La contaminación de ríos, lagos y acuíferos es uno de los problemas ambientales más importantes a los que nos enfrentamos en la actualidad. El agua, en términos de consumo, es un bien escaso que debemos proteger de todas aquellas sustancias que puedan alterar su calidad, no solo por la afección directa sobre nuestra salud, sino también por la conservación de los ecosistemas acuáticos y terrestres asociados.
Existen contaminantes conocidos que han sido ampliamente estudiados y que están regulados. Sin embargo, los contaminantes conocidos o convencionales tan solo son la punta del iceberg. La mayoría de contaminantes que aparecen en el medio ambiente como resultado de la contaminación que genera el ser humano aún no se conocen y a penas están regulados. Son los llamados “contaminantes emergentes”.
Los contaminantes conocidos o convencionales tan solo son la punta del iceberg
Los contaminantes emergentes aparecen en aguas superficiales y subterráneas por fallos en la gestión del recurso debido al desconocimiento de dichas sustancias. Proceden de aguas residuales domésticas, de efluentes industriales, de lixiviados de vertederos, de granjas o de escorrentía agrícola. Pero, ¿cómo son esos contaminantes hasta ahora desconocidos y en qué medida nos afectan? Sorprende que gran parte de ellos proceden directamente de nuestros hogares y se usan a diario sin ser percibidos como contaminantes.
En primer lugar, encontramos contaminantes procedentes de fármacos y productos de cuidado personal, también conocidos como PPCPs. En este grupo se engloban los medicamentos (principalmente analgésicos, antibióticos o antihipertensivos), las drogas, los suplementos alimenticios, los edulcorantes, la cafeína y la nicotina. Estos compuestos llegan a las masas de agua a través de los productos de excreción humana y animal al no eliminarse en las depuradoras mediante tratamientos convencionales, por vertidos directos o por lixiviados de vertederos. Se han encontrado concentraciones en acuíferos y aguas superficiales destinadas a consumo, aunque también pueden llegar al ser humano a través de la cadena trófica, ya que pueden aparecer en tierras de cultivo donde se aplican lodos de depuradora.
También son PPCPs las fragancias, los cosméticos, los protectores solares, los repelentes de insectos, los jabones y los acondicionadores. Por ahora, los estudios sugieren que las concentraciones ambientales actuales no son suficientes para provocar graves efectos, pero aún se desconocen la mayoría de ellos.
Por otro lado están los disruptores endocrinos, sustancias químicas capaces de alterar el sistema hormonal. Estas sustancias pueden ser hormonas naturales o sintéticas, que llegan al agua a través de las depuradoras, o productos químicos industriales y pesticidas, que aparecen por vertidos accidentales y por escorrentía. Los estudios en aves, anfibios y peces demuestran que causan feminización, intersexualidad en machos y desarrollo sexual anormal. Sin embargo, aún no se conocen bien los efectos que pueden tener en el ser humano, aunque se cree que pueden generar cáncer, malformaciones en el desarrollo y esterilidad.
Es importante añadir que, en relación a los pesticidas, estos son conocidos, pero no lo son tanto los metabolitos procedentes de su descomposición y que aparecen en concentraciones elevadas en las aguas subterráneas. Lo mismo ocurre con los surfactantes que se emplean en la industria (detergentes, agentes adherentes, dispersantes, emulsificantes, solubilizantes y agentes espumantes). A menudo, los metabolitos de degradación suelen presentar mayor toxicidad que los contaminantes de los que proceden.
En el grupo de las nanopartículas (entre 1 y 100nm) encontramos compuestos que se utilizan en fármacos nanoterapeúticos, cosméticos, productos de almacenaje de energía, telas, lubricantes e incluso pelotas de golf. La toxicidad de muchos de los productos todavía no ha sido probada.
Por último, se puede definir un grupo de Contaminantes Orgánicos “Globales”, donde cabe destacar los polibromodifenil éteres (PBDE), que se emplean como retardantes de llama para prevenir el riesgo de incendio en la industria y en el hogar. Aunque se liberan a la atmósfera, también aparecen en el agua. Estos compuestos se absorben y se bioacumulan en los tejidos animales. Además, sufren el proceso de biomagnificación en la cadena trófica. Aunque aún se desconocen sus efectos, se cree que pueden producir neurotoxicidad, cáncer y disrupciones endocrinas.
El principal problema que nos encontramos ante los contaminantes emergentes es que, al no conocerse, no se procede a un tratamiento adecuado durante el proceso de depuración de las aguas residuales. Además, las concentraciones suelen ser tan pequeñas (ng/L o incluso µg/L) que son indetectables con los dispositivos de control habituales, de modo que se liberan al medio acuático y se bioacumulan en los ecosistemas, causando impactos en los mismos e incluso afectando directamente a nuestra salud.
Como los métodos convencionales de tratamiento de aguas no consiguen eliminar las concentraciones tan bajas de contaminantes emergentes, es necesario aplicar tratamientos avanzados. El éxito de su eliminación varía en función de las propiedades químicas de cada contaminante particular y los procesos químicos a partir de los cuales se elimina cada sustancia concreta aún deben ser ampliamente estudiados.
Así, los avances en tecnologías de membranas de ultrafiltración, nanofiltración y ósmosis inversa, en combinación con tratamientos de coagulación-floculación, oxidación y membranas biológicas son prometedores, aunque aún queda mucho por avanzar.