En la provincia de Buenos Aires, Argentina, la ciudad de Epecuén sufre hace 30 años una inundación devastadora que puso en vilo a sus habitantes, sus hogares y todo lo que posamos pensar hace a la vida cotidiana en un bucólico pueblo en medio la de llanura pampeana. Hasta aquel fatídico noviembre, esta ciudad funcionaba como un centro turístico termal muy bien acondicionado.
Los hoteles están en ruinas, las plantas que los decoraban están allí, pero secas, con pisos destrozados, nada nos hace imaginar los hermosos días que pasaban los huéspedes utilizando las piletas de agua termal curativa.
El agua es la protagonista de esta villa, ya que cuenta una leyenda que Epecuén, que en lengua levuche significa “casi quemado” era un joven muy enamoradizo. Las jóvenes blancas cautivas de los indios atrajeron al joven causando una profunda tristeza a Tripantu, su prometida, que enterada de sus engaños, comenzó a llorar de tal manera que sus lágrimas conformaron un gran lago salado que ahogó a Epecuén y a todas sus amantes. El agua acumulada es así, producto de una venganza.
Luego de una sudestada, viento fresco y húmedo que proviene del océano, sobrevino el desastre y la potencia del agua termina llevándose puesto un terraplén que preservaba al pueblo del lago Epecuén .Este espejo de agua estaba colapsado luego de 1500 mm de lluvia caída.
Epecuén, algo más que un recuerdo
Camino junto a la orilla y recuerdo...
todo pasa por mi mente
todo esto que era alegría, […]
ha muerto entre las aguas,
se ha dormido para siempre.
¿Cómo olvidarte Epecuén? […]
Con tus aguas llegó la tragedia,
la desolación y el temor, […]
Ahora al verte entre las aguas,
¡Cuántas ganas de llorar!
si hasta ayer eras lo mío
y hoy te tengo que dejar.
Tus aguas cubren mis pies descalzos,
quizás por última vez, […]
que estas aguas que hoy te cubren
me vieron ser mujer.
Tormenta
El agua se comió al pueblo, el nivel de agua aumentó un centímetro por hora y en 15 días ya había dos metros de agua. Abandonarlo todo, resignar a la casa, a los hoteles, a los comercios La cercana localidad de Carhué fue el refugio para estos refugiados ambientales, obligados a migrar en busca de la preservación de sus propias vidas.El agua milagrosa que sanaba la piel, inundó las ilusiones, incluso de cientos de judíos allí vivían por la similitud con las propiedades del agua, como las del Mar Muerto.
A partir de 1980 el nivel de la laguna creció entre 50 y 60 centímetros por año amenazando con traspasar el terraplén construido para proteger al pueblo. No se creía que iba a ocurrir, pero el desastre sobrevino, quebrándose la protección, no hubo retorno.
En los últimos años el agua bajó. El pueblo está resurgiendo de una inundación y las ruinas están en la superficie. Hoy ofrece un atractivo diferente: sólo se verá el recuerdo de lo que fue el epicentro turístico de la región. Meca de la fotografía documentalista.