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Marcando las horas y el agua: el reloj de Santa Brígida en Gran Canaria

  • Marcando horas y agua: reloj Santa Brígida Gran Canaria

Estas navidades he tenido la oportunidad de viajar a Gran Canaria, una isla que además de su belleza, guarda una estrecha relación con el agua a lo largo de su historia.

De hecho, en las excursiones que realicé siempre se ponía de manifiesto la importancia del recurso para el desarrollo de la región. Tanto es así que en los numerosos pueblos que visité, el edificio más importante de cada uno de ellos solía estar destinado antaño a la compañía de agua local.

En este sentido, una de las anécdotas que más me llamaron la atención fue la del reloj de Santa Brígida, ya fuera de uso, que contaba con un milimetrado mecanismo para dar la hora… y el agua.

Santa Brígida y los regantes

Santa Brígida es un municipio situado en el noroeste de Gran Canaria, a unos 15 kilómetros de Las Palmas. Es un pueblo de interior, situado en el barranco Guiniguada, por lo que su relieve es bastante accidentado. Su economía se ha basado tradicionalmente en la agricultura, aunque actualmente y debido a su cercanía al Campus Universitario de la capital, también ofrece zonas residenciales para estudiantes y trabajadores de la Universidad.

Santa Brígida (Wikipedia/CC)

En relación a los sistemas de cultivo, son en su mayoría de regadío, destinándose principalmente a productos hortícolas para abastecimiento urbano. Además, la localidad ofrece algunos de los mejores vinos de Canarias.

El agua para los regantes

En Canarias, la disponibilidad de agua es un problema histórico, dadas las escasas lluvias y la falta de infraestructuras. Santa Brígida no es una excepción. ¿Cómo se entiende entonces la llegada de agua para las explotaciones agrícolas?

Viajemos al siglo XIX. El impulso de la agricultura, amén de los pleitos entre los campesinos a la hora de repartir el agua, provocó la demanda de un reloj patrón que determinara el horario por el que regir los turnos para regar. Así, en 1881, la Heredad de aguas de Satautejo y La Higuera propuso instalarlo en lo alto de la torre campanario de la iglesia, un lugar visible desde todo el territorio. Incluso pidieron al Ayuntamiento una ayuda económica para dotar al pueblo de la máquina que serviría, además de para dar la hora, regular el reparto de las aguas.

El alcalde, don José González Hernández, no estaba por la labor, alegando la imposibilidad de incluir una partida económica para el reloj debido a las malas cosechas del último año, la sequía del invierno y otras cargas del pueblo. El proyecto se quedó entonces “dormido” durante 4 décadas, hasta que los propios regantes decidieron seguir adelante por su cuenta y riesgo.

El impulso de la agricultura, amén de los pleitos entre los campesinos a la hora de repartir el agua, provocó la demanda de un reloj patrón que determinara el horario por el que regir los turnos para regar

No fue hasta que terminó la I Guerra Mundial, que había detenido el tráfico marítimo a las islas, cuando comenzó a cumplirse el sueño de Santa Brígida. El aparato se encargó a Alemania, ya que la empresa exigía precisión en su realización. La firma elegida fue Bernhard Zacharia, la fábrica más antigua de la localidad de Leipzig, que le dio el número de registro 4051.

En 1920, el reloj estaba listo para partir hacia Gran Canaria, y a finales de este mismo año llegaba a la localidad un carruaje desde el Puerto de La Luz con el preciado objeto.

La instalación

Sin embargo, no fue tarea fácil su puesta en marcha, que finalmente recayó en el edificio de la Heredad. Mientras que el mecanismo pudo alzarse hasta el punto más alto del edificio, la pesada campana no encontró a ni un solo vecino capaz de subirla.

Fue gracias a una apuesta que uno de los habitantes ilustres de Santa Brígida, Jerónimo el Capullo, cargó en sus espaldas la campana de bronce y subió los 40 escalones que la separaban del cuarto donde debía instalarse.

Jerónimo el Capullo y su mujer (Ayuntamiento de Santa Brígida)

Desde entonces, el repique sirvió para que los labradores supieran cuando les correspondía regar con una precisión milimétrica.

A día de hoy, esta regulación no es necesaria, puesto que la modernización ha traído otros mecanismos a Santa Brígida para controlar el regadío. El reloj sigue funcionando, eso sí, testigo del tiempo y del agua que una vez repartió.

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