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El cambio climático y la agricultura

  • cambio climático y agricultura

En los próximos decenios veremos la consolidación de diversos efectos que el cambio climático está ocasionando en nuestras actividades. Entre los múltiples retos que conlleva, el de la seguridad alimentaria es trascendental. Queremos aprovechar esta colaboración para mostrar algunos puntos importantes que han sido señalados al respecto.

El cambio climático ya está afectando al sector agrícola

México es un país con gran vulnerabilidad a los efectos del cambio climático, hacia el noroeste con zonas afectadas por sequías cada vez más acentuadas, hacia el sureste con inundaciones más constantes; además de los fenómenos meteorológicos extremos y una endeble estructura socioeconómica. El cambio climático eventualmente hará que más de la mitad del territorio cambie sus condiciones de temperatura y precipitación, lo que afectará en principio a las regiones de latitudes bajas y zonas costeras.

Quizá el sector más sensible a esto es el agrícola. Un cambio en la temperatura disminuye el rendimiento de los cultivos en medios más cálidos, por el estrés que esto les ocasiona; implica que ciertos cultivos dejen de ser aptos en ciertas regiones; además de la presencia de plagas y enfermedades en lugares en donde antes no se desarrollaban. Por otra parte se enfrenta también a cambios en el suministro del agua o en su calidad. Esto ya está afectando la producción en todo el país y se estima que entre el 2050 y el 2069, el rendimiento de los cultivos de maíz, especie emblemática en nuestro país, disminuirá de 16 a 40 por ciento.

El cambio climático afectará más a los pobres

A grandes rasgos, hay dos cuestiones a considerar para lidiar con los efectos del cambio climático: la mitigación y la adaptación. La primera se refiere a limitar y eventualmente reducir las emisiones de gases de efecto invernadero; la segunda, a reducir la vulnerabilidad a los impactos negativos. Si no se implementan medidas de adaptación y mitigación a nivel global, es probable que el número de pobres aumente entre 35 y 122 millones para 2030, en comparación con un futuro sin cambio climático. Las personas más afectadas serían quienes dependen de la agricultura por temporal; en México, el 88 por ciento del total de unidades de producción agrícola están en esta situación, cerca de 22 millones de hectáreas. Las poblaciones rurales —menores a 15 mil habitantes— constituyen más de 42 millones de personas.

Las estimaciones globales muestran que con un aumento de temperaturas de 2.3 a 5.1 grados, los ingresos agrícolas pueden disminuir de 43 a 54 por ciento. En México actualmente más del 61 por ciento de la población rural se encuentran en situación de pobreza, y se ha estimado que la superficie apta para el cultivo de maíz disminuirá; para 2050 la mayor parte de territorio tendría condiciones de producción marginal. Si bien en algunos estados del norte podrían existir incrementos en la producción, en la península de Yucatán, por ejemplo, se proyecta que algunos municipios lleguen incluso a reportar pérdidas totales.

Es imperante la adopción de prácticas y tecnologías

La adaptación será trascendental. Los campesinos tendrán que cambiar aspectos de su producción para seguir cultivando alimentos bajo nuevas condiciones climáticas. Las prácticas que incrementan la capacidad de retención de agua de los suelos y su captura de carbono, ayudan también a reducir el uso de fertilizantes sintéticos. Los abonos de composta y la diversificación de cultivos incrementan la resiliencia del suelo. La milpa intercalada en árboles frutales (MIAF), por ejemplo, es además compatible con la agricultura tradicional, tan practicada en nuestro país.

Las tecnologías para optimizar el uso del agua son también primordiales. De acuerdo con la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura, si para 2050 se adoptara tecnología para la captación de aguas, se podría reducir el 12 por ciento de la población en riesgo de padecer hambre; otras, como el riego por goteo o el empleo de especies tolerantes a la sequía reduciría también más del 7 por ciento la población en riesgo de padecer hambre. En México del total de unidades de producción agrícola, el 78 por ciento utiliza un sistema rodado o por gravedad, que si bien es mucho más eficiente que la agricultura de temporal, es el más ineficiente en cuanto a ahorro de agua, en comparación con los sistemas de goteo y de micro aspersión que son los más eficientes, y son utilizados sólo por el9 y el 5por ciento de las unidades de producción agrícola que cuentan con sistemas de riego.

La mitigación es también fundamental. Las actividades agropecuarias —sobre todo el sector pecuario—, generan el 78 por ciento de las emisiones de metano. De los alimentos que se producen se pierde o se desperdicia una tercera parte, mismos que además tienen un costo de 2.6 billones de dólares y representan el 8 por ciento de los gases de efecto invernadero emitidos al año.

La inacción es más costosa

El costo total de la adaptación y del aumento en la resiliencia de los sistemas agrícolas solo supone una fracción de los costos que conlleva la inacción. Durante El Niño de 1997 y 1998, por ejemplo, la precipitación se redujo a la mitad, lo que ocasionó una pérdida del 14% producción estimada en cerca de 2 mil millones de dólares.

Se deben adoptar mejores prácticas de gestión, de financiación, de transparencia y de rendición de cuentas, que les permitan a los productores de alimentos acceder a tecnologías para el manejo del agua y el suelo, e incrementar su productividad. En el mismo sentido es primordial tener una comprensión suficiente de la influencia del cambio climático, y de las alternativas para la población vulnerable. La voluntad política es indispensable, pero sobre todo, es esencial involucrar a los campesinos en la evaluación de riesgos y alternativas de adaptación.

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