España se juega mucho en la cumbre del clima de París que tendrá lugar estos días. No es un eslogan ni una frase hecha. Se juega muchísimo más que la mayoría del resto de países europeos, sobre todo los del centro y norte de Europa en cuanto a los efectos del cambio climático sobre el agua. ¿Por qué? Porque, hablando coloquialmente, a diferencia de estos países donde "pinchas" en el suelo y con una probabilidad altísima encuentras agua, en España puede ser que no se encuentre o, en muchos casos se encuentre a demasiada profundidad para ser viable su extracción. A este respecto, en el documento elaborado por el Ministerio de Agricultura, Alimentación y Medio Ambiente EFECTOS DEL CAMBIO CLIMÁTICO EN LA PLANIFICACIÓN HIDROLÓGICA se cita textualmente "Según las previsiones del cambio climático realizadas hasta la fecha en España, el impacto sobre el agua es de carácter negativo: reducción de los recursos hídricos y aumento de la magnitud y frecuencia de fenómenos extremos como inundaciones y sequías". Así pues, estamos en una situación mucho más vulnerable que la mayoría de países europeos frente a los posibles efectos del cambio climático en cuanto a los efectos extremos relacionados con el agua (avenidas y sequías) que los investigadores preconizan.
No cuesta mucho deducir, por tanto, que cuantos mejores resultados se obtengan de la cumbre de París, cuantos mayores compromisos se obtengan para la reducción de gases procedentes de combustibles fósiles y, sobre todo, el hecho de que se consiga que dichos compromisos sean vinculantes para las partes, mejor será para la reducción de los efectos del cambio climático. De ahí su especial importancia para nuestro país.
Hace unos días me comentaba Enrique Cifres en un tweet que "En Europa cuesta comprender que el % de agua embalsada mida la coyuntura hídrica, lo que demuestra el rol de las presas en España". Efectivamente, en otros países donde la distribución espacial y temporal de los recursos hídricos es mucho más uniforme que en España, no se le presta tanta atención a la situación de los embalses. También ese es uno de los motivos por los que en España se han construido tantos embalses. Actualmente los embalses siguen siendo la principal garantía para disponer agua en donde se necesite y cuando se necesite en España.
Este hecho, es decir, la importancia de los embalses en España nos debería de dar una pista sobre cual debería ser nuestro plan B para el caso de que las negociaciones de la Cop21 fracasen. No olvidemos que va a ser difícil alcanzar un acuerdo en el sentido pretendido, y aún más difícil que se cumpla. No sólo por la fragilidad intrínseca de unos acuerdos que engloban a tantos países/intereses diferentes, sino también por el factor añadido de que la crisis económica global de los últimos años ha provocado por desgracia el retroceso en muchos avances ambientales. Y en cualquier caso, parece prudente disponer de alternativas que dependan únicamente de nosotros mismos. Hablo de embalses porque es lo que más conozco, pero en estas consideraciones habría que incluir (e incluyo) cualquier medida estructural o no estructural que sirva para garantizar el suministro del agua en España y aumentar la resiliencia de nuestras obras hidráulicas, y por tanto de nuestro sistemas, frente a los fenómenos extremos. Aunque los embalses son dignos de mención expresa por el valor añadido que aportan las centrales hidroeléctricas en la producción de energía eléctrica sin el uso de combustibles fósiles. Aumentar la inversión en estas infraestructuras, en su mantenimiento, en su gestión y en su modernización nos hará menos vulnerables a los efectos del cambio climático. Sin olvidar el gran reto de alcanzar el buen estado ecológico de las aguas para dar cumplimiento a la Directiva Marco del Agua de la Unión Europea. Resiliencia será la palabra clave.