La mayoría de los políticos populistas suelen decir que el agua es cara, argumentando planteamientos demagógicos, basándose en tres premisas:
- Es un bien necesario para la vida y la higiene de todos
- Es un bien natural, y renovable.
- Es un bien público.
Estos tres enunciados realmente son ciertos, pero ninguno de ellos induce a pensar que el precio que pagamos por el agua sea caro o excesivo.
Respecto al primer enunciado, podríamos decir que la comida es necesaria también, pero por kilo o litro es mucho más cara que el agua, y eso que podemos pasar más tiempo sin comer que sin beber.
En cuanto al segundo planteamiento, la comida, aunque sea más o menos elaborada, es también natural, pero hace ya mucho tiempo que dejó de ser renovable de forma natural, y debemos cultivar terrenos y alimentar ganado para tenerla, lo que provoca que en ningún sitio la comida ya sea considerada un bien público.
Como me recordó de forma vehemente hace 25 años un abogado al que le corté el agua por falta de pago, en España, según el artículo 132.2 de la Constitución y según la Ley de Aguas de 1985, el agua es un bien de dominio público estatal y no se puede vender ni comprar.
Entonces ¿por qué se cobra el agua y a ese precio? Pues realmente es que no se cobra por el agua ya que el agua es gratis. Se cobra por el servicio de llevarla hasta tu casa con calidad, cantidad, presión y continuidad, y por evacuar el agua residual y pluvial, depurarla y reutilizarla antes de devolverla al cauce público. Es decir, que se cobra por el servicio de que tengas agua corriente, en ambas acepciones del término: porque fluya de forma circular y porque dispongas de ella 24 horas al día durante los 7 días de la semana. Por eso, al colérico abogado al que corté el agua, le tuve que contestar llevando el caso al límite diciéndole: “puedes irte al pantano de Alarcón y bebértelo entero gratis, pero tener agua corriente en tu casa es otra cosa”.
Una vez definido que el agua no es cara ni barata, simplemente es gratis, queda ver si el servicio de agua “corriente” es caro o barato. Lo primero que debemos de considerar es que tanto caro como barato son adjetivos comparativos, es decir, que se deben comparar con algo.
Ya hemos visto que el servicio de agua corriente es más barato que la comida, más barato que la energía eléctrica, más barato que la gasolina, más barato que el teléfono, e incluso sabemos que es mucho más barato que el agua embotellada. Si lo comparamos con tener que ir andando varios kilómetros a coger el agua a una charca diariamente, como hacen en muchos países subdesarrollados, parece que sigue siendo muy barato el servicio de agua corriente. Incluso si lo comparamos con el precio de otros países de la Unión Europea en los que no hay la escasez que hay aquí, el precio del servicio de agua corriente en España es mucho más barato, y ello se debe a que en España no cumplimos con las Directivas Europeas y legislaciones españolas que nos obligan a que se repercutan en el precio del servicio de agua corriente todos los costes. Esto es debido a que, a pesar de que el agua es un bien público estatal, la titularidad del Servicio del ciclo integral del agua es municipal, y al no existir una reglamentación tarifaria homogénea en el estado, se permite que los políticos municipales fijen su precio a la baja porque creen que perderán votos si la suben o porque su ideología les obliga a decir que el agua es cara.
Entonces, ¿por qué insisten en decir que el agua es cara? Porque es de los pocos precios que pueden fijar los políticos locales cortoplacistas, y porque siempre esperan que otras administraciones públicas (españolas o europeas) financien parte de sus costes e inversiones. Pero principalmente esgrimen que el agua es cara, cuando la gestión del servicio es indirecta, alegando que esas empresas tienen unos beneficios que podrían ahorrarse si la gestión fuese directa, lo cual es un error como puede verse en el artículo de iAgua de hace muy pocos días, en el que, basándose en datos de la OCU, se demuestra que el precio de agua no depende de que la gestión sea directa o indirecta.
Las empresas que llevan la gestión indirecta del agua disponen de medios económicos y técnicos que muchos ayuntamientos pequeños y medianos nunca podrían disponer, pero además pueden aprovechar economías de escala y sinergias por el agrupamiento de la gestión, que es muy difícil que los ayuntamientos que no sean grandes puedan conseguir. Incluso las grandes empresas públicas de gestión del agua rara vez lo son de un solo municipio, y normalmente no se les puede considerar gestión directa pura, ya que además de estar constituidas como sociedades anónimas, suelen trocear el servicio subcontratando gran parte a las empresas privadas, por lo que realmente sus empleados se convierten en meros intermediarios preparadores de licitaciones y supervisores de subcontratas, muchos de los cuales sobrarían si se pasase a la gestión indirecta pura.
Aun así, debo aceptar que el servicio de agua corriente es caro para la gente que no puede pagarlo: los considerados vulnerables económicamente. Por este motivo y porque el agua en si es gratis, es por lo que pienso que es conveniente que existan en todos los municipios fuentes públicas donde poder beber y llenar garrafas.
No obstante, para esa gente existe desde hace años las bonificaciones en las tarifas por reglamentaciones municipales y por la transposición al agua de la Ley de Pobreza energética, pero no deben de olvidar esos políticos que lo que no pagan unos deben pagarlo los otros, por lo que las tarifas deben subirse a los que pagan para que algunos puedan tenerla gratis. Como suelo simplificar yo, si queremos que los “rubios” no paguen el agua, los “morenos” tendremos que pagar más, y vigilar que no haya morenos tiñéndose el pelo, y recordar que esa vigilancia también cuesta dinero.
Pero no se debe llegar a planteamientos extremos de sea gratis para todos o se pague por debajo de su coste real sin ser proporcional al consumo, y el servicio se financie de otra forma. Todas las experiencias de ese tipo siempre han sido nefastas porque han acabado derrochando agua por las pérdidas por falta de mantenimiento, incluso llegando a secar los recursos. No hay que olvidar que lo que no tiene precio, no tiene valor, y lo que no tiene valor nadie hace nada por mantenerlo. Como ocurrió en la Habana, que a pesar de que la dotación total suministrada por habitante era mucho mayor que la necesaria, tenía problemas de abastecimiento con restricciones horarias porque era incapaz de mantener la presión en las redes porque nadie reparaba los grifos y cisternas de las viviendas, con lo que tenían toda la red abierta. La solución fue instalar contadores de agua y empezar a cobrar el agua en función de su consumo. De manera similar se está haciendo en la mayoría de los sistemas creados por ONG para abastecimientos, donde incluso se está desarrollando el sistema de contadores de agua de prepago, para ayudar a la financiación del mantenimiento de instalaciones y a la concienciación de que es un bien que hay que salvaguardar.
Resumiendo, el agua no es cara ni barata, es gratis, pero el servicio de agua corriente en España es demasiado barato para la escasez que hay en España y el deterioro de sus infraestructuras.