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El salado blanco, una solución natural contra los suelos contaminados

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Redacción iAgua
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(divulgaUNED/SINC) La toxicidad por metales registrada en los suelos de dos antiguas minas abandonadas de la Comunidad de Madrid disminuyó cuando se plantaron salados blancos, arbustos resistentes a esta contaminación. Así lo demuestra un estudio en el que participan investigadores de la UNED.

Los suelos mineros presentan altos niveles de contaminación por metales, un problema medioambiental que desencadena una larga cadena de deficiencias. Así, estos terrenos poseen escasa profundidad, texturas poco equilibradas, elevada acidez, pobreza de materia orgánica, deficiencia en macronutrientes y desestructuración.

Para combatir esta contaminación, investigadores de la UNED, en colaboración con el Instituto Madrileño de Investigación y Desarrollo Rural, Agrario y Alimentario (IMIDRA) y de la Universidad Politécnica de Madrid, han comprobado que un arbusto, el salado blanco (Atriplex halimus), es capaz de extraer una gran cantidad de metales del suelo, en especial cobre y zinc.

“Estas plantas pueden acumular los metales en la parte aérea (tallos y hojas) sin verse seriamente afectadas por su toxicidad, por eso podrían resultar adecuadas en la limpieza de suelos contaminados”, explica Consuelo Escolástico, investigadora del Departamento de Química Orgánica y Bio-Orgánica de la UNED y coautora del trabajo.

En el estudio, publicado en Enviromental and Experimental Botany, los científicos utilizaron muestras de suelos de dos enclaves mineros sin actividad en la actualidad situados en Garganta de los Montes y en El Cuadrón, ambas localidades de la Comunidad de Madrid. En Garganta se localiza una mina de cobre abandonada mientras que en El Cuadrón se ubica un antiguo yacimiento de blenda.

Cantidades superiores a las recomendadas

Los niveles de metales registrados en ambos enclaves superaron los límites establecidos. “El suelo de Garganta presentó concentraciones totales de cobre, zinc, cadmio y plomo que excedieron los límites inferiores (para suelos de pH6) marcados para estos metales según la Directiva Europea 86/278/CEE”, afirma Javier Pérez-Esteban, investigador del Departamento de Química Orgánica y Bio-Orgánica de la UNED y coautor del estudio.

También en el suelo minero de El Cuadrón los metales (salvo el zinc) superaban los límites. Con esta concentración de metales, el uso de los suelos está limitado. Según los valores de referencia de la Orden 2770/2006 de la Comunidad de Madrid, el contenido en cobre del suelo procedente de Garganta sólo permite un uso industrial, mientras que el de El Cuadrón podría dedicarse a uso urbano e industrial.

“Los dos terrenos deberían ser sometidos a un proceso de recuperación especialmente de cobre, antes de destinarse a otros usos como el agrario o forestal, y evitar además, un posible riesgo para los ecosistemas”, recomienda Pérez-Esteban.

Los beneficios del estiércol de caballo

Para comprobar la efectividad del salado blanco, se llevaron a cabo experimentos, como la preparación de macetas con 700 gramos de los suelos de cada una de las minas mezclados con dos tipos de abono: compost de estiércol de caballo y oveja, y compost de corteza de pino.

Las plántulas de Atriplex halimux, procedentes de un vivero comercial, se trasplantaron a las macetas con las mezclas de suelo y enmiendas orgánicas De los dos tipos de abono, el estiércol de caballo y oveja demostró ser el más eficaz.

Este compost “no sólo redujo los problemas de toxicidad por metal, al disminuir su disponibilidad, sino que también mejoró la fertilidad del suelo, lo que contribuyó a un mayor crecimiento de las plantas en comparación con el suelo sin abonar”, subraya el investigador. La corteza de pino, en cambio, obtuvo peores resultados, con un pH menor, mayor disponibilidad de metales y menor cantidad de nutrientes aportados.

Apoyados en estos datos, los investigadores destacan las posibilidades de este tipo de abonos junto con el cultivo de los salados blancos para limpiar zonas contaminadas.

“Mejorarían las condiciones del suelo al aportar materia orgánica y reducir la biodisponibilidad de los metales”, indica Escolástico.

Además, usar estas plantas con ese estiércol contribuiría a estabilizar los niveles de metales en los suelos. Así se evitaría que los contaminantes se transmitieran a otros medios a través de las aguas subterráneas y de la cadena trófica, lo que dispersaría la contaminación.

De las minas africanas a las europeas

El salado blanco, también conocido como orgaza u osagra, forma parte del género Atriplex y pertenece a la familia Chenopodiaceae. Estas especies son idóneas para tratar suelos contaminados por la elevada producción de biomasa asociada a sus profundas raíces. Gracias a estas características absorben los metales de suelos áridos y poco estructurados, los acumulan y los toleran. La especie usada en este estudio, el salado blanco, es un matorral que crece de forma natural en minas situadas en el norte de África y sur de Europa.

Referencia bibliográfica:

Pérez-Esteban, J., Escolástico, C., Ruiz-Fernández, J., Masaguer, A., Moliner, A. “Bioavailability and extraction of heavy metals form contaminated soil by Atriplex halimus”. Environmental and Experimental Botany. Diciembre 2011. DOI: 10.1016/j.envexpbot.2011.12.003.

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