Una de las primeras tareas que me impuse cuando en 2007 me mudé a Madrid fue visitar los embalses de Entrepeñas y Buendía. Aquella tarde del sábado 2 de junio, bajo un sol de justicia, pude ver por primera vez el Mar de Castilla (o lo que quedaba de él), recorrer la Ruta de las Caras, intuir los restos del poblado de La Isabela o pasear por el pueblo de Sacedón. Quizás hasta me crucé sin saberlo con uno de sus más ilustres habitantes, el mismísimo Santiago Molina que con los años se convertiría en gran amigo y que hoy prologa este libro.
Con el que sí me topé aquel día por primera vez fue con Alvizlo. Y no fue en persona sino gracias a un comentario en la herramienta digital que probablemente ha marcado con más fuerza nuestras vidas profesionales: el Blog. Me recomendaba Alvizlo, el seudónimo que siempre ha utilizado Alberto Vizcaíno López, una ruta alternativa con escalas en Vellisca y Alcazar del Rey que todavía tengo pendiente a pesar de ser, con seguridad, la más enriquecedora que un viajero pueda disfrutar en aquellas tierras.
Mi pequeño blog personal se convirtió tiempo después en iAgua y Alberto Vizcaíno se consolidó como el Productor de Sostenibilidad por excelencia de este país. Mientras tanto, las redes sociales y ese elemento dinamizador que ha sido el Instituto Superior de Medio Ambiente nos permitieron desvirtualizarnos e ir estrechando nuestra amistad. En los últimos años he podido compartir con Alberto interminables charlas en las que he sido testigo de su enciclopédico conocimiento del sector ambiental en general y de áreas como la gestión de residuos, el consumo sostenible, las políticas de agua y energía o la responsabilidad social de la empresa en particular.
Además de su sapiencia, cabe destacar dos cualidades que le engrandecen como profesional y como persona. Una es la humildad que le permite escuchar y absorber lo mejor del discurso de otros expertos. Y la segunda, y quizás la más importante, es su integridad. No es Alberto Vizcaíno una persona con dobleces, ni alguien que se esconda a la hora de defender sus opiniones. Lo hace con convencimiento e incluso con vehemencia. Caiga quien caiga y cueste lo que cueste. Una actitud que le hace ser admirado, pero también temido. Es, sin lugar a duda, el enfant terrible del sector ambiental, ese Pepito Grillo que susurra en la conciencia de políticos, empresarios, periodistas o ecologistas y que les obliga a hacer las cosas mejor, so pena de ser objeto de uno de esos posts que corren como la pólvora por las redes sociales. Una figura imprescindible a la que todos debemos agradecer su valor y su generosidad a la hora de compartir su conocimiento y concienciar a la sociedad.
Estoy convencido de que este libro, que recopila lo mejor de los 10 años de www.productordesostenibilidad.es, animará a muchos a mirarse en el espejo y preguntarse qué pequeños o grandes gestos tenemos cada día en nuestra mano para avanzar hacia ese futuro mejor que Alberto quiere legar a las generaciones venideras.
Por todo ello, gracias.