2016 es un año clave si pretendemos alcanzar el acceso universal al agua y al saneamiento en 2030.
Como mencionaba en una de mis reflexiones anteriores, aunque tenemos 15 años para conseguir las metas de los Objetivos de Desarrollo Sostenible, este año 2016 será crítico para establecer la dirección a seguir y los compromisos necesarios para alcanzarlos. Y para ello existen, a mi entender, 10 elementos clave a tener en cuenta desde este primer año de la Agenda 2030:
1. Universalidad: el agua y el saneamiento deben garantizarse a todas las personas, de forma equitativa y sin discriminación. Existen desigualdades en las oportunidades para el disfrute de los derechos humanos al agua y al saneamiento en todo el mundo, aunque no siempre se producen de igual modo. Algunos tipos de discriminación, como las relacionadas con el género, la edad, el ámbito rural o las necesidades especiales, aparecen de forma generalizada, mientras que otras relacionadas, por ejemplo, con la pertenencia a etnias, razas o minorías lingüísticas específicas, pueden variar entre unas regiones y otras. Para avanzar hacia la universalidad será preciso desarrollar tecnologías y metodologías de trabajo adaptadas a cada colectivo y contexto, estableciendo niveles de servicio equitativos. No existen soluciones universales.
2. Ruralidad: 7, 8 y 9 de cada 10 personas que, respectivamente, no tienen acceso a saneamiento mejorado, a fuentes mejoradas de agua o que practican la defecación al aire libre, viven en el ámbito rural. Es imprescindible visibilizar estas inequidades que quedan ocultas cuando se manejan datos agregados de acceso, lo que ocurre de forma recurrente en los informes oficiales nacionales o en las estadísticas internacionales. Las soluciones de acceso al agua y saneamiento en el ámbito urbano no son extrapolables al rural, en donde es más caro y complejo intervenir. Y la población rural no suele encontrarse en las prioridades políticas nacionales ni internacionales.
3. Género: Las mujeres suelen ser las más afectadas por la falta de acceso al agua y al saneamiento, por ejemplo al destinar muchas horas al día para recoger agua para sus familias, en detrimento de su educación o su actividad productiva, o al poder sufrir agresiones en el trayecto hacia puntos de agua o saneamiento fuera de las zonas habitadas. Existen numerosas experiencias que muestran que la integración de un enfoque sensible al género en las intervenciones de agua y saneamiento y la implicación de mujeres y hombres en el diseño e implementación de las mismas puede tener un impacto muy positivo sobre su eficacia y sostenibilidad.
4. Asequibilidad: el acceso al agua y al saneamiento no puede depender de la capacidad de pago de las personas. Esto no significa que los servicios de agua y saneamiento deban ser gratuitos, pero sí que deben estar disponibles a un precio asequible para todas las personas y de forma que no limite la capacidad para disfrutar de otros bienes y servicios garantizados por los derechos humanos. Dado que las personas que quedan sin acceso al agua y al saneamiento son las más pobres, la asequibilidad será un tema especialmente crítico.
5. Concreción: las actuales metas de agua y saneamiento de los Objetivos de Desarrollo Sostenible tienen elementos positivos respecto a los anteriores Objetivos de Desarrollo del Milenio, aunque el verdadero compromiso con el acceso universal al agua y al saneamiento dependerá de la definición de indicadores coherentes y medibles que permitan monitorizar los avances. Estarán listos en el primer trimestre de este año.
6. Financiación: la Agenda 2030 no será viable sin compromisos presupuestarios ambiciosos. Debemos pensar que llegar a los actualmente 663 millones de personas sin acceso básico al agua y a los 2.400 millones sin acceso a saneamiento será más complejo y costoso que los avances conseguidos en los pasados 15 años, pues estas personas son las más pobres y se concentran en el ámbito rural.
7. Sostenibilidad: no pocas veces se pueden encontrar familias o localidades que están contabilizadas en los informes nacionales como “con acceso” al agua y al saneamiento, pero que en realidad no cuentan con dichos servicios ya que tras unos años de funcionamiento han dejado de ser operativos por falta de financiación, averías o mala gestión. Por tanto es preciso prestar atención no solo al aumento de las tasas de cobertura sino definir desde el inicio de los proyectos las medidas necesarias para garantizar la sostenibilidad de los sistemas y servicios.
8. Cooperación: alcanzar la universalidad en el acceso básico al agua y al saneamiento en el menor tiempo posible precisa de la implicación y colaboración de todos los países, ricos y en desarrollo, de forma que se disponga de la financiación, los conocimientos, las tecnologías y los procesos de trabajo adecuados. Además, será necesaria la colaboración de todos los actores: administraciones públicas, empresas, organizaciones sociales y universidades. Aunque haya gente a quien no le guste escucharlo, ninguno de ellos, y repito, NINGUNO, es suficiente por sí solo para alcanzar los objetivos perseguidos.
9. Coherencia: los Objetivos de Desarrollo Sostenible deben ser entendidos como un conjunto de metas interdependientes, por lo que requieren de políticas nacionales e internacionales coherentes, que vayan más allá de lo sectorial. En el agua y saneamiento las interrelaciones son especialmente evidentes, como en el caso del nexo agua-alimentación-energía.
10. Seguimiento: para que la agenda sea efectiva y creíble los gobiernos deben incorporar los ODS en sus políticas y planes y rendir cuentas anualmente sobre el avance nacional y sobre la contribución a las metas globales.
Estos elementos (entre otros) deberían estar en la cabeza de cualquier entidad que esté involucrada en políticas y acciones relacionadas con el agua y saneamiento y los Objetivos de Desarrollo Sostenible a nivel nacional o internacional.