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Leandro del Moral, nuevo presidente de la Fundación Nueva Cultura del Agua, entrevistado en El Observador

Sobre la Entidad

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El doctor en Geografía de la Universidad de Sevilla Leandro del Moral asume la presidencia de la Fundación Nueva Cultura del Agua (FNCA), sustituyendo al profesor Pedro Arrojo Agudo. La revista andaluza El Observador aprovechaba el reciente Día del Agua para realizar una interesante entrevista en la que podemos apreciar las líneas fundamentales de actuación de esta organización que, con sus seguidores y detractores, constituye sin duda una voz fundamental en la gestión del agua en España.

- ¿Qué es lo que ha cambiado desde el nacimiento de la Fundación Nueva Cultura del Agua (FNCA) hasta ahora, momento en el que usted asume la presidencia de esta institución?A lo largo de estos diez años de existencia, desde que la FNCA se constituyó como un grupo de investigadores, docentes, profesionales multidisciplinares –arquitectos, abogados, sociólogos…– que trabajan sobre tema del agua, se ha extendido el concepto, la idea de la nueva cultura del agua, que es en realidad la expresión en el campo del agua de los grandes debates sobre la sostenibilidad. Se ha ido afianzando el cambio de paradigma en la gestión de los recursos en la relación con la naturaleza. El gran debate en torno al modelo de desarrollo de la sociedad también se ha trasladado a los sistemas hídricos. Se ha forjado una idea, que ha tenido un éxito relativo. La palabra cultura, con un significado tan potente y poderoso, refleja lo que se intenta transmitir, que es la profundidad de planteamientos, la dificultad de llegar hasta la raíz, a los valores, a las percepciones, a los objetivos sociales y a partir de ahí se ha ido extendiendo a otros campos. Ahora ya se habla de una Nueva Cultura del Territorio, de la Energía…estamos en el punto de obtener un relativo éxito y al mismo tiempo también acechan los riesgos de la canalización y de pérdida de perfil. Así que intentamos no ceder en ese espíritu crítico e independiente que es el que le da agudeza a la idea. - El cambio de paradigma del que habla se refleja en la Directiva Marco sobre Agua de la Unión Europea. Este grupo se formó en 1996 con el objetivo de organizar un congreso ibérico precisamente de apoyo a ese proyecto de Directiva Marco que se empezaba a perfilar, que se aprobaría en 2000 y comenzaría a aplicarse en 2003…ahora estamos en los inicios de la aplicación. Así pues, la FNCA está muy ligada a la génesis, a la defensa de la Directiva Marco europea y a la interpretación progresista y avanzada de esta norma, porque también hay interpretaciones mucho más romas, menos ambiciosas, de recorte. Es una normativa de consenso, aprobada por unanimidad por todos los estados miembros y realmente tiene diferentes lecturas. Eso en la escala internacional. En la escala nacional tenemos un punto de referencia que por supuesto no es un éxito de la FNCA, pero sí que contribuimos, dando la cobertura intelectual y técnica a los movimientos sociales que consiguieron la reforma del Plan Hidrológico Nacional, la paralización del trasvase del Ebro en el año 2004. Histórico, eso fue un hito en la historia de la política de aguas de este país. - Pese a que se ha extendido la idea de vuestro modelo de gestión, muchos líderes políticos no comparten vuestros puntos de vista y se siguen proyectando trasvases, encauzamientos, presas, grandes obras de ingeniería en definitiva ¿Estamos ante una nueva o una vieja cultura del agua? La apelación a lo nuevo y a lo antiguo puede resultar un tanto ambigua. Está la tradicional cultura del agua, llena de valores, sabiduría, de buena fe, de cuidado, de reparto equitativo… en realidad nuestra cultura del agua es la cultural tradicional y la cultura moderna es la que surge cuando las cosas se disparan con la segunda o tercera revolución industrial del hormigón y se desproporcionan las intervenciones humanas sobre la naturaleza, como en tantos otros aspectos. Entonces el criterio se basó en poner énfasis en la intervención en el manejo del agua, en la construcción de estructuras hidráulicas, presas de regulación, sondeos cada vez a mayor profundidad, canales para trasladar esos recursos de un lado a otro… esto está muy asentado hasta el punto de que ya es doctrina en los órganos oficiales. Ahora, se sabe que las nuevas actuaciones infraestructurales son menos perjudiciales cuanto más fragmentadas. Las obras están más estudiadas desde el punto de vista de su responsabilidad, su coste, su repercusión y finalidad. Por otra parte, las obras de modernización de redes –que tiene que hacer cada ayuntamiento o comunidad– tienen un coste y no repercuten a la sociedad de la misma manera. - Para entendernos, ¿se trata de dejar el río correr, algo menos intervencionista, de arreglar lo que ya se tiene? Sin duda alguna. Otra cosa es que podamos hacerlo siempre, pero sí, sin duda alguna, porque quedan pocos ríos vivos. En Málaga, sin ir más lejos, sólo tenemos el río Grande y el Genal. Y esta es precisamente la gran aportación de la FNCA y de la Directiva Marco europea que así lo establece en su artículo 1: “hay que conservar o restaurar el buen estado ecológico de las aguas”, lo cual significa calidad, cantidad, régimen, aportaciones, procesos de erosión, caudales sólidos, interacciones con deltas y otros caudales. Las derogaciones o excepciones a esta normativa básica se tienen que justificar en cada caso de forma obligatoria para cada uno de los estados y comunidades que se atienen a ella. - Se escucha a regantes, políticos, empresarios y también a ciertos técnicos decir que el agua que no se usa se pierde, ¿es eso cierto? Eso forma parte de nuestra cultura moderna más profunda, pero moderna de hace unos dos siglos. Hay que tener en cuenta que eso ahora lo dice gente interesada, gente inculta en el sentido profundo de la palabra, pero lo decía gente muy importante y muy culta a finales del siglo XVII, los progresistas del XVIII y el XIX, los reformistas del siglo XX. Hoy en día es un anacronismo porque sabemos de las funciones de los sistemas ecológicos y de la complejidad y diversidad de funciones de las aguas de los ríos manteniendo riveras, paisajes, identidad, alimentando acuíferos, aportando sólidos, manteniendo dinámicas litorales y aportando nutrientes. Por otra parte, para impedir que este agua llegue al mar hay que intervenir sobre los ríos regulándolos, rompiendo y fragmentándolos, derivándolos, o sea, que no sólo se extrae agua sino que también se destruyen o reducen estas funciones porque hay que hacer labores de cirugía al río: amputaciones. Por ejemplo el trasvase del Ebro, no solamente era que se desviase agua del río, era que había que hacer también unas presas en los Pirineos para garantizar la corriente permanente que requiere un canal de trasvase, y esto tiene un coste de ingeniera, de afección, de inundaciones… cuestiones que cada vez valen más dinero mientras que los usos para los que se supone que tenían que servir esas aguas son más relativos, sobre todo los grandes usos agrarios. - Dice usted que los grandes usos agrícolas son relativos en una comunidad como la andaluza en la que la agricultura es una parte importante de la estructura económica. Por eso las soluciones no pueden ser radicales. En una cuenca hidrográfica como la del Guadalquivir o la del Guadalhorce, con capacidad para embalsar toda el agua que lleva el río durante un año, no se puede ahora decir que vamos a demoler estas presas. Nosotros lo que estamos planteando es si seguir en esta dinámica. No estamos planteando derribar sino pensar qué es lo que vamos a hacer. Tratar de dar la vuelta al sistema poco a poco, para ver qué reacción hay, qué es lo que piensa la sociedad. Planteamos una reflexión sobre la conveniencia de continuar, amortiguar, reducir o estabilizar este proceso. Y en algunos casos, revertirlo. En el Guadalquivir, en la década de los 50, se le puso un tapón al río para que no pasara por Sevilla, pues bueno, en 1992 con una nueva relación entre la ciudad y el río, pues se gastaron muchos millones de pesetas en quitar ese tapón. En fin… - ¿Por el valor sentimental quizás? De memoria, de imagen, de sentido del propio espacio y el territorio.

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