En 2019 se cumplirán 40 años de la celebración de la I Conferencia Mundial sobre el Clima. Era la primera oportunidad que tenían científicos de todo el mundo para debatir sobre un inusual y complejo fenómeno denominado “cambio climático”. La idea de que el clima fuera susceptible a la influencia humana no era nueva, pero la falta de consenso científico al respecto había sofocado cualquier razón para entrar en pánico. Los científicos que se congregaron en Ginebra planearon cambiar ese escenario y el consenso al que llegaron fue, sin duda, un game-changer. No solo identificaron claramente a la actividad humana como un factor significativo en el cambio del clima, sino que predijeron un preocupante escenario si se ignoraba el problema.
El presidente de la conferencia, Robert M. White, afirmó en su discurso de apertura: "En poco más de veinte años, estaremos celebrando la llegada de un nuevo milenio que podría representar el final de una era en la relación de la humanidad con el planeta y la capacidad de este para sostenernos. Hay muchos que estarán en desacuerdo con el momento de este acontecimiento, pero pocos discreparán con la probabilidad de que se produzca. Según cualquier criterio, ya sea en relación con la población, los alimentos, la energía o el estado global del medio ambiente, es posible que pasemos a un nuevo status quo alrededor del año 2000. Esta transición señalará también un nuevo nivel en la importancia del clima para la sociedad.”
Las palabras de White se tornan hoy proféticas. 2015, 2016 y 2017 han sido los años más cálidos desde que, en 1880 empezaron a registrarse estos datos. Pero las temperaturas solo cuentan una pequeña parte de la historia. La frecuencia de los fenómenos meteorológicos extremos se ha intensificado en muchos países del mundo, provocando ingentes costes económicos y un estancamiento de los índices de desarrollo como consecuencia los ciclones tropicales, inundaciones o sequías.
España no es ajena a estas claras señales de la continuidad del cambio climático a largo plazo. Aunque relativamente aliviada por un lluvioso comienzo de 2018, nuestro país cerró 2017 con todas las alarmas encendidas por una sequía que venía fraguándose desde 2014. Las graves consecuencias en sectores como la agricultura o la energía han elevado el debate sobre el clima y el agua en nuestra sociedad y han convertido las respuestas políticas en una necesidad demandada desde amplios sectores.
Este número de iAgua Magazine analiza desde todos los puntos de vista los impactos del cambio climático en los recursos hídricos y como nuestro sector debe dotarse de herramientas (tecnológicas, políticas y de gestión) que aceleren la adaptación a una realidad que muy pocos pueden negar ya sin verse sepultados por la evidencia.