De seguro cuando leyó el título del presente artículo, lo primero que le vino a la mente es que el mismo se referiría a alguna tribu alejada en algún país en vías de desarrollo, sin embargo, a continuación abordaré el problema por el cual atraviesa una de las metrópolis más importantes de Sudamérica, y que a nivel regional cuenta con importantes reservas hídricas.
Pese a la disponibilidad de recursos hídricos en Brasil, la accesibilidad al abastecimiento es baja
Sí América Latina y el Caribe es la segunda región más urbanizada del planeta y una con la de mayores recursos hídricos (20.000 metros cúbicos por persona año), el caso de Brasil puede ser tomado de manera puntual para demostrarlo, debido a que más de doscientos millones de habitantes, el 86% de ellos vive en zonas urbanizadas, así como por su disponibilidad hídrica (29,066 metros cúbicos persona año). Pese a ello, Brasil al igual que muchos países de la región se enfrenta a la paradoja de que la disponibilidad no es sinónimo de accesibilidad, ya que su cobertura de agua potable (promedio urbano rural) es del 76,5%, lo cual resulta baja si lo comparamos con Uruguay (100%), Costa Rica (96%) o Ecuador (93%).
Sin embargo, el problema de la accesibilidad a fuentes de agua segura en Brasil se ha agravado de manera particular en algunos Estados, debido a la sequía de los últimos meses que ha generado una verdadera crisis hídrica, de manera particular en São Paulo, pues no sólo se trata de la suspensión del servicio de agua potable, sino también traducida en crisis energética (binomio: agua-energía), así como alimentaria (productos agrícolas).
En el caso brasileño nos enfrentamos a un Estado Federal, en el cual el manejo de las políticas en materia de agua potable y saneamiento son de competencia central y local, mientras que la prestación del servicio es municipal, aunque en algunos casos se lo realiza a través de “empresas estaduales” (que aprovechan las economías de escala) vía contratos de concesión.
Sin embargo, debido a la extrema sequía y a los posibles racionamientos (fórmula 5x2: cinco días sin agua, dos días con agua), el problema se aborda en la actualidad de manera conjunta entre los entes subnacionales y el gobierno central, ya que algunos embalses que abastecen a las regiones más importantes se encuentran ya en “volumen muerto”. Situación que ha obligado a algunas ciudades a suspender o acortar las celebraciones del Carnaval, así como a utilizar medidas de racionamiento.
El problema de la sequía en Brasil ha sido calificado como uno de los más graves en materia medioambiental de las últimas décadas, el cual si bien es cierto se debe en buena medida a un factor externo (clima y precipitaciones), también existe una responsabilidad de las autoridades locales y nacionales, pues era necesario prever las reservas necesarias en los embalses, así como realizar la inversión correspondiente en infraestructura para evitar éste tipo de problemas.
En mi opinión, en el caso narrado así como en la mayor parte de ciudades latinoamericanas, éste tipo de problemas deben convertirse en oportunidades para alcanzar una verdadera gobernabilidad en materia hídrica, con una eficiente e inteligente inversión en infraestructura, pero también con la aplicación de políticas que permitan la sostenibilidad de los servicios, para ello no le vendría mal a Dilma Rousseff unos consejos de la ambientalista Marina Silva, con quien disputó la presidencia en los comicios pasados.