El objetivo tradicional de la modernización de regadíos ha sido la consecución de supuestos ahorros de agua a través del aumento de la eficiencia en la aplicación al cultivo. La evidencia científica y práctica mundial, así como de la FAO en 2017, han dejado patente que se produce una gran paradoja en relación con las expectativas de ahorro de agua para las cuencas (reducción de la presión por extracción). El aumento de la eficiencia del regadío tras la modernización conlleva un aumento de la evapotranspiración por parte de los cultivos, que pasa de este modo desde las cuencas a la atmósfera, y que se produce a costa de reducir los retornos de riego. Aunque desde el punto de vista productivo se consideran como pérdidas por parte de los regantes, los retornos en realidad son recursos reutilizables para los usos de la cuenca o los caudales circulantes aguas abajo. En definitiva, el aumento de la eficiencia produce un aumento de la captación del agua por el cultivo, creándose un déficit para la cuenca (“efecto rebote”).
Tras la aplicación del riego (uso) la fracción del volumen de CONSUMO y de RETORNO dependerá directamente de la eficiencia del sistema de aplicación del agua de riego. En los riegos de baja eficiencia por gravedad, una parte del Suministro (USO) tiene en exclusiva una función impulsora, que no se evapotranspira y, tras cumplir dicha función, sale de la parcela en gran proporción. En la modernización con cambio a riegos presurizados más eficientes, como no se necesita esta fracción impulsora, los retornos pasan después a poder “capitalizarse” por el cultivo en proporción directa a la mejora de la eficiencia del sistema de riego. Pero esto supone una pérdida automática de recursos para la cuenca en la misma cantidad en que se reducen los retornos de riego.
"Contrarrestar el “efecto rebote” para ahorrar agua necesita de una adecuada y estricta reducción del agua suministrada al regadío"
Este aumento de consumo por la eficiencia se explica porque se permite que los cultivos empapen mejor el suelo durante más tiempo y tengan uniformidad del riego. Este fenómeno se denomina “efecto rebote intrínseco”, que acaba frustrando las expectativas de ahorro de agua, ya que redundará en un aumento de la producción, pero no en ahorro de agua para la cuenca. En la práctica, las modernizaciones se aprovecharon además para realizar cambios que aumentan aún más el consumo de agua, como el incremento de la superficie regada, la atención a parcelas regables en precario o sin agua, las dobles o triples cosechas, el cambio a cultivos más productivos, el aumento de densidad de plantación y el cultivo de precisión (“efecto rebote de segundo nivel”). Contrarrestar el “efecto rebote” para ahorrar agua necesita una adecuada y estricta reducción del agua suministrada al regadío, que habría que determinar caso por caso mediante la contabilidad del agua comparada. Así, tras la modernización, el organismo de cuenca debe realizar una reducción de suministro al regadío que tiene que ser superior a la suma de del agua recuperada de las fugas junto con la reducción de retornos producidos por el aumento en la eficiencia de riego. Visto de otra forma, si la reducción de suministro al regadío es menor que la reducción de los retornos de riego tras la modernización, no se habrá ahorrado agua para las cuencas. El ahorro real para las cuencas (reducción de la presión por extracción de las cuencas) debe ser medido a través de la variación del índice WEI+ = (suministros – retornos) / recurso disponible. Pero esto es algo que por lo general no se ha hecho. Dependiendo del aumento de eficiencia y las dotaciones, se debería reducir entre el 40 y el 50% el suministro al regadío para evitar el “efecto rebote” y empezar a ahorrar agua para las cuencas. Sin embargo, las autoridades Agrarias (PEPAC) denominan “ahorro potencial” a la reducción de suministro resultante de la multiplicación del aumento de las eficiencias (conducción y regadío) por las aportaciones iniciales al regadío. Además, han considerado erróneamente que cualquier reducción en los suministros (USO) es un buen indicador del “ahorro efectivo” de agua para la cuenca, lo que es del todo incorrecto, como hemos visto anteriormente. El pronóstico es que las acciones del PEPAC aumentarán el consumo de agua en España, agravando la sostenibilidad del regadío y la resiliencia de los ecosistemas acuáticos ante el cambio climático, incumpliendo su objetivo de contribuir a la DMA.
Un regadío más eficiente es un regadío más consumidor y más productor porque “capitaliza” el agua de los retornos de riego, que se pierden para las cuencas.