En Chile hace más de 40 años que debaten sobre la conveniencia de disponer de organizaciones de gestión de recursos hídricos por cuenca… sin resultado.
Aparentemente, «todo está muy bien» y no se necesitan: «Las cuencas y sus fuentes naturales de agua están bien intervenidas, no hay conflictos entre usos y usuarios, hay disponibilidad de agua para poblaciones rurales y urbana, se regulan los extremos con que se presentan los flujos naturales de agua, se conserva la calidad y volumen ecológico de agua en los ríos. No ha habido graves inundaciones de poblaciones, no se sobreexplotan acuíferos ni se pierden humedales y se está preparado para enfrentar cambios de clima y dar mayor seguridad hídrica». ¿Todo bien?, o ¿no es así?
Sería obviamente interesante poder calcular y evaluar cuánto, teóricamente, se perdió al no disponer de tales organizaciones. Pero si las conclusiones son que no se perdió nada, entonces se puede afirmar que no eran ni son necesarias ahora y para el futuro. El costo de tener un buen equipo de gestión por cuencas supera los beneficios, según lo que parece…
El debate que se hace para sustentar la creación de estas organizaciones se enfoca hacia mejorar la gestión con participación (creando consejos)… y ello no parece entusiasmar a los principales actores involucrados.
En un país polarizado entre los poseedores de derechos de agua («no te metas con mi agua») y los que reclaman que el «agua es de todos». Un consejo crea una instancia potencial de enfrentamientos en lugar de ser un lugar de coordinación de inversiones y proyectos en beneficio de todos.
Por ello sería mejor que las propuestas vayan en un sentido constructivo, de beneficio general, tal como es proponer acciones de acondicionamiento del territorio de las cuencas para mejorar la calidad de vida de la población, la producción y medio ambiente. En Francia las agencias se orientan al Aménagement de bassins versants. (river basin development, en inglés), es decir, poner el objetivo y los resultados a ser obtenidos en primer lugar, y no en los medios posibles para conseguirlo, tales como crear consejos de cuenca (en lugar de disponer de organizaciones técnicas y financieras).
Hablar de mejorar la gestión (el cómo) no motiva a nadie si no se parte con el «para que» se debe mejorar la gestión… Ese «para que» debe ser el acondicionamiento del territorio, en este caso de las cuencas, para los fines de mejorar la calidad de vida, la producción y las relaciones con el medio ambiente. No basta con decir que es para mejorar la seguridad hídrica, meta que es muy general y vaga.
Proponer reusos de agua, desalación, construcción de obras hidráulicas e infraestructura verde o gris en general si aglutina gente con intereses similares.