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Un señalamiento injusto

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Los regantes nos sentimos injustamente señalados como únicos culpables de la contaminación por nitratos, tal y como expresamos desde FENACORE en el Consejo Nacional del Agua, donde votamos en contra del proyecto de Real Decreto de protección de las aguas contra la contaminación difusa producida por los nitratos procedentes de fuentes agrarias, además de contra la modificación del Reglamento de la Planificación Hidrológica en pleno proceso de planificación y expuesto a información pública, todo un despropósito que vendría a ser como si un árbitro cambiara las reglas del juego en mitad de un partido.

En este sentido, conviene remarcar que la contaminación por nitratos es difusa en el tiempo, en el espacio y en su origen. Por lo que lamentamos que el nuevo Decreto mediante el que el Ministerio para la Transición Ecológica y el Reto Demográfico (MITECO) pretende evitarla no regule otras fuentes de contaminación, como las miles de pequeñas localidades que no depuran sus aguas, la gran cantidad de pozos negros todavía existentes en caseríos y viviendas aisladas, los vertidos industriales sin tratar, el almacenamiento de lodos procedentes de las depuradoras…

Asimismo, la nueva norma incrementa de forma significativa la superficie catalogada como vulnerable, al rebajar los umbrales que llevan a la identificación de las aguas afectadas desde los 50 hasta los 37,5 miligramos de nitratos por litro, estableciendo requisitos y condicionantes más exigentes que los de la Unión Europea.

Daños en el sector agrario y ganadero

En este marco, desde la Federación ya hemos avisado de que este cambio de criterio de identificación dañará gravemente al sector agrario y ganadero. Además, no se aplica en ningún otro país europeo, lo que hará que en España se consideren masas contaminadas de nitratos, aguas que en otros lugares no recibirán ese sambenito. Y ello, en la práctica, terminará afectando a la venta y exportación de ciertos alimentos, deteriorando un mercado que no pasa precisamente por su mejor momento.

En cualquier caso, es buen momento para remarcar la necesidad de fomentar la formación y de promover Códigos de Buenas Prácticas Agrarias en el regadío para seguir avanzando en la sostenibilidad y modernización de los sistemas de riego y, así, poder producir más alimentos usando menos agua y reduciendo nuestra huella ambiental.

Es buen momento para remarcar la necesidad de fomentar la formación y de promover Códigos de Buenas Prácticas Agrarias en el regadío

Pues bien, ahora que la ciudad escocesa de Glasgow ha acogido la llamada COP26, la cumbre internacional sobre el cambio climático; recordemos que, si el Gobierno quiere alcanzar la neutralidad climática de España de aquí a 2050, los cultivos de regadío son auténticos sumideros de dióxido de carbono, con el consiguiente efecto positivo sobre la disminución del efecto invernadero. Y que si los agricultores dejaran de cultivar los frutales, olivos, naranjos, viñas… y no cuidaran y protegieran los bosques y pastos de su propiedad, tales sumideros desaparecerían, lo que a la postre terminaría agravando los problemas medioambientales.

Pero además de absorber CO2, el regadío aporta oxígeno a la atmósfera por la fotosíntesis de la cubierta vegetal y contribuye también a reducir la erosión y la desertización, mediante el mantenimiento de la capa vegetal en cultivos de riego eficiente, dos peligrosas consecuencias que se podrían acentuar por el cambio climático.

De ahí, también, nuestra confianza en que los fondos europeos sirvan para impulsar de manera decidida la modernización del casi millón de hectáreas aún pendientes en España, teniendo en cuenta que el Plan de Recuperación, Transformación y Resiliencia de la Economía Española recoge 1.051 millones de euros para la transformación ambiental y digital del sistema agroalimentario y pesquero.

Porque por mucho que también nos señalen injustamente como agentes contaminadores, está más que demostrado que el regadío puede convertirse en un importante aliado en la lucha contra el cambio climático.