Fue por allá por mediados de 1982 que tuve la oportunidad de asistir por primera vez a la inauguración de una obra de agua potable rural. Esta fue en una comunidad en la sierra del Perú, cuyo nombre he olvidado con el pasar de los años, pero sí que estaba a unas 4 o 5 horas de Lima, subiendo por un camino infernal, de piedras, y peligroso por la altura y precipicios. Más de una parada hubo que hacer para reparar un pinchazo de neumático y reparar otros pormenores logísticos. En la comitiva iba el entonces Presidente de la República, Belaunde Terry, y otros altos funcionarios del gobierno. Yo iba de intruso, como consultor del BID de escasos 28 años, a cargo de obtener datos para hacer la evaluación socioeconómica de un programa rural en preparación.
Aún hay mucho que hacer en el agua y saneamiento
Lo más notable es que al llegar a la comunidad, esta se encontraba engalanada, la gente vestida con sus mejores prendas multicolores, y los niños ordenados cantando el himno nacional. Luego de muchos discursos, por fin se procedió a abrir el grifo público que abastecería desde entonces a la comunidad. La alegría de la gente fue inmensa. Y como corresponde, a la inauguración le siguió una gran comida, en la que se destacaron unos muy buenos cabritos de la zona y varios productos típicos. Volvimos ya tarde en la noche a Lima, cansados pero con la gran satisfacción de ver una obra funcionando para beneficio de una comunidad alejada y marginal del Perú.
Por ese entonces estaba terminando mi doctorado en la Universidad de Cornell, preocupado de desarrollar complejos modelos econométricos, cuyo objeto ya no recuerdo. Pero con esta visita a Perú, que resultó por simple azar, y la posterior oportunidad de entrar como Young Professional al BID, se decidió toda mi vida profesional futura, dedicada principalmente a los temas de agua y saneamiento.
Desde entonces, me ha tocado asistir a varias de estas inauguraciones, en varios países. Muchas cosas cambian, pero el sentimiento de alegría de la comunidad es siempre el mismo. En lo personal, la satisfacción de haber podido contribuir con un granito de arena en este gran esfuerzo es inmensa. No me arrepiento de haber cambiado los modelos econométricos para trabajar en pro del desarrollo de los servicios de agua a las comunidades.
Aún hay mucho que hacer en este tema. Unos 23 millones de personas en las áreas rurales de América Latina y el Caribe aun no cuentan con agua segura, y otros 47 millones no cuentan con saneamiento mejorado. Espero que en los siguientes años todo siga cambiando para bien, y seguir contribuyendo con mi granito de arena a cerrar significativamente estas brechas.
Este artículo escrito por Jorge Ducci ha sido publicado originalmente en la sección de blogs del BID. Ha sido replicado aquí con expresa autorización del autor.