Entre 1743 y 1746 se terminó de construir la presa de Mezalocha (Zaragoza), una presa arco-gravedad de mampostería de unos 23 metros de altura sobre cimientos, y unos 58 m de longitud de coronación. Esta presa se rompió el 20 de junio de 1766, precisamente este año, precisamente, se ha cumplido el 250 aniversario de este acontecimiento.
D. Ignacio Jordán de Asso (1742-1814), ilustrado aragonés que aparece esculpido en la escalinata del Paraninfo de la Universidad de Zaragoza, lo describió con gran precisión: “Dicha obra se perfeccionó enteramente y subsistió hasta el 20 de junio de 1766, en que sin aluvión, ni crecida de río reventó la mampostería, que se había construido en el estrecho.”
La presa se rompió fundamentalmente por un fenómeno conocido como “sifonamiento”. La presa no se cimentó sobre la roca, sino que su zona central se apoyó en el cauce del río directamente sobre las gravas y arenas del aluvial. Como describe D. Antonio Lasierra (1899): “…las aguas empezarían arrastrando el fango y las arenas más finas, las arenas gruesas después y llegando a tener cierta importancia la filtración por debajo del macizo de los cimientos, el esfuerzo de la corriente fue sucesivamente, llevando ante sí materiales más gruesos, hasta que dada la exagerada curvatura del dique, empezaría a inclinarse por su centro aguas arriba, a cuartearse, por consiguiente, y por fin a su completa y paulatina destrucción”.
Hacia 1770 el municipio de Muel acordó reparar la ermita de Nuestra Señora de la Fuente después de los daños causados por la avenida de la rotura de la presa, contratando a Francisco de Goya y Lucientes para que decorara las cuatro pechinas de la nueva capilla y que se pueden contemplar a fecha de hoy.
Una curiosidad interesante de reciente descubrimiento por quien suscribe e inédita, es que D. Francisco de Goya y Lucientes realizó un conjunto de dibujos preparatorios y láminas de cobre para grabados en aguafuerte, cuyo motivo es la presa de Mezalocha.
Con posterioridad la presa de Mezalocha se terminó de reconstruir en 1903, llegando hasta nuestros días con una altura desde cimientos de 32 m, y almacenando un volumen de agua de 3.916.319 m³.
El acontecimiento de la rotura de la presa de Mezalocha en 1766, no es una efeméride que haya que celebrar, pero si conviene recordar lo que sucedió y contemplar la impresión que este hecho motivó a Francisco de Goya a regalarnos su visión de aquel momento.
Por fortuna, hoy contamos con nuevas herramientas que nos ayudan a conocer el comportamiento de una presa. Así, las nuevas infraestructuras están dotadas de sensores de auscultación en su interior que nos muestran en tiempo real sus valores y que, una vez comparados con umbrales preestablecidos, nos avisan de comportamientos anómalos o patologías. De esta forma podemos adelantar a situaciones futuras de riesgo y reducirlas o eliminarlas. En este sentido, el modo de fallo aquí descrito es muy difícil de observar en nuestros días.