La biodiversidad capturó la atención de los mexicanos cuando el país recibió la 13ª Conferencia de las Partes (COP) del Convenio de Diversidad Biológica (CBD) el mes pasado. El evento hizo mucho más que reafirmar compromisos existentes para la preservación de la biodiversidad y fomentar algunos compromisos nuevos prometedores. El proceso que precedió a la COP13 colocó el tema de la biodiversidad en México a la delantera de las preocupaciones para el gobierno, compañías, sociedad civil y academia, generando una nueva conciencia e interacción intersectorial, y sobre todo un nuevo grado de compromiso del sector privado. El retorno a la inversión para el país sede dependerá en gran medida del seguimiento y el grado en que el ímpetu generado se pueda capitalizar para que la preservación de la biodiversidad se internalice de manera sostenible en México.
Ya tenemos pruebas tangibles de este incremento en la conciencia y la buena voluntad de interactuar entre sectores. Por ejemplo, durante el lanzamiento de la Alianza Mexicana de Biodiversidad y Negocios (AMEBIN) en octubre de 2016, el sector privado mexicano se comprometió a preservar la biodiversidad como parte de sus operaciones de negocios, en colaboración con la sociedad civil y organizaciones de la cooperación internacional. Representantes de empresas en el lanzamiento comentaron que ya habían entendido cómo la biodiversidad resulta relevante para sus negocios. Incluso uno de ellos me comentó (de manera anónima) que anteriormente había pensado en la biodiversidad como la cereza sobre el pastel, y ahora entiende que la biodiversidad en realidad es el pastel mismo. En los sectores de la sociedad civil y académico, ya sabemos desde hace mucho tiempo que una inversión en la protección de la biodiversidad puede brindar un retorno a la inversión sólida y medible para las empresas, y este enfoque incremental en la biodiversidad, propiciada por medio de la preparación de la COP13, le ha permitido al sector privado darse cuenta de lo mismo.
Esta conciencia creciente entre la comunidad empresarial está respaldada por cifras oficiales; según el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI), la degradación y el agotamiento ambiental en México le costó al país el 5.3 por ciento de su producto interno bruto en el 2014, o 911 mil millones de pesos mexicanos (US$56 mil millones en aquel entonces). Como miembro fundador del AMEBIN, The Nature Conservancy (TNC) buscará brindar herramientas para que las empresas mexicanas puedan cumplir con sus compromisos y así reducir sus riesgos de negocios al mismo tiempo que disminuyen las externalidades negativas de sus actividades en el medio ambiente, a través de proyectos duraderos y tangibles que además tienen sentido desde la perspectiva empresarial. Lo anterior es precisamente a lo que se dedica TNC a nivel global, y pondremos esta experiencia a disposición del sector privado mexicano.

Puesto que la comunidad empresarial se ha apropiado de este concepto, y como la Organización de las Naciones Unidas se ha dado cuenta de la importancia de este enfoque, fuimos invitados, como TNC, a participar en un evento paralelo durante la COP13 en Cancún, para presentar un ejemplo de cómo estamos haciendo el caso de negocios para la conservación de la biodiversidad. Organizado por la Comisión Europea, dicho evento sobre Mecanismos innovadores para financiar la conservación de la biodiversidad brindó una plataforma para resaltar e intercambiar ideas sobre el trabajo de TNC en los Fondos de Agua en México, a la par de otros esquemas financieros de organizaciones internacionales y de la sociedad civil con labores en Europa, México y China. Los Fondos de Agua son básicamente la suma de cuatro componentes: un esquema multiactor de gobernanza; un medio de brindar insumos científicos en apoyo a la toma de decisiones; la implementación de las mismas acciones que se definan por medio de esta planeación; y un conjunto de herramientas y esquemas financieros que le den sostenibilidad a las acciones. Todo lo anterior se combina en una herramienta integradora y sostenible, cuyo objetivo es la seguridad hídrica dentro de los alcances de cada Fondo.

Como lo atestigua la experiencia que estamos teniendo en México, los Fondos de Agua son una inversión altamente costo-efectiva. Miren por ejemplo el caso del Fondo de Agua Metropolitano de Monterrey (FAMM), lanzado como respuesta directa a dos eventos hidrometeorológicos extremos. Durante el Huracán Álex en el 2010, Monterrey recibió en apenas dos días el equivalente a su precipitación anual, provocando estragos estimados en 17 mil millones de pesos mexicanos (o aproximadamente US$1.3 mil millones en aquel entonces). Luego siguió una sequía de tres años (2011-2013), cuyas medidas de mitigación tuvieron un costo inicial de 152 millones de pesos (o US$10.8 millones). La cuenca alta del Río San Juan, misma que naturalmente abastece el 60 por ciento de los recursos hídricos de Monterrey, ha sufrido una degradación tanto por causas naturales como antropogénicas, convirtiendo a la precipitación importante que trajo el Huracán Alex en un desastre para la ciudad, pero también reduciendo su capacidad de absorber el excedente de agua, dejando la ciudad de Monterrey vulnerable a la sequía de los siguientes años. En Monterrey existía un caso de negocios muy claro para la conservación de la biodiversidad.
La respuesta del FAMM a estos fenómenos—restaurar y conservar la cuenca alta para así incrementar la infiltración y reducir el escurrimiento durante eventos extremos, mientras genera una mayor cultura de agua y busca gestionar de manera más eficiente los recursos financieros limitados—incrementará de manera significativa la resiliencia de la ciudad ante futuros eventos extremos, con un costo mucho menor que el de la inactividad. Al mismo tiempo, el FAMM se ha convertido en un actor clave en el escenario de agua de Monterrey, realizando por ejemplo un Plan Hídrico Estatal para Nuevo León, mismo que integra tanto la infraestructura construida (presas rompepicos, trasvases) como su contraparte natural (ecosistemas en buen estado de funcionamiento con bosques nativos). Con más de 60 socios en un esquema multiactor de gobernanza (incluyendo hasta empresas competidoras); un proceso de planificación con base en la ciencia que define metas medibles; más de US$4 millones ya invertidos en el FAMM y sus actividades de campo; y el 4% de su meta global de implementación ya cumplido, el FAMM es una inversión atractiva de negocios para empresas basadas en Monterrey.
Con el apoyo de la Alianza Latinoamericana de Fondos de Agua (compuesta por el Banco Interamericano de Desarrollo, el Fondo del Medio Ambiente Mundial (GEF, por sus siglas en inglés), la Fundación FEMSA y TNC), este esquema se está replicando en distintas localidades en México y el resto de América Latina. Son 12 las empresas que ya se han comprometido a apoyar el AMEBIN y más de 40 las empresas que ya están invirtiendo en los Fondos de Agua en México, pero necesitamos que más empresas con operaciones en México reafirmen su compromiso para la conservación de la biodiversidad, por medio del apoyo a estos esquemas de colaboración. Si asumen este reto, el proceso que fue generado por México al recibir la COP13 del CBD habrá dejado beneficios duraderos y tangibles para el país anfitrión.