La civilización humana, desde sus inicios, buscó proximidad al agua. Una fuente segura de agua limpia ha sido tradicionalmente un factor clave en la determinación de la ubicación, el crecimiento, y el florecimiento general de las poblaciones. No sólo por la necesidad obvia de usarla para beber, riego, industria, transporte, o esparcimiento; sino también por esa conexión natural que tenemos con el elemento. Necesitamos del agua para vivir y progresar, y para ser felices.
A medida que avanzamos en la urbanización y el “desarrollo”, hemos abusado del recurso y de la fuente
Todos recordaremos historias de nuestros abuelos, padres, o de nosotros mismos, que cuando éramos pequeños disfrutábamos de algún curso de agua. El lago, arroyo, o río, que además de brindar una fuente limpia de agua nos permitía pescar, ir a caminar, jugar con las piedras, refrescarnos, o sencillamente escuchar el sonido relajante del agua que corre. O como en mi caso, siendo oriundo de tierras cálidas y semidesérticas, el famoso “chapuzón” en la acequia o canal para poder sobrevivir el calor agobiante de la siesta.
Lamentablemente esa realidad casi ya no existe en nuestras ciudades. A medida que avanzamos en la urbanización y el “desarrollo”, hemos abusado del recurso y de la fuente. Hoy la mayoría de las ciudades de América Latina y el Caribe son atravesadas por “ríos muertos”; destino final de las aguas servidas, residuos sólidos, desechos industriales, fertilizantes, metales pesados, remedios descartados, autos viejos, barcos hundidos, baterías, y cualquier desecho inimaginable de nuestra desarrollada humanidad. En algunos casos, hasta hemos tratado de “domar” las aguas; canalizándolas, entubándolas, quitándoles el área natural de expansión, rodeándolas de construcción.
Lo que es peor aún, una parte importante de la población, marginada y sin oportunidades alternativas, se ve obligada a vivir en las márgenes, o sobre estas aguas. Expuesta a enfermedades, condiciones deplorables, con riesgos de inundaciones o deslaves. ¿Podríamos haber llegado al punto de haberle dado la espalda a nuestra fuente de vida y felicidad?
¿Podríamos haber llegado al punto de haberle dado la espalda a nuestra fuente de vida y felicidad? “Volver a la fuente” es una propuesta de cambiar esta realidad
“Volver a la fuente” es una propuesta de cambiar esta realidad. Si pensamos en un desarrollo inclusivo, respetuoso del medio ambiente, que eleva la calidad de vida; no podemos contentarnos con tener agua limpia para beber. Tenemos que recuperar es “vieja realidad” que hoy es símbolo de desarrollo en ciudades modernas de Europa, Asia y América del Norte.
“Volver a la fuente” es la narrativa de algunos de nuestros esfuerzos e ideas para convertir a las ciudades latinoamericanas y caribeñas en ciudades de aguas limpias. Espacios de convivencia donde toda la población tiene acceso a servicios de agua potable y saneamiento de calidad, donde las aguas residuales domésticas, industriales y aguas lluvias son manejadas apropiadamente y donde los residuos sólidos se recolectan y disponen respetando el medio ambiente. Hoy quizás no existe ninguna ciudad en nuestra región que cumpla con todas estas condiciones. Pero hay muchas que ya han empezado a trazar el camino y están cerca de lograrlo.
Esperamos que juntos podamos contribuir a que todos volvamos a la fuente de nuestras ciudades y comunidades.
Artículo escrito por Federico Basanes, Director de la División de Agua y Saneamiento del Banco Interamericano de Desarrollo, publicado originalmente en la página web del BID y replicado aquí con su expresa autorización.