Vaya por delante que el que suscribe es un enemigo de las posturas monolíticas a la hora de defender un determinado tipo de obra hidráulica. Es evidente que ninguna de las múltiples opciones que existen entre las posibilidades de obtener, distribuir y almacenar el agua que se necesita en nuestro día a día es de uso universal, y que es necesario preguntarse en cada momento y en cada lugar cual es la mejor opción para gestionar tan preciado elemento.
El que suscribe es un enemigo de las posturas monolíticas a la hora de defender un determinado tipo de obra hidráulica
Quizá por eso mismo, estando en el lugar que estamos, y en el momento que estamos, no deja de ser sorprendente que se aluda en algunos foros a la regulación de los ríos españoles como un hecho pernicioso a evitar. Hay tantos argumentos que contradicen esta idea que podría escribirse un libro con ellos. Sin pretender llegar a estos extremos, en lo que sigue se comentarán brevemente algunos aspectos de la situación actual en nuestro país que contradicen en gran medida esta visión.
Si en este momento las demandas de agua en España están aseguradas para los próximos años, es gracias a las lluvias caídas durante el anterior año hidrológico y a que tenemos embalses que las almacenan en nuestros ríos. No hay que olvidar que en un país con las características de España la figura fundamental de la planificación hidrológica es la regulación mediante las grandes presas. Y esta figura será más necesaria en los próximos años si es cierta la disminución de caudales en las cabeceras que denuncian algunos estudios. Incluso el reciente informe sobre evaluación del cambio climático que tanta polvareda ha levantado prevé como probables escenarios de agudización de los fenómenos extremos (avenidas y sequías), por lo que la regulación de nuestros ríos será más necesaria si cabe.
Resulta cuando menos paradójico que haya quien asocie la posibilidad de control del caudal de un río como algo negativo
La regulación de los ríos permite mantener el caudal deseado en cada momento en un río en situación de explotación normal y laminar las puntas en situación avenidas. Resulta cuando menos paradójico que haya quien, en un país tan castigado por las inundaciones como el nuestro, asocie la posibilidad de control del caudal de un río como algo negativo cuando es una gran ventaja. Y no sólo los aspectos anteriormente mencionados de almacenamiento de reservas y control de avenidas son posibles gracias a la regulación, sino también la gestión de sequías. En estos casos, quizás menos conocido por la opinión pública, los embalses permiten el mantenimiento de caudales ecológicos en tramos de río que anteriormente, en régimen natural, se secaban, mejorando las condiciones de vida con respecto a la situación natural.
Existen muchos ejemplos en los que la regulación de los ríos ha permitido mejorar la situación de las zonas reguladas frente a las condiciones anteriores a la regulación, sobre todo en el caso de zonas fuertemente antropizadas. También es innegable que, en ocasiones, esta regulación ha causado impactos negativos en el medio, pero existen y se han aplicado medidas para minimizar estos impactos. En cualquier caso no es el objetivo de este artículo entrar en una descripción de ejemplos de mejoras o empeoramientos de las condiciones naturales de un río a causa de las obras de regulación. Más bien el objetivo es defender un concepto global, el de la regulación de los caudales de los ríos, que en España trasciende el aspecto de opción para entrar de lleno en la categoría de necesidad.
Se puede afirmar que la regulación de los caudales en la mayoría de los ríos españoles no sólo es una opción, sino una necesidad
No quisiera concluir sin señalar que la necesidad de una mejor regulación en la torrencialidad de nuestros ríos ha ocasionado, como efecto colateral, el desarrollo de nuevas tecnologías. El concepto “smart”, que ahora se empieza a aplicar en relación a la gestión de los servicios de las ciudades se lleva usando de forma implícita desde hace más de veinte años en la gestión de las cuencas hidrográficas españolas gracias a los sistemas automáticos de información hidrológica (SAIH). La regulación de los ríos españoles en tiempo real durante este tiempo ha permitido realizar una gestión inteligente de los embalses y minimizar los problemas que los recurrentes fenómenos extremos de exceso o de falta de precipitaciones han producido. Y el hecho de avanzarse a su tiempo en el campo de la gestión de nuestros embalses no se ha quedado en los SAIH. El uso de las técnicas de estudio más modernas, como es el caso del análisis de riesgo, se está aplicando a la evaluación de la gestión de los embalses o sistemas de embalses y a la priorización de inversiones en las presas, tan necesaria en la actual coyuntura económica.
En resumen, se puede afirmar que la regulación de los caudales en la mayoría de los ríos españoles no sólo es una opción, sino una necesidad; que la citada regulación aporta múltiples beneficios en la situación actual y los aportará en el futuro, y que se cuenta con las metodologías más avanzadas para optimizar esta regulación y garantizar el mejor aprovechamiento de este recurso tan escaso. Es necesaria por todo lo aquí expresado, y por muchos aspectos más, que van desde el uso recreativo de los embalses a la posibilidad de generación de energía eléctrica, pasando por la creación de zonas de especial interés para las aves acuáticas, la generación de un rico patrimonio cultural o la exportación de una tecnología en la que la ingeniería española se precia de estar en la vanguardia mundial.