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Año 10.000. Día 623 en Vannu 5

  • Año 10.000. Día 623 Vannu 5

6.45 a.m. Otro día en Vannu 5 que la lluvia ácida repiquetea contra las ventanas de mi habitáculo. 

Desde que llegué, no recuerdo un día sin esta maldita lluvia.

Al menos en el sector 3 somos afortunados y contamos con los trajes especiales para aguantar a la intemperie. Una vez atravesé el sector 15 y el paisaje era bastante desolador: los pobres se agolpaban en las calles cubiertos de heridas y ampollas provocados por la acidez. Eran otros que habían llegado como yo, con la promesa de un mundo mejor tras el colapso de Tierra 3, pero con menos suerte.

7.13 a.m. Tras la higienización seca y la correspondiente ración nutricional estándar (que sabe a rayos pero alimenta), me visto: camiseta interior, pantalones, protectores de manos, mono anti ácido. Todo ello de materiales de última generación. Por último, el casco, aunque más bien es un gorro reforzado con oxígeno de asistencia.

La atmósfera de Vannu 5 es compatible con la vida humana, pero Xii’an, la compañía que me contrata, toma muchas más precauciones desde el desastre hídrico de Ceres.

Por mí, toda precaución es poca, por incómoda que sea.

7.42 a.m. Ya estoy en la obra. Xii’an me contrató como especialista en excavaciones cuando aún vivía con Helen y las niñas en el Desierto del Norte, en Tierra 3.

Dios, cómo las echo de menos. Las escasas veces que hablo con ellas me intentan convencer de que la vida en el húmedo Osisnis va bien.

Exactamente igual que yo hago con ellas.

[…]

11.32 a.m. Un grupo de nativos de Vannu 5 que trabaja en la obra está peleando de nuevo. Como jefa del departamento, tengo que intervenir, aunque sé que servirá de poco.

Son una raza extraña: su aspecto de lagartos de metro y medio oculta una compleja organización basada en la acumulación de recursos. Su piel tolera bien la incesante lluvia, y aunque son buenos trabajadores, todos los días hay una pelea.

Xii’an tiene un convenio con ellos: si encontramos lo que vinimos a buscar, se quedarán con el 10%. En realidad, creo que les da igual.

[…]

02.09 p.m. La porquería seca que he desayunado me ha quitado el hambre, aunque me siento pletórica de energía.

En vez de ir a comer con el resto del equipo, me dedico a seguir perforando el área designada para hoy.

02.15 p.m. Hace calor aquí abajo, y aunque aún puedo ver el grisáceo cielo con sus dos soles emborronados, me concentro en excavar. Excavar, excavar, excavar.

03.22 p.m. Estoy tan concentrada en mi trabajo que apenas me doy cuenta de que he tocado algún material que no es la parda tierra que recubre el inhóspito Vannu 5.

03.45 p.m. El sudor y la emoción me recorren la espalda.  Estamos solo la tuneladora y yo. Excavar, excavar, me repito.

04.00 p.m. No puedo aguantar más y bajo al terreno.

Me quito el casco a sabiendas de que la lluvia llega también ahí abajo y va a irritarme la piel. Pero me da igual.

04.31 p.m. Tras pasar un buen rato apartando tierra con las manos y bajo la extraña mirada de mis compañeros, que me avisan de la incipiente rojez de mi cuello, por fin siento algo.

Está frío, muy frío.

No puedo evitarlo: me agacho y paso la lengua por el suelo.

Esto es lo que vinimos a buscar: hielo.

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