Sí, tú y yo lo sabemos, no es culpa del agua del grifo. Pero todos los años cuela. Verano tras verano la misma coartada. ¿Por qué sigue funcionando? No lo sé, pero vamos a contarle a esta gente cómo va la cosa.
Después de todo el año currando por fin llega tu semana favorita. La de las fiestas del pueblo. No te la pierdes nunca, pase lo que pase. Apuras en la oficina hasta el último momento para cerrar los últimos marrones urgentes, pero en cuanto puedes te escapas. Te subes al coche aflojando la corbata, te quitas los zapatos en un semáforo y enfilas camino al terruño donde te esperan los colegas de toda la vida.
En cuanto llegas se te cambia la cara. Dejas el coche, das dos besos a la abuela, cambias el traje por unos pantalones y una camiseta y te acercas al bar. Allí te reciben con un botellín bien fresquito, y otro para que no se sienta solo. En breve llega el tercero, no sea que los dos se peleen en tu barriga. Quizá un torrezno o una ración de aceitunas acompañan alguna de las rondas.
Después toca ir a la peña. Hay que hacer inventario. Camisetas nuevas, unos temazos para calentar el ambiente antes de bajar a la plaza y cubatas. Muchos cubatas. Abre una botella que como no empecemos ya nos acaba sobrando la mitad de lo que hemos comprado. Y no es plan.
Por cierto, hoy cenamos en la barbacoa que ha puesto la comisión de festejos para sacar algo de dinero para pagar al de la disco móvil. Una tira de panceta cruda para recordar una anécdota de cuando eráis chavales, un bocata de chorizo, unos litros de calimocho, más cervezas y de vuelta a la peña a seguir con los cubatas hasta que termináis de poneros al día.
Por cierto, el churrero de la plaza ya tiene el puesto funcionando, antes de irnos a acostar le hacemos una visita. ¿Pero qué hora es? Pues no sé, pero hace un sol que se caen los gorriones de culo. Nos vemos para el aperitivo. Y ten cuidado con el agua del grifo, que todo el que viene se pone malo los primeros días.
Y así es. Te levantas arrastrando un cuerpo escombro hasta el cuarto de baño. El retrete sufre tus efluentes y notas una mezcla de olores a medio camino entre una pocilga y una destilería. Una ducha y otra vez a poner las posaderas en el retrete. Tu abuela te vocea ¿Estás bien, muchacho? No mucho, piensas, pero la dejas que se conteste sola. Lo mismo es el virus ese, creo que el de la Rosario también estuvo malo la semana pasada, si has andado con él lo mismo te lo ha pegado. Dicen que es del agua, todos los veranos igual, con tanto turista. Como aquí bebemos del botijo que sube tu abuelo de la fuente no nos pasa ná.
¿Virus en el agua del grifo? Si no he bebido agua en el tiempo que llevo aquí. Será mejor que me suba al bar a tomar unos tercios, a ver si así se me asienta el estómago un poco. Seguro que estos ya andan por allí.