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Qanats, las venas del desierto

Sobre el blog

Luis Martín Martínez
Luis Martín Martínez es el Director de Hidrología Sostenible, que tiene como actividades la comunicación y creación de contenidos especializada en el mundo del agua, y la realización de proyectos para un uso sostenible del agua en el entorno urbano.
  • Acequia de riego en una plantación del desierto
    Acequia de riego en una plantación del desierto

El desarrollo de la vida, a todos los niveles, ya desde el inicio, depende del agua.  Nadie busca en otros planetas petróleo, gas ni siquiera una atmósfera “respirable”, buscamos aquello que lo hace todo posible, el agua.

Se podría hablar del tratamiento que se hace del agua en economías desarrolladas, de hacia dónde dirigirnos desde nuestra perspectiva de primer mundo y siglo XXI, pero ese no va a ser este caso.

Esta historia empezó hace mucho tiempo, aproximadamente 2.700 años

Cuando pienso en como el agua es la base del desarrollo de un pueblo, mi mente viaja al desierto, donde el agua puede valer más que el oro. Pero no este desierto moderno inundado de todo terrenos, petrodólares y plantas desalinizadoras, un desierto mucha más romántico e infinitamente más duro.

Es en ese lugar donde se ve más claramente como el acceso al agua puede convertir un lugar yermo e inhabitable, en un oasis. Pero no tendría mérito si la naturaleza ya te hubiese provisto de los recursos, si ya te hubieses encontrado todo hecho.

Esta historia empezó hace mucho tiempo, aproximadamente 2.700 años, cuando un grupo de habitantes del desierto, decidieron trabajar en una dura tarea, traer el desarrollo a sus poblados, a sus familias, traer el agua.

Se dieron cuenta de que el agua, que en sus pozos estaba demasiado profunda, en las montañas era mucho más accesible, solo había que hace un canal subterráneo que, con una pequeña inclinación y por gravedad, regara sus campos y los hiciera florecer, mucho más fácil decirlo que hacerlo.

Así surgieron, en la zona de la antigua Persia (no se sabe muy bien donde), los qanats, unas sorprendentes infraestructuras hidráulicas escavadas completamente a mano. Los qanats son las venas del desierto, y el agua, su sangre.

Esquema del funcionamiento de un qanat.

Para su construcción, hacían falta muchos hombres y años de trabajo, en un entorno muy hostil. Pero la recompensa merecía la pena, aunque el precio, en ocasiones, era la propia vida.

Cada pocos metros se escavaba un pozo vertical, por él bajaban los hombres al qanat y se retiraban los restos de la excavación.

Esquema de construcción de un qanat.

Una vez en superficie, la tierra se amontonaba alrededor del hueco, protegiéndolo así de la entrada de arena del desierto. En algunos, incluso se construían muretes de piedra o barro para proteger los pozos. Esto permite ver desde el aire perfectamente su trazado.

Trazado de un qanat a través del desierto.

 

Desde los centenares de metros para alguna ramificación, estos impresionantes canales a menudo tenían muchos kilómetros de longitud y la profundidad de los pozos verticales podía llegar a ser muy sorprendente. Por ejemplo, en Irán, donde aún siguen funcionando 37.000 de estas estructuras, el más largo es el zarch qanat, de 80 kilometros de longitud, construido hace 1500 años. Y el pozo vertical más profundo llega a los 300 metros.

Pozo vertical de un qanat.

Obreros en el interior de un qanat.

Debido al esfuerzo y al tiempo que se requería en completar uno solo, muchos no trabajaban para su propio beneficio, sino para que sus hijos y sus nietos, tuviesen una vida mejor.

Una vez terminado, a la entrada de las plantaciones, se hacía la división de las acequias, que llevaba el agua a los diferentes terrenos. El reparto del agua y los terrenos se hacía en función del trabajo realizado en la construcción, y estos derechos, eran heredados por la familia.

Final de un qanat. División del agua en acequias.

Esta técnica de regadío se extendería por Africa, Europa y América, con diferentes nombres como Qanats, Khettaras o Targa , Tamazight, Foggaras, Galerías filtrantes, etc.

Cabría ahora la tentación de pensar en estas técnicas como algo del pasado, ya los romanos desarrollaron los acueductos, luego vinieron los grandes canales y las modernas tuberías a presión. Podría pensarse que los problemas han evolucionado y son ahora mucho más complejos, pero eso sería mirarse el ombligo.  

Desgraciadamente existen aún 750 millones de personas sin acceso a agua potable en el mundo, y muchos de ellos tienen que andar kilómetros para encontrar algo que se le parezca, que muchas veces no puede ni llamarse agua. Además esa tarea la realizan habitualmente mujeres y niñas, por lo que la mujer queda relegada ya desde pequeña a un segundo plano.  Y si no tienen agua, mucho menos saneamiento, lo que provoca muchas enfermedades y muertes.

El agua no trae el desarrollo, ni el desarrollo trae agua, sino que están en un equilibrio que es necesario mantener. Sociedades más desarrolladas tienen también mayores necesidades de agua y mayores problemas con la contaminación de la misma. Pero tienen la capacidad, el desarrollo técnico, económico y cultural necesario para ponerle freno. La cuestión no es lo grande o pequeño que sea el problema, sino la capacidad que tengas para superarlo.

Y durante muchos años, nuestro desarrollo ha tenido como víctima el llamado tercer mundo, si escaseaban recursos como la tierra y el agua en nuestro mundo, sabíamos dónde acudir, desarrollándonos a su costa, y ahora son ellos los que lo están pagando.

El agua nos permite alcanzar ciertos objetivos; Con un poco de agua, tienes vida, con un poquito más, alimentos, si además es fácilmente accesible tendrás tiempo para otras cosas como educarte, y si es de calidad tendrás salud para contribuir al desarrollo de tu pueblo, y asegurar así, un acceso de todos a agua suficiente y de calidad.

Afortunadamente una buena parte de la población hemos conseguido todos los objetivos, excepto el último, que dependerá lo grande que consideres “tu pueblo”.

Si seguimos desarrollándonos sin equilibrar la balanza, si llenamos el plato del desarrollo hasta que este planeta no pueda equilibrarlo, quizá será el momento de mirar ahí fuera, en busca del líquido elemento, pero esta vez si necesitaremos una atmósfera respirable.