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Historias de Madrid (VIII): Las casas de baños

  • Historias Madrid (VIII): casas baños
    Casa de baños en la glorieta de Embajadores de Madrid (Wikipedia/CC).

La historia del agua en Madrid da para escribir un libro. Por el momento, continúo con la serie de post 'Historias de Madrid' con las Casas de Baño, una reminiscencia del siglo XIX que aún perdura (aunque anecdóticamente) en la ciudad.

El origen

Para encontrar el origen de los baños públicos en Madrid, tenemos que remontarnos al Mayrit musulmán. Hay restos documentados de baños árabes en el primitivo barranco formado por el Arroyo de San Pedro, hoy en día la calle Segovia. Estas instalaciones, al parecer, continuaron en funcionamiento durante los siglos XIII y XIV, junto con otros baños de la Edad Media: los Caños del Peral, en la puerta de Valnadú (muralla cristina).

La llegada de los cristianos en el siglo XI acabó con la buena costumbre de la limpieza, pues el rey Alfonso VI prohibió la construcción de nuevos establecimientos al no ser partidario de este saludable gesto. A pesar de ello, los baños existentes continuaron funcionando gracias a las mujeres mudéjares, que los regentaban para atender a cristianos, judíos y musulmanes. 

En siglos posteriores, la carencia del servicio se sustituyó por los baños en el río Manzanares, a los que los madrileños eran muy aficionados. Las orillas del río eran además escenarios de fiestas (algo subidas de tono) y romerías, tal como recogen los textos de la época de Felipe IV y como se puede ver en el cuadro de Félix Castello "Baños en el Manzanares en el paraje de Molino Quemado".

La pintura recoge el momento de los baños frente a la Casa de Campo, en el Camino del Pardo (Wikipedia/CC).

Las mejores zonas del río y más cercanas a la villa estaban reservadas a la familia real y la aristocracia, también dados a la organización de estas "fiestas".

Vista del Manzanares en la fiesta de San Juan. Anónimo del siglo XVII de la Escuela Madrileña (Wikipedia/CC).

Los baños cristianos

Los fríos inviernos propiciaron la construcción de nuevas casas de baños, en esta ocasión de inspiración católica. La primera de la que se tiene constancia data de 1628 en la Calle Jardines. Fue un italiano, el milanés Domingo de Lapuente, el que solicitó su apertura, alegando que el agua era necesaria para la salud en todas las épocas del año, y se le concedió bajo la premisa de llevar prescripción facultativa. Estaba terminantemente prohibido que hombres y mujeres coincidieran en la casa.

Sin embargo, la verdadera popularidad de las casas de baño llegaría en el siglo XIX. Primero, entre las clases altas y burguesas, como en el caso de los Baños de Oriente inaugurados el 30 de mayo de 1830, y posteriormente, entre el pueblo llano, hasta alcanzar la veintena de establecimientos: los de La Estrella, en la calle de Santa Clara; los de Oriente, en la Plaza de Isabel II; los de Cordero, en la calle Mayor 1; los de Capellanes, en el número 1 de esta calle; los de Monier, en la carrera de San Jerónimo; los de Hortaleza, en el 142 de esta calle; los de Zárate, en la calle Valencia; los de San Isidro, en la calle Mayor 35; los de la Flora; los de la Madera; los del Paseo de Recoletos 11; los de Guardias de Corps, en la calle Amaniel 33; dos en la calle de Jardines, en el 14 y el 20; los de Caballero de Gracia, en el 56 y el 23; los de la calle del Mediodía Grande 11, y los de Arango, en Chamberí.

En realidad, para la capital eran pocos, tal como recoge Fernández de los Ríos en su Guía de Madrid: “las casas de baños eran a todas luces insuficientes para una población que rondaba los 400.000 habitantes”. Las pilas de los baños estaban hechas de piedra blanca de Colmenar o de mármol, y aparte de los baños normales, se podía disfrutar de baños de “salvado, aromáticos, emolientes y minerales artificiales”, según el manual práctico Madrid en la Mano firmado por el científico Pedro Felipe Monlau. También recoge en sus escritos la existencia de baños a domicilio.

Sala de descanso de los baños de Capellanes (Wikipedia/CC).

Tras esta época de esplendor, en el siglo XX comenzaría su declive con la llegada de políticas para hacer la higiene accesible a todos los madrileños, primero de la mano de la Institución Libre de Enseñanza y posteriormente con la II República. A pesar de ello, en los años 30 no era tan habitual contar con una ducha en la propia casa, e incluso el acceso a las casas de baño era limitado por los precios. Así surgió la primera casa de baños municipal, construida en el Portillo de Embajadores por el arquitecto del ayuntamiento José Lorite. Contaba con una planta con azotea, taquillas para hombres y mujeres y dos salas de espera separadas.

Baños del Manzanares, 1869 (Wikipedia/CC).

Ya en la República, y continuando con los intentos por extender la higiene, se construyeron otros baños en la avenida de los Toreros y en Bravo Murillo, bajo las ideas del Racionalismo. Poco a poco y con la llegada de agua corriente a los hogares, estos singulares edificios fueron desplazando sus usos o directamente desapareciendo. En 1974 aún estaban en funcionamiento los Baños de Oriente, un negocio privado con saunas finlandesas, suecas y baños turcos para barrios acomodados, además de de tres establecimientos de Baños Municipales: en la Avenida de los Toreros (también ideado por José Lorite y hoy transformado en Centro Cultural), en la calle Bravo Murillo y en La Latina, en la plaza de la Cebada. Este último se derribó, y en el mismo solar se alzaron los Baños de Embajadores.

Hoy en día

Actualmente, en Madrid solo quedan en activo las dos últimas casas de baños mencionadas: la de la glorieta de Embajadores y la de Bravo Murillo 133 (Tetuán). En ambas, el precio del servicio es de 50 céntimos por 20 minutos de ducha. Las normas de uso son estrictas: no se pueden tomar dos duchas consecutivas, no se puede lavar la ropa ni quedarse en los pasillos, solo puede entrar una persona por cabina, los niños tienen que ir acompañados y toalla y jabón corren por cuenta del usuario. El tiempo promedio de permanencia es de una hora y media, ya que la gente se queda en la zona de lavabos para afeitarse o cortarse el pelo. 

Casa de Baños de Embajadores (Wikipedia/CC).

Los de Embajadores, con 32 duchas para hombres y 10 para mujeres, abren de lunes a sábado de 8:30 a 18:30 horas, y de 8:30 a 14:30 los domingos y festivos. Los de Bravo Murillo, con 20 duchas masculinas y 13 femeninas, de lunes a domingo de 9 a 14 horas. En ambos sitios, la desinfección y la limpieza es constante, y el entorno, aunque sin grandes lujos, es moderno, amplio y luminoso.

Aunque parezca una reminiscencia de un pasado en el que el acceso al agua era un privilegio, el hecho de que sigan ofreciendo el servicio nos debe hacer reflexionar sobre la suerte que tenemos de contar con un grifo en cada casa del que sale agua 24/7.

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