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¡Santa Agua!

Sobre el blog

Rubén Olalla Salmón
Grado en Ciencias Ambientales por la Universidad de Alcalá. Máster en Hidrología y Gestión de Recursos Hídricos. Máster en Sistemas Integrados de Gestión. Apasionado de todo lo que gira en torno al mundo AGUA.

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El pasado 20 de diciembre se celebraban en el Roca Madrid Gallery, la cuarta edición de los #PremiosiAgua, el evento del año en el sector del agua, en el que tuve la suerte de asistir. Fue un evento cargado de emoción y reconocimientos, que unió (físicamente) a gran parte de la #WaterPeople y en la que hubo muchos, muchos aplausos. Por circunstancias, acabé sentado en la primera fila y fue un arma de doble filo (sentí de cerca la emoción y la satisfacción de los premiados, pero también la envidia sana de no poder ser yo uno de ellos). Siempre dicen que para que a uno le aplaudan, primero tienes que aplaudir tú al resto, y el otro día así lo apliqué. Y en la evidencia de que los premiados fueron y son unos auténticos fenómenos (desde aquí mis felicitaciones a todos ellos). Pero el post de hoy no va de aprender a aplaudir, sino (por las fechas en las que nos encontramos) en conocer un poco más del sentido simbólico y religioso del agua.

"Algo tendrá el agua cuando la bendicen..."

Y es que en un momento dado de los #PremiosiAgua, una persona mencionó esta frase: "Algo tendrá el agua cuando la bendicen..." y se me quedó grabada hasta el punto de confirmarme a mí mismo, que esa sería la bombilla encendida de mi próxima entrada en mi Blog de iAgua. Coincidiendo con las fechas navideñas, y teniendo presente esta frase se me ocurrió que mejor momento éste que dar unas pinceladas acerca del simbolismo del agua en la religión.

Seas creyente o no, la evidencia es clara: el agua está presente en casi todo, sustrato básico de humanos, de especies animales y vegetales, en la naturaleza, en la sopa y también en la religión. Algunos ejemplos así lo manifiestan: En la religión católica, el bautismo (sacramento de iniciación para los cristianos) se lleva a cabo con el agua como protagonista, en la entrada a las iglesias siempre hay agua bendita como símbolo de purificación y en algunos relatos de la Biblia, el agua aparece como elemento principal como en la separación de las aguas del Mar Rojo por Moisés. Para los musulmanes, el agua tiene una función purificadora sobre todo después del acto sexual y en el momento previo a la oración del viernes y antes de tocar el Corán. De hecho, en algunas mezquitas hay puntos de agua cercanos para que el musulmán pueda mojarse la cabeza, las manos y los pies antes de las cinco oraciones diarias. En caso de ausencia de agua (que resulta frecuente en zonas desérticas), el papel del agua se sustituye por arena. 

La limpieza ritual con el agua es obligatoria antes de la oración  

En el caso de los judíos, el papel del agua también es muy notorio. La historia del gran diluvio aparece en el primer libro de la Biblia, donde se narra la Creación. El sentido del agua en este relato hace referencia a que el agua destruye todos los pecados del mundo para que las personas puedan renacer de nuevo libres de impurezas. Al igual que en el caso de los musulmanes, la limpieza ritual con el agua es obligatoria antes de la oración, y en el caso de las mujeres, antes de su matrimonio y después de los partos.

Una vez más, queda patente como el agua está presente en casi todo (veáse su ausencia en la agenda política de nuestro país) y su importancia y simbolismo es vital para todo cuanto gira a nuestro alrededor. El agua desde un prisma religioso también es especial. No hay nada mejor como saber que el agua existe y está presente entre nosotros. Son dos moléculas de hidrógeno y una de oxígeno, pero ¡benditas moléculas unidas!. Desde estas palabras, y habiendo despertado una loa por el agua, os deseo a todos unas felices fiestas y un próspero año 2018. Que tengamos presente más que nunca que el agua es vital para nosotros. Yo siempre digo que las palabras salen porque hay agua dentro de nosotros. Cuidemosla y que estos días en familia, hagamos que así sea.

Sea como fuere... ¡Santa Agua!