua demuestren que sus acciones son también confiables. Constato que sigue habiendo un enorme vacío en este territorio que me empecino en recorrer… ¿en quien puedo confiar?... ¿será también culpa de la crisis? Me alegra que desde este blog se haya podido generar un incipiente diálogo interdisciplinar (o sea que se realiza con la cooperación de diferentes disciplinas) y por eso diferente de otros.

“Estamos inmersos en un crisis política y de valores, más que en una crisis financiera”.

Leer u oír esta frase u otra parecida es hoy muy habitual y a casi nadie sorprende. Como aquí me ocupo de lanzar a la red mis interpretaciones sobre las opiniones que genera la nueva cultura de la cultura del agua, voy a lanzar ahora mi interpretación en este ámbito y decir que para mí, la crisis de la gestión del agua es una crisis cultural. La cultura patri-matriarcal en la que vivimos está centrada en relaciones de autoridad y sometimiento, desconfianza y control que aun cuando actuemos desde una posición de autoridad, nos niega recursivamente y nos impulsa a un vivir sin respeto por nosotros mismos. Recalco las palabras autoridad, sometimiento, desconfianza y control. Cualquier idea es buena, cualquier juicio es inevitable, poder demostrarlas y fundarlos es mucho mejor. Ese es para mí, sabiniano de letras, el milagro del abecedario.

¿Para qué queremos el agua, me pregunto con insistencia? En el fondo la pregunta es ¿qué queremos del agua?

Mi maestro Echevarría escribió que toda gran crisis cultural obliga a un reencuentro entre filosofía y sentido común, entre filosofía y vida. La vida pareciera exigirle cuentas a la filosofía y ésta se ve compelida a sumergirse en la vida concreta del ser humano común para revitalizarse. La resolución de una crisis de este tipo obliga a una suerte de liberación de las cadenas de un pasado filosófico e invita a un volver a partir. La experiencia de Descartes nos ilustra, en su tiempo, sobre este fenómeno. Pero cada nuevo punto de partida deviene en su momento un punto de saturación y se crean condiciones para trascender sus presupuestos.

Esto está pasando hoy.

Nuestra cultura del agua ha entrado, desde hace algunos años, en una profunda crisis de sentido que compromete muy radicalmente sus presupuestos filosóficos esenciales. Cuando esto sucede, volvemos inevitablemente la mirada hacia la filosofía.

La filosofía, tradicionalmente se ha desarrollado con autonomía, al margen de las preocupaciones cotidianas de los humanos, hablando en una lengua ininteligible Ahora, también en el ámbito de la gestión del agua, comienza progresivamente a ganar la atención de un público “experto” o no, previamente despreocupado por los problemas filosóficos. Esa es para mí la razón de la ya famosa “nueva cultura del agua”, mucho más que la razón económica en la que parece basarse, porque sin dinero no hay Estado. Cada vez emergerán más propuestas filosóficas realizadas desde fuera del ámbito formado por los profesionales del agua. Y aclaro que cuando digo “filosofía” me refiero a metafísica (definición de lo real), epistemología (definición del conocimiento), lógica (definición de los procedimientos válidos de argumentación), ética (definiciones fundamentales sobre la existencia y el comportamiento humano) y estética (definición sobre lo bello y lo imaginario).

Cuando en la habitual seguridad de disciplinas tan particulares como esta, comienza a dirigirse la mirada hacia la filosofía, cuando esas visiones filosóficas comienzan a ser habitualmente abordadas por los diarios, cuando se hacen afanosamente preguntas que no obtienen respuestas satisfactorias, nos damos cuenta que estamos en un momento histórico de profunda crisis cultural o, lo que es lo mismo, en la antesala de un gran giro sobre la comprensión de nuestra visión del agua.

Estamos en un punto en el que se comprometerán grandes resoluciones en el campo de la gestión. Lo que aquí suceda modificará inevitablemente las condiciones de toda una generación de expertos y del conjunto de las disciplinas a través de las cuales orientamos nuestras distintas actividades en la gestión del agua.

Ahora me tocaría hablar de la formulación del “paradigma de base”, es el siguiente ejemplo. Pero como estamos en agosto, lo dejo para otro día.