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Fuentes para el conocimiento de las inundaciones históricas

Sobre el blog

Conoce la CHE y la gestión del agua
Compilación de los artículos técnicos de los expertos de la Confederación Hidrográfica del Ebro publicados en su Boletín mensual.
  • Fuentes conocimiento inundaciones históricas
  • Por Rogelio Galván Plaza. Oficina de Planificación Hidrológica de la CHE.

Una de los elementos utilizados para la determinación de áreas de riesgo de inundación es la información histórica. Así se ha hecho en los trabajos del Plan de Gestión del Riesgo de Inundación que entre otras cosas ha empleado el Catálogo Nacional de Inundaciones Históricas, que empezó a confeccionarse en 1983 en el marco de la Comisión Nacional de Protección Civil.


Mapa del Sistema Nacional de Cartografía de Zonas Inundables

Las grandes inundaciones extraordinarias tienen periodos de recurrencia largos. Con facilidad puede perderse la memoria, pero la información histórica nos sirve de recuerdo y nos ayuda a estar apercibidos: lo que pasó puede volver a pasar.

El registro sistemático de los caudales, incluidos los de avenida, mediante estaciones de aforo, tiene su fecha de inicio oficial en España en 1913 cuando empezaron a publicarse los anuarios de aforo, aunque ya antes se había iniciado el aforo y la colocación de escalas también para la alerta de inundaciones. Una Real Orden de 1864 ordenaba instalar escalas en los puentes y organizar su seguimiento con comunicación a los Gobernadores Civiles en cuanto se apreciara la progresión de una crecida.

Desde comienzos del siglo XX, e incluso desde finales del XIX, existe por tanto información hidrológica sistemática de las crecidas. Pero para ir más atrás en el tiempo necesitamos otro tipo de fuentes. No faltan, pues al tratarse de acontecimientos extremos y muchas veces trágicos, siempre quedaron recogidos de algún modo u otro, aunque no siempre con el rigor que nos gustaría para determinar hasta donde alcanzaron las aguas e inferir el caudal registrado o los impactos que produjo.

De las más recientes contamos con la hemeroteca, la prensa escrita, que se adentra en el siglo XIX y también el XVIII. Por ejemplo, son múltiples las noticias de prensa que se recogen de la crecida del Ebro medio de 1871 que afectó singularmente a Zaragoza. Las noticias de hemeroteca se pueden además contrastar con documentos de archivo que permitan verificar las informaciones y que son más numerosos según son más recientes. De la crecida de 1871 los periódicos hablaban al principio de infinitas víctimas mortales, la consulta a los archivos las reduce a 8 en la provincia de Zaragoza.

De crecidas anteriores quedan también testimonios escritos. Ya sean de los diarios de la época, de relatos que se hacían a las autoridades por parte de las instituciones locales o incluso cartas privadas y crónicas, muchas veces describiendo los daños y solicitando ayudas y alivio, pero que en ocasiones detallaban con bastante concreción los niveles que alcanzaron las aguas. Especialmente esta información es numerosa en crecidas muy graves como la que arrasó Sangüesa en 1787, con centenares de muertos, o también de Tortosa en el mismo año.


Crecida del Ebro en Zaragoza 1937

Pero hay otros registros realmente valiosos: en el pasado se utilizaban los puentes, iglesias y otros edificios singulares para marcar el nivel que habían alcanzado las aguas en una fecha determinada mediante líneas, placas e inscripciones (limnimarcas) dejando constancia y aviso para la posteridad. En algunos casos estas marcas se han perdido, pero en otros permanecen y son una referencia inestimable, pues indican fielmente el lugar al que llegaron las aguas y pueden permitir estimar el caudal registrado.

Quizá la más famosa de la cuenca del Ebro es la ubicada en Cherta/Xerta en el bajo Ebro, donde su iglesia dispone una escala hecha en azulejos a la que se trasladaron los niveles a los que llegaron las aguas desde 1617, destacando la crecida de 1787, la “riuada grossa” que generó daños inmensos.

Los archivos eclesiásticos son otra fuente de gran interés, pues entre otras cosas quedaban registradas las rogativas procesionales realizadas pidiendo que cesaran las lluvias, rogativas “pro-serenitate”, al igual que en sequía se hacían las “pro-pluvia” y que son muy utilizadas actualmente para identificar periodos secos del pasado. Santos, Vírgenes e incluso el Santísimo Sacramento, el Corpus Christi, eran sacados en procesión. En 1643, en la grave inundación que afectó al eje del Ebro, el Santísimo Sacramento fue llevado en procesión hasta el puente de Piedra de Zaragoza para calmar las aguas, pero enseguida tuvieron que retirarlo al ver agrietarse el puente, que finalmente vio derrumbarse dos arcos.

Salvo que se cuente con limnimarca o descripciones detalladas de lugares a los que alcanzaron las aguas e identificables en la actualidad, es difícil estimar la magnitud de los caudales registrados en el pasado más antiguo, por lo que se trata entonces de referencias más cualitativas que cuantitativas, como las contenidas en las crónicas medievales, que también registran acontecimientos meteorológicos extraordinarios.

En otras ocasiones las referencias son ya puramente fortuitas, debido a que la inundación influyó o coincidió con algún otro evento. Así, la primera inundación de la que tenemos noticia escrita en la cuenca del Ebro, en concreto en el Segre, la recoge Julio César en sus comentarios a la Guerra Civil que le enfrentó con Cneo Pompeyo. Al llevar César el teatro de operaciones a Hispania, y estando acampado entre los ríos Cinca y Segre en mayo del 49 a.C. “se produjo una tempestad tan grande que nunca se había visto en aquellos lugares mayor cantidad de agua. Además se fundió entonces la nieve de todas las montañas y el río se desbordó (…)”.

En definitiva, las fuentes históricas existentes son relativamente numerosas y, acompañadas de un trabajo de investigación, posibilitan reconstruir el registro de inundaciones históricas; lo cual nos permite tener una perspectiva más adecuada de su magnitud y recurrencia y ser más conscientes de su inevitable suceso. Como decimos más arriba: lo que pasó puede volver a pasar.


Crecida del Ebro 1927

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