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Envenenó el agua potable y salvó millones de vidas

  • Envenenó agua potable y salvó millones vidas

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Esta es la historia del Doctor John L. Leal, quien en 1908, en Jersey City (EEUU), estuvo mezclando el agua de bebida de la ciudad con un producto químico tóxico durante meses. Como resultado no sólo nadie salió herido, sino que se produjo una gran caída en las enfermedades y muertes, y a largo plazo salvó en la ciudad y en el país millones de vidas.

Pero como toda historia es mejor empezarla por el principio. John L. Leal nació en 1858, su padre, John R. Leal, que también fue médico, lucho en la Guerra de Secesión (1861-1865) donde contrajo disentería probablemente a causa de beber agua contaminada, lo que lo tuvo enfermo durante 19 años hasta que murió en 1882.

Este hecho fue muy posiblemente la causa de su inclinación hacia los asuntos de salud pública y en concreto le llevó a investigar sobre métodos de desinfección de agua para consumo humano, para evitar así enfermedades mortales como la que mató a su padre.


Dr. John L. Leal (1858-1914).

En 1899, Jersey City tenía un grave problema de contaminación del agua potable por aguas fecales así que decidieron renovar las infraestructuras y construyeron un embalse de 26.5 hectómetros cúbicos (Embalse de Boonton). La Jersey City Water Supply Company (JCWSC), que se hizo cargo del proyecto, contrató como asesor sanitario al Dr. Leal, cuya función era asegurar la salubridad de las aguas eliminando las letrinas y otras fuentes de aguas fecales que se situaban aguas arriba del embalse. Desde este, una tubería de 37 kilómetros llevaba el agua hasta la ciudad, como era habitual en la época, sin ningún tipo de tratamiento. Las obras se terminaron en Mayo de 1904.


Jersey City en 1900.

En el contrato de la JCSWSC con la ciudad de Jersey City, se estipulaba que el agua debía ser “pura y saludable”, pero a pesar de los esfuerzos, no lo era, por lo que demandaron a la compañía ante la Corte Superior de New Jersey. En el primer juicio de los dos que hubo, que empezó en febrero de 1906 y terminó en Junio de 1908, se puso de manifiesto que al menos tres o cuatro veces al año el agua servida no era “pura y saludable”, por lo que se condenó a la compañía a construir un alcantarillado que impidiera que las aguas fecales llegaran al embalse o a crear “otros planes o dispositivos” que hicieran que el agua alcanzara la calidad requerida. Y para ello disponían de sólo tres meses hasta el segundo juicio.

El Dr. Leal era experto en bacteriología y había usado anteriormente como Jefe de Salud Pública de la ciudad de Paterson (New Jersey) hipoclorito de calcio para desinfectar casas donde se habían encontrado enfermedades infecciosas como la fiebre escarlata o la disentería. También conocía algunas experiencias de desinfección de agua potable como fue el caso de Lincoln (Inglaterra) donde se usó puntualmente hipoclorito de sodio para matar bacterias tifoideas en el sistema de abastecimiento de agua de la ciudad.

Pero lo que ahora nos parece normal, usar cloro para tratar el agua potable, en aquellos tiempos era inconcebible. Usar químicos para tratar el agua era impensable y mucho menos usar cloro, que no era ni más ni menos que un potente veneno. Por lo que añadir cloro al agua de beber era un acto de locura o de terrorismo.


Bomba de cloro como arma química.

El cloro es un potente químico que puede causar muchos daños si se usa de manera descontrolada o malintencionada, por eso, en todas las instalaciones de agua potable, el acceso al químico y los dosificadores debe estar muy controlada. Pero en la época, convencer a un ayuntamiento o a la población de que un veneno vertido en el agua en su justa medida podía salvar vidas, era poco menos que imposible.

Esto lo sabía muy bien el Dr. Leal que, sin pedir permiso ni decírselo a nadie, contrató a George F.Fuller, uno de los higienistas más respetados de la época, para que diseñara y construyera la primera planta de cloración continua de agua, usando hipoclorito de calcio.


Planta de cloración diseñada por George F. Fuller en el embalse de Boonton.

La planta trataba 141.400 metros cúbicos de agua al día para una población de 200.000 personas. Esta planta era esos “otros planes y dispositivos” que dictaba la sentencia. Tres días después comenzó el segundo juicio.

En este segundo juicio, en el que se trataba de dilucidar si esos “otros planes y dispositivos” habían conseguido un agua “pura y saludable”, se oyeron docenas de testimonios y se aportaron cientos de pruebas. En un momento dado, según recoge el acta del juicio, el Juez William J. Maggie se dirigió al Dr. Leal:

  • Juez: ¿Usted bebe esa agua?
  • Dr. Leal: Si señor.
  • Juez: ¿Habitualmente?
  • Dr. Leal: Si señor.
  • Juez: ¿Tendría algún problema en dársela de beber a su mujer o a su familia?
  • Dr. Leal: Creo que es el agua más segura del mundo.

El Juez Maggie dio finalmente la razón a la compañía con este dictamen:

"Por lo tanto, encuentro e informo que este dispositivo es capaz de hacer que el agua entregada a Jersey City sea pura y saludable para los fines a que se destina y es eficaz para eliminar del agua esos gérmenes peligrosos”

Desde entonces la cloración del agua se convirtió en un estándar de desinfección en todo el país. En 1918 más de 1.000 ciudades la usaban, salvando en el corto y largo plazo, millones de vidas.


Fuente: Center for Disease Control (EEUU).

No obstante el Dr. John L. Leal no recibió ningún reconocimiento por sus contribuciones ya que un operador de la planta y técnico de laboratorio (George A. Johnson), en sus últimos escritos, no mencionó al Dr. Leal y se atribuyó todo el mérito. Afortunadamente en 2013 un grupo de personas de la sección de New Jersey de la American Water Works Association, se reunieron para reconocer su olvidada contribución con un monumento en su tumba como “Héroe de la Salud Pública”.

Unos meses más tarde, la AWWA estableció un premio anual con su nombre.


Monumento en la tumba del Dr. John L. Leal. Paterson, New Jersey. Fuente.