Tras haber ayudado personalmente a desarrollar en Cuba sistemas PPP (de colaboración público privada) y a implantar en la Habana tarifas de agua en función del consumo cuando el agua era gratis, todo ello para poder resolver su problema de continuidad de suministro de agua de calidad, me resulta curioso ver que sigue habiendo gente que defiende la gestión pública sin límites y defiende la gratuidad del agua sin ver que a lo que no se le ha puesto precio, acaba no teniendo valor. Las ONG con las que colaboro desde hace tiempo en proyectos de abastecimiento de agua, tienen claro que, junto con las ayudas e inversiones en infraestructuras de abastecimiento y saneamiento, hay que dotarse de un modelo autosuficiente y sostenible de mantenimiento y operación de las infraestructuras para que no se abandonen y se deterioren en poco tiempo, y que la forma es el establecimiento de un precio asequible a los usuarios (evidentemente subvencionado) e incluso a veces un sistema de prepago para asegurar la equitativa distribución de un bien escaso.
En 2015 la ONU, como continuidad a los ODM (Objetivos de Desarrollo del Milenio), definió los 17 Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS), que se resumen con el lema “No dejar a nadie atrás” y que como número 6 establecía el objetivo de garantizar la disponibilidad de agua y su gestión sostenible y el saneamiento para todos.
Dicho objetivo se concretaba en 6 metas, como conseguir para el 2030 el acceso universal y equitativo al agua potable a un precio asequible para todos, como obtener el acceso a servicios de saneamiento e higiene adecuados y equitativos para todos y poner fin a la defecación al aire libre, como mejorar la calidad del agua, como aumentar el uso eficiente de los recursos hídricos, como implementar la gestión integrada transfronteriza de los recursos hídricos, y como proteger los ecosistemas hídricos.
Y en España, en plena fase de varias campañas electorales sucesivas, ¿Qué se está haciendo?: Dar un paso atrás, politizando el agua con demagogias de agua gratis, con ideologías como gestión directa si o si, con la promoción de regadíos sin control ni uso eficiente del agua, polarizando el tema de trasvases, etc….
Pero si no sirve dar pasos atrás para no dejar a nadie rezagado, tampoco sirve ir más lento o pararse. Para no dejar a nadie atrás, en España se debería dar un paso adelante, pero en la dirección adecuada, hacia la solidaridad hídrica, hacia la reducción de la obsolescencia de infraestructuras, hacia la profesionalización de los gestores, hacia el equilibrio económico y financiero de las tarifas, hacia la planificación a largo plazo de las inversiones, hacia la búsqueda de variadas fuentes de financiación, hacia la Investigación, desarrollo e innovación, hacia la ayuda a los necesitados, hacia la modernización del regadío, hacia la economía circular, y por supuesto hacia sostenibilidad medioambiental.
Para ello es necesario que el primer paso sea establecer un Regulador Nacional del Agua y Saneamiento que asegure la homogeneidad legislativa en los más de 8.100 municipios, facilitando las soluciones globales y mancomunadas a los problemas, que asegure que se repercuten en las tarifas todos los costes de gestión y las inversiones de renovación y ampliaciones, para que sean sostenibles a largo plazo y socialmente responsables, y que supervise la gestión eficiente de los servicios mediante revisión de indicadores que además facilite la transparencia en la gestión.
El segundo paso adelante que se debe dar es la definición de planes de inversiones municipales y macro municipales para largo plazo (mayores que una legislatura), no sólo en ampliación de instalaciones, sino también en renovación de infraestructuras, que desde la crisis están adquiriendo altos grados de obsolescencia por la ausencia de inversiones y su no repercusión en unas tarifas, que deberían ser autosuficientes y no lo son. Estas inversiones, a las que los municipios de forma individual difícilmente pueden llegar, no sólo se deben dirigir hacia la realización de las plantas depuradoras de aguas potables y residuales pendientes en algunas regiones españolas para cumplir con las directivas europeas, sino también en la realización de tratamientos terciarios que faciliten la reutilización del agua, y en la renovación de redes de abastecimiento y saneamiento, con muchas fugas por su elevada antigüedad, deterioro y por sus materiales deficientes, y también para la actualización de las instalaciones civiles y electromecánicas.
Evidentemente el tercer paso se debe dar en la dirección de crear sistemas para financiar las inversiones antes planificadas, tanto mediante financiación directa como por subvenciones y ayudas estatales, autonómicas y provinciales, o como por creación de tarifas o tasas o impuestos directos en el recibo del agua para pagarlas.
En un ambiente en el que se demoniza la gestión privada idealizando ideológicamente la gestión pública sin considerar el coste de la deuda pública y la ineficiencia de la burocrática gestión pública (que realmente la mayoría de las veces lo que hace es trocear y subcontratar los trozos a empresas privadas), el siguiente paso adelante se debería dar en la dirección de estudiar soluciones mediante sistemas de colaboración público – privada (PPP), para facilitar la financiación de las inversiones y la gestión eficiente con sistemas tan conocidos en España como la concesión y las empresas mixtas, pero también con sistemas, poco usados en España pero internacionalmente muy desarrollados, como el BOT (Construcción-Operación-Traspaso), y el DBO (Diseño-Construcción-Operación) en las que las empresas españolas de ingeniería y construcción son líderes mundiales.
No cabe duda que además será necesario dar el paso de despolarizar la política hidrológica, alejándola de la ideología para definir el mejor mix entre trasvases de aguas superficiales, nuevos embalses, uso estacional de aguas subterráneas - recarga de acuíferos, y uso de desaladoras, que mantenga la sostenibilidad del sistema y permita el abastecimiento a todas las regiones para todos los usos mediante la solidaridad hídrica, pero asegurando caudales ecológicos y compensaciones socioeconómicas a la España vacía y de secano; y la gestión de la demanda y el uso eficiente en el urbanismo, el turismo y la agricultura de regadío mediante el control y medición de caudales y la modernización de redes e instalaciones.
Otro de los aspectos en los que hay que dar no uno, sino muchos pasos en la dirección adecuada, es en incentivar la I+D+i, donde la inversión pública en España es casi inexistente y la inversión privada es muy escasa por la falta de incentivos fiscales, ayudas, subvenciones y por la ya mencionada demonización de la gestión privada.
Pero, ¿y fuera de España qué? Pues, aunque son exportables la mayoría de los pasos mencionados, el camino a seguir es mucho más largo porque hay mucha más gente en peligro de exclusión, y se debería completar con pasos como el fomento de la educación internacional medioambiental, las ayudas y subvenciones en materiales y equipamiento para asegurar que llegan a su destinatario, la transferencia de conocimiento en sistemas de gestión y en modelos de sostenibilidad medioambiental, el apoyo financiero de los países más desarrollados a los menos, el incremento del I+D+i en soluciones asequibles para ellos para garantizar la disponibilidad de agua y su gestión sostenible y el saneamiento para todos.
Todo eso se debe concretar en pasos adelante como por ejemplo la creación de becas de intercambio tipo “Erasmus” para cursos universitarios y de formación profesional, pero con universidades, organismos y ONGs en países con problemas de disponibilidad de agua y saneamiento, o como incentivos fiscales en los países desarrollados por la creación de puestos de trabajo en buenas condiciones salariales y sociales en los países del tercer mundo, como implantar sistemas para el control de la corrupción, como crear modelos de gestión que permitan la autogestión de sus recursos naturales para esos países, etc…
En conclusión, hay que andar todo un camino despolitizando el agua, ya que el agua es una cuestión de Estado, y es la única forma de “no dejar a nadie atrás”.