España ha vivido este año el segundo invierno más seco de toda la serie histórica, algo que ha contrastado con las fuertes lluvias de la primavera y las inundaciones de algunos territorios. Ahora una nueva subida de las temperaturas, más propias de mediados de verano, ponen de nuevo el foco en las reservas de agua.
Ante el riesgo de que estos episodios aumenten debido al cambio climático, se hace esencial contar con políticas de agua y una gobernanza que fomenten la gestión sostenible de este recurso vital y escaso para el ser humano. Hablamos sobre esto con Jaime L. Fraile Jiménez de Muñana, Jefe de Servicio de la Oficina de Planificación Hidrológica de la Confederación Hidrográfica del Segura y miembro del Comité Técnico sobre Gobernanza del Agua de Conama 2020.
Los análisis en el seno de este grupo pusieron las bases del informe ‘El camino hacia una nueva cultura de la gobernanza del agua’ publicado recientemente por Conama y la Asociación Española de Abastecimientos de Agua y Saneamiento (AEAS), donde se han identificado importantes aspectos a mejorar en la gobernanza para avanzar en la lucha contra el cambio climático.
Pregunta: ¿Qué aspectos de la gobernanza del agua habría que mejorar para integrar el cambio climático en la planificación hidrológica?
Respuesta: La evaluación del efecto del cambio climático se viene realizando desde el ciclo 2009-2015, siguiendo lo establecido en la Instrucción de Planificación Hidrológica, que se centra en los efectos sobre la disponibilidad de recursos naturales y sobre los caudales ecológicos. Recientemente, la Ley 7/2021, de cambio climático y transición energética, ha ampliado el abanico de efectos a evaluar a aspectos como la incidencia de fenómenos extremos, el incremento de los requerimientos hídricos, o los riesgos derivados del ascenso del nivel del mar. El paso que falta son las soluciones. ¿Qué ocurre en aquellas cuencas que ya son deficitarias? Resulta necesario articular reformas normativas que agilicen la adaptación de los derechos asignados a las disponibilidades reales. Además, hay que recordar que muchos derechos privados al uso del agua expiran en 2035. Es una oportunidad de oro para realizar una transición climática sostenible, progresiva y justa, con criterios claros y mecanismos ágiles para la renovación o la caducidad definitiva de estos aprovechamientos.
P: Uno de los efectos del cambio climático es la sequía y escasez del agua. ¿Cómo influye la gobernanza del agua en la gestión de estos fenómenos? ¿Qué se puede mejorar para adaptarnos de manera más eficiente y sostenible?
R: Los actuales Planes de Sequía se adelantan a sus efectos y establecen medidas de gestión de la demanda en diferentes fases de escasez para tratar de ralentizar la aparición de las consecuencias más graves. Sequías más frecuentes, intensas y duraderas pueden hacer que esto no sea suficiente, así que hay que trabajar para incrementar las garantías y reducir la demanda. Por ejemplo, desaladoras alimentadas con energías renovables y cambio a cultivos de secano con alto valor añadido, o a variedades con menores necesidades de agua. La mejora en las predicciones estacionales a medio plazo por parte de los servicios de meteorología también permitiría afinar la previsión y las medidas de gestión a adoptar. La futura Estrategia del Agua para la Transición Ecológica debe contemplar estos y otros aspectos y aportar alternativas para incrementar la resiliencia del sector del agua.
P: El cambio climático podría afectar de manera importante a los ecosistemas acuáticos. ¿Qué efectos puede conllevar respecto a existentes y nuevas especies invasoras acuáticas y cómo se puede afrontar su gestión?
R: Los cambios en el clima pueden cambiar poco a poco los patrones de distribución de especies, propiciando que lleguen especies nuevas. Además, si se debilita la integridad estructural de los ecosistemas debido a los fenómenos extremos, se generan nichos que pueden aprovechar especies oportunistas. Cuando se trata de invasoras, el acento debe ponerse en la prevención. Una vez establecidas, resultan difíciles de controlar y erradicar; por tanto, debe invertirse en la redacción de planes de gestión que a su vez se traduzcan en redes de monitorización con frecuencias adecuadas. La educación y sensibilización de colectivos clave, y del público en general, combinada con herramientas de ciencia ciudadana, pueden permitir evitar nuevas entradas y detectar antes las que se produzcan. Pero es necesario que existan medios y protocolos claros de actuación para una actuación inmediata de erradicación temprana.
