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Aguas calmas, tiempo de reflexión

Sobre el blog

Caterina Amengual Morro
Consultora ambiental, especializada en gestión del agua. Doctora en ecología acutática, máster en paisaje y ambientóloga. #Socio-ecología #NBS #ODS6
  • Aguas calmas, tiempo reflexión

Llevamos ya 24 días confinados. En el aire hay mucha incertidumbre, miedo -claro-, muchas reflexiones, disparidad de mensajes e infinidad de memes. Es un momento delicado donde mucha gente está trabajando duramente desde diferentes ámbitos para sacar adelante esta emergencia. Desde aquí un reconocimiento a todos y un recuerdo especial a los que sufren directamente las consecuencias. También es momento de iniciativas y esfuerzos colectivos que nunca antes habíamos visto.

Hace unos días circuló por las redes la imagen del Puerto de Porto Pí en Palma, con las aguas cristalinas como de una playa virgen. Se comentó en foros profesionales de Mallorca, que nunca antes se había visto algo igual. Aprovecho para profundizar sobre este momento único.

Desde hace más de 20 años estoy enfocada en medio ambiente, y concretamente en el agua. Fue por vocación que decidí hacerlo mi profesión y aunque siempre tengamos que ir abriendo caminos, no me arrepiento de nada de lo andado. En todo este tiempo que llevamos observando el entorno y su incierto rumbo, nunca nos podíamos imaginar un momento similar al actual: la inercia del sistema ha parado en seco.

En el año 1972 saltó la primera voz de alarma planetaria. Fue en Estocolmo, en la primera Conferencia de las Naciones Unidas sobre el medio ambiente humano. Allí ya se problematizó el efecto que provocamos los humanos sobre nuestro medio de vida: el planeta Tierra.


"Earthwise". Fuente: NASA

Sólo 4 años antes se había producido un hecho histórico que marcó profundamente el imaginario colectivo: la imagen de la Tierra desde el espacio tomada por la misión de la Apollo 8. Con la frase: “Oh my God, look at that picture over there! There’s the Earth comin’ up. Wow, is that pretty!” acabábamos de descubrir la forma de nuestro mundo. Era diciembre del 1968, este hito marcó un inicio en la conciencia planetaria y un inicio en los movimientos a favor de preservar los sistemas naturales. Nos vimos como lo que somos: un sistema vivo flotando en el espacio interestelar protegidos bajo una frágil y dinámica atmósfera. En ese momento en la NASA estaban investigando la posible vida en Marte, comparando sus características con las de la Tierra. El químico y meteorólogo James Lovelock estaba en estas materias, cuando conoció a la microbióloga Lynn Margulis, que investigaba cómo se habían dado las primeras fases de vida microbiana y ya era reconocida por ser autora de la teoría endosimbiótica de formación de la célula eucariota. En 1974 publicaron juntos el primer artículo de referencia sobre la Hipótesis Gaia y la homeostasis atmosférica. Como todo cambio de paradigma en la ciencia, al inicio fueron muy controvertidos por el entorno intelectual, aunque el tiempo les está dando la razón en cuanto a los mecanismos de homeostasis y autoregulación.

Volviendo al caso del 1972, ésta fue la primera ocasión en que a nivel mundial hubo un consenso entre 113 países sobre unos principios que debían regir la relación de los humanos con el planeta. De los 26 principios de la Declaración de Estocolmo, hoy en día estaríamos de acuerdo en casi todos -teniendo en cuenta el contexto histórico de descolonización, fin del apartheid y armas nucleares-. Pongamos algún ejemplo:

  • Principio 3. Debe mantenerse y, siempre que sea posible, restaurarse o mejorarse la capacidad de la tierra para producir recursos vitales renovables.
  • Principio 6. Debe ponerse fin a la descarga de sustancias tóxicas o de otras materias, en cantidades o concentraciones tales que el medio ambiente no puede neutralizarlas, para que no causen daños graves o irreparables a los ecosistemas.

    Casi todos los lectores de iAgua estaremos de acuerdo en estos principios en relación al recurso natural que aquí nos preocupa: el agua. Muchas de estas ideas han inspirado posteriormente políticas en todo el ámbito europeo, incluida la referencia al artículo 45 de la Constitución Española sobre la protección del medio ambiente, pionera en 1978 en la regulación de este aspecto (también por ser la constitución más joven de la Europa occidental).

    A la vez que se producía la conferencia mundial, Estocolmo afrontaba un grave problema de contaminación en el lago Mälaren, donde se asienta la ciudad en 14 islas: se encontraba gravemente eutrofizado por los efluentes cargados de nutrientes. En ese momento ya se adoptó el compromiso político de mejorar la calidad del agua del lago y se empezó un intenso programa de monitorización de la calidad del agua que ya lleva 50 años funcionando. Hoy en día toda la ciudad bebe directamente del lago y sus aguas son claras y transparentes. Entonces sabemos que cuando surge un problema que estamos causando los humanos al medio ambiente -y que nos perjudica a nosotros a la vez-, se establece un compromiso político al más alto nivel, se disponen los medios necesarios, se toman las medidas para eliminar las causas, se establece un programa de monitorización con la toma de datos sistemática y a partir de aquí se analizan los resultados y con lo que se aprende se adaptan nuevas soluciones. Es posible y factible, la experiencia sueca ha inspirado en gran parte los programas de medidas de la Directiva Marco de Agua actual para alcanzar el "Buen estado ecológico de las aguas".

    Pero cuando se trata del nivel internacional y de asuntos planetarios cuesta pasar de la teoría a la acción. Pasados 20 años de la Conferencia de Estocolmo, se produjo el hito más importante en la agenda de medio ambiente mundial: La Cumbre de la Tierra de Rio de Janeiro de 1992. Otra vez se aprobaron principios, agendas y programas. De allí salió el Convenio Marco de las Naciones Unidas contra el Cambio Climático, donde su conferencia de las partes (COP) ya se ha reunido 25 veces. La última vez en Madrid, escenario improvisado a causa de la situación política en Chile. Era diciembre de 2019 -sólo hace 4 meses- y a pesar de la presión ejercida tampoco hubo acuerdos relevantes ni medidas efectivas. De nuevo los países fallaron en llegar a un consenso para salvar el bien común.

    El planeta Tierra se está mostrando gravemente amenazado por la intensa actividad humana, donde la combustión masiva de combustibles fósiles provoca el calentamiento global y la ya tematizada emergencia climática. Lo advierten 11.000 científicos a la vez: 2020-2030 es la década decisiva para revertir ésta situación. Greta Thunberg, con su fuerte convicción y la inocencia de su juventud se ha encargado desde hace poco más de un año y medio en mostrar al mundo la vergüenza que supone que se reconozca un problema ambiental que afecta la supervivencia del planeta Tierra, y con él la de la especie humana, y no se tomen medidas efectivas. Nadie se atrevía a apretar el botón de Stop.

    Entonces llega un virus, posiblemente mutado de un murciélago, el SARS-COV-2 y desde su aparición pone de manifiesto que los diferentes Estados, ante una amenaza inminente y clara, son capaces de tomar medidas drásticas, rápidas y eficaces. Ahora tenemos una prioridad colectiva: parar la pandemia. En un tiempo récord todo se para: la producción, la industria, el transporte, los servicios, y sin haberlo previsto, se para la contaminación. Todos nos quedamos en casa. Sí, somos capaces de parar, pero no lo sabíamos. Todo para, excepto los servicios básicos que sostienen la vida humana: producción de alimentos, cuidados, provisiones básicas y muchos otros.


    Fuente: Twitter @andrea_pattaro

    Como consecuencia de esto, los humanos damos un descanso súbito al resto de ecosistemas con los que convivimos. Empezamos a ver las consecuencias de que nosotros, por poco menos de un mes, nos quedemos en casa: mejora la calidad del aire en la China, bajan drásticamente las emisiones y a la vez, la transparencia vuelve a las aguas en los canales de Venecia y en muchos otros puertos del mundo. Como describieron Lovelock y Margulis, la Tierra es un sistema vivo que se autoregula y muy rápidamente vemos como actúa este sistema de retroalimentación (feedback loop).

    Estamos viviendo un momento único en la historia reciente de la civilización industrial y tecnológica. Hemos conseguido parar la máquina global. La vuelta a la actividad es ahora mismo una incertidumbre máxima. A ver si a nivel colectivo podemos aprovechar la calma del confinamiento para reflexionar sobre nuestro rol respecto a la superviviencia del Planeta Tierra. Estaría bien reconocer, como ya explicitaba el texto de 1972, que mientras nuestro progreso económico, social y tecnológico cause un perjuicio a todos los demás ecosistemas, es que no lo estamos haciendo todo lo bien que sabemos. Es momento de cambiar las dinámicas socio-ecológicas para empezar a cuidar el planeta. ¿Cómo? Tenemos muchas evidencias acumuladas en los últimos 50 años: bibliotecas enteras de ciencia dedicada al tema, complejos sistemas de indicadores, numerosos protocolos, ...pero nos queda muy poco tiempo para pasar a la acción. Hay mucho por hacer, muchas dinámicas e inercias por cambiar, a la vez que mucho conocimiento disponible. Hay que pasar a la acción. Y para medir el progreso, aquí propongo un simple indicador: cuando los humanos podamos realizar nuestras actividades, y las aguas donde habitamos se vean transparentes, sabremos que ya hemos aprendido a convivir de manera armoniosa con el planeta vivo que nos acoge.

    Termino con un mensaje de Lynn Margulis:

    “La vida es una unión simbiótica y cooperativa que permite triunfar a aquellos que se asocian".

    Es momento de asociarnos y cooperar con el planeta.