Animales como elefantes, rinocerontes, simios o pangolines están en peligro de extinción en algunas zonas de la Tierra. Su desaparición es una tragedia para la biodiversidad; por ello, el Día Mundial del Medio Ambiente de 2016 está dedicado al respeto y la lucha por la fauna salvaje.
Las cifras hablan por sí solas: entre 2010 y 2012 fueron asesinados 100.000 elefantes africanos; entre 2007 y 2015 la caza furtiva de rinocerontes se multiplicó casi por 90 en Sudáfrica; cada año se pierden 3.000 grandes simios, que ya se han extinguido en Gambia, Burkina Faso, Benin y Togo; y más de 170 toneladas de marfil se exportaron ilegalmente entre 2009 y 2014. El pangolín, el único mamífero con escamas, es la especie más traficada del mundo. Y sí, también hay animales desplazados: más de un millón de animales se vieron obligados a abandonar su hábitat.
Los animales salvajes no son solamente especies que viven en la selva, la sabana o los bosques; son también un importantísimo valor para la biodiversidad. Destruir sus tierras y cazarlos y comerciar de forma ilegal con ellos es destruir también nuestro propio hábitat: la Tierra. El comercio ilegal de especies silvestres es uno de los negocios ilegales más lucrativos del mundo, y en países como Ruanda o Uganda, que viven gracias a la presencia de gorilas, es una auténtica lacra.
Por ello, noticias como el abandono de China y Estados Unidos (los dos mercados de marfil más importantes del mundo) del comercio de marfil proveniente de elefantes es una buena noticia. Y que las sanciones a la caza furtiva y una mayor eficacia en el sistema judicial del Nepal hayan permitido que la población de rinocerontes en ese país haya aumentado el 21% es otra. Pero hay que seguir luchando para evitar que estos grandes animales, y la flora asociada a ellos, sigan desapareciendo. Cambiemos hábitos para que la demanda de productos silvestres ilegales disminuya; exijamos a nuestros gobiernos leyes más duras para quienes trafican con especies salvajes. Si los salvamos a ellos nos salvamos a nosotros.