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En la piel de quienes están quedando atrás

Sobre el blog

Alberto Guijarro Lomeña
Ingeniero Industrial y Posgrado en Cooperación Internacional. Agua, saneamiento, Agenda ODS, desarrollo, sostenibilidad, RSE.
  • piel quienes están quedando atrás

Pongámonos por un momento en la piel de quienes piensan que estamos en la senda correcta para el cumplimiento del ODS 6, y especialmente del acceso universal al agua (ODS 6.1).

Desde mi punto de vista, decir que estamos en la senda correcta es equivalente a asumir que dejar a millones de personas atrás es aceptable. Si lo pensamos detenidamente, no pocas personas piensan que hay muchas razones que justifican dejar atrás a las personas más vulnerables en el acceso seguro al agua. En unos casos lo declaran abiertamente, aunque en su mayoría esta afirmación no se manifiesta públicamente o se encuentra oculta en la inacción. Y sus argumentos son muy simples.

No es dejar a gente atrás -dicen- es empezar por el otro lado de la cadena: por las personas que no tienen actualmente acceso pero que están en mejores condiciones para conseguirlo. Tal es el caso, por ejemplo, de las personas que viven en barrios pobres o zonas periurbanas deprimidas de grandes ciudades.

Y esto se justifica por la envergadura de las acciones que es necesario acometer. Como el reto pendiente es enorme – 2.100 millones de personas sin acceso seguro al agua - y los recursos limitados – claro, dicen, es que muchos países ricos hemos atravesado años de grave crisis económica y financiera -, la solución que se propone es comenzar por lo más sencillo y rápido para conseguir avances de los que podamos sentirnos satisfechos, y que a la vez sirva para justificar el no adoptar medidas más firmes -y, dicho sea de paso, más justas-.

Este planteamiento es un nivel ligeramente menos extremo que el muchas veces oído “nuestros pobres primero” cuando se debate sobre la lucha contra la pobreza a nivel global, en el que se argumenta que tiene todo el sentido comenzar por “nuestros pobres”, los más cercanos y, por tanto, una pobreza más sencilla y económica de remediar – y aun así, todavía sin solucionar-.

En este mismo sentido se justifica la lentitud de los avances para alcanzar el acceso universal al agua, poniendo el foco en los progresos y olvidando a las personas que están quedando atrás. Entre 1990 y 2015 2.600 millones de personas lograron acceder a una fuente de agua, lo cual es bueno, por supuesto, pero esto no puede ser una excusa para no exigir más políticas, acciones y fondos para conseguir el acceso universal. Estos avances no pueden ser una justificación para no rasgarnos las vestiduras por que todavía falten miles de millones de personas sin su derecho al agua garantizado.

Y cuando estamos hablando de un derecho humano reconocido por Naciones Unidas, no poner todos los recursos disponibles – y hay suficientes - a remediar la carencia del disfrute del mismo a millones de personas es, desde mi punto de vista, totalmente inaceptable.

Pongámonos entonces en la piel de las personas que están quedando atrás:

  • En la piel de las personas que viven en zonas rurales y que conforman el 80% de los seres humanos sin acceso seguro al agua. Son las más alejadas, siendo más difícil y costoso intervenir, y muchas veces son ignoradas puesto que no constituyen una masa crítica suficiente para exigir soluciones a su situación frente a los habitantes de núcleos urbanos, mucho más visibles políticamente.
  • En la piel de las mujeres y las niñas que son responsables de la recogida de agua en 8 de cada 10 hogares cuando no la tienen disponible dentro de los mismos, lo que echa por la borda su educación y sus oportunidades de empleo cuando tienen que destinar varias horas diarias a esta actividad.
  • En la piel de las personas que huyen de sus hogares a causa de conflictos o por cuestiones ambientales, que tienen dificultades para acceder al agua (y al saneamiento e higiene), lo que pone en peligro su salud y su supervivencia
  • En la piel de las tribus nómadas, los pueblos indígenas y otras personas que carecen de acceso al agua, aumentando su vulnerabilidad
  • En la piel de las personas con discapacidad y de otros colectivos y grupos que cuentan con dificultades específicas para acceder al agua en condiciones dignas y seguras

Son personas que no están disfrutando de un derecho humano reconocido por Naciones Unidas, lo que está originando que no tengan las condiciones económicas, de salud y educativas para disfrutar de una vida digna, e incluso en ocasiones poniendo en peligro su misma existencia.

Ante esta situación, conformarnos con los avances existentes no es más que condenar al olvido a las personas más vulnerables, las más marginadas, y una forma sutil de eludir una responsabilidad histórica de los países ricos -causantes en gran parte de la pobreza en muchas regiones del planeta- y una responsabilidad actual de toda la comunidad internacional para no dejar a nadie atrás en el acceso al agua.

Porque sí, es cierto que muchos países ricos hemos estado en una grave crisis que ha afectado de forma terrible a muchas personas. Ante estas situaciones es preciso actuar poniendo a las personas en el centro, y empezando por las más vulnerables.

Pero esto no puede ser una excusa para olvidarnos de las personas extremadamente vulnerables que en diversas regiones del planeta están quedando atrás en el acceso al agua; personas que viven en una crisis permanente.

Estamos a tiempo de remediarlo. Sabemos cómo hacerlo, pues numerosas entidades hemos demostrado que es posible, que conocemos las metodologías de intervención, el tipo de políticas, tecnologías y procesos que es necesario impulsar, siempre poniendo a las personas más vulnerables en el centro y como protagonistas activas de las mismas.

Y existen recursos más que suficientes. El Banco Mundial estimaba hace unos años que es necesario invertir más de 100.000 millones de dólares anuales de aquí a 2030 para alcanzar las metas de agua y saneamiento. Puede parecer, y lo es, una cifra significativa, pero nada comparable con la dignidad de miles de millones de personas, cuyo valor es incalculable. Y si hablamos solo de dinero (que en cualquier caso no podemos ni debemos hacerlo), hablemos de los beneficios que conllevan la mejora del acceso al agua y al saneamiento para, por ejemplo, los ingresos familiares y para la disminución de gastos sanitarios.

En definitiva, es preciso, urgente y justo impulsar soluciones para las personas más vulnerables en el ODS y en el resto de Objetivos, y es necesario empezar por ellas.

Lo único que hace falta es voluntad para hacerlo, para no dejar a nadie atrás.

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