Tras unos años de aguda sequía llevamos tres meses de precipitaciones excepcionales en la península ibérica. En estos tres meses las precipitaciones han aumentado las reservas de agua en los embalses de nuestra geografía, especialmente en las cuencas del Ebro y del Tajo, y las reservas de nieve en las montañas, especialmente en los Pirineos. A consecuencia de ello una subida de temperaturas que favoreció el deshielo unida a las importantes aportaciones de los últimos días generó una crecida extraordinaria en el río Ebro que pasó el pasado fin de semana por la ciudad de Zaragoza dejando caudales superiores a los dos mil metros cúbicos por segundo. En el momento de escribir estas líneas la avenida ya ha llegado al curso bajo del río y en las poblaciones ribereñas es el momento de evaluar los daños.
Como no podría ser de otra manera, la avenida ha servido para reavivar las reivindicaciones sobre el derogado trasvase del Ebro en particular y sobre el Plan Hidrológico Nacional en general. Se han utilizado los caudales medidos en el episodio para obtener los (pocos) días de trasvase que hubieran hecho falta, si este hubiera estado operativo, para cubrir los recursos que el levante español necesita. No acabo de estar de acuerdo con estos números porque es cierto que es complicado aprovechar en gran parte los caudales de avenida cuando estos son tan elevados. Pero si estoy de acuerdo en el fondo de las reivindicaciones. Modificar el Plan Hidrológico Nacional fue un error, un tremendo error, en el que pesaron más los planteamientos ideológicos que los técnicos. Además de que en aquel momento se disponía de fondos europeos para llevarlo a cabo, cosa que hoy en día no, los escenarios de cambio climático que se manejan para el futuro anuncian sequías e inundaciones más extremas. Por ello desechar la planificación de una adecuada interconexión de cuencas y la ejecución de las obras hidráulicas necesarias magnifica las consecuencias a futuro que tendrá este error.
Dejando a un lado las opiniones personales y volviendo a la ribera del Ebro, hay una cifra objetiva de esta crecida que sí me interesa destacar: doscientos millones de euros, que son los daños estimados de esta crecida. Y me interesa especialmente en base al hecho de que los daños producidos por una avenida no crecen linealmente con el aumento de nivel de un río. A partir de los niveles extraordinarios los daños crecen de forma exponencial y, en muchas ocasiones, disminuir en unos centímetros los niveles máximos reduce las pérdidas económicas en una cuantía muy importante, por no hablar de las pérdidas personales. La reducción de los niveles máximos de la crecida se consigue mediante la laminación natural de los cauces y la laminación artificial de forma controlada en los embalses de cabecera. En este episodio en el Ebro la laminación de las presas de Yesa e Itóiz ha sido fundamental para evitar daños catastróficos, como destacó la Ministra Tejerina el pasado fin de semana. En el tramo bajo, por su parte, los embalses de Mequinenza, Ribarroja y Flix desembalsaron previamente para generar volumen de resguardo, evitando afecciones a personas y bienes. Y aún así las pérdidas estimadas han sido de doscientos millones de euros. Si hubieran existido más presas que hubieran permitido laminar la avenida los daños hubieran sido mucho menores. Cuando el lector oiga a los de siempre argumentar que las obras hidráulicas son caras e inútiles, que recuerde esta cifra: doscientos millones de euros. O si lo prefieren, quédense con los ochocientos millones de euros anuales en que se estiman los daños por inundaciones en nuestro país. Las obras hidráulicas no son caras. Los malos políticos sí. Son carísimos porque la factura de sus errores la pagan generaciones.
En cualquier caso en este episodio conviene destacar el buen trabajo general de las administraciones implicadas, estatal, autonómica y local, que trabajaron coordinadamente y sin fricciones. La nota de excelencia la dio el formidable trabajo de la Confederación Hidrográfica del Ebro y el Sistema Automático de Información Hidrológica (SAIH), tanto en la gestión del episodio como en la comunicación del mismo, destacándose también el buen hacer de las fuerzas y cuerpos de seguridad. A largo plazo conviene que los partidos políticos mayoritarios reconduzcan errores del pasado y sellen un Pacto Nacional del Agua que nos garantice el futuro que queremos.