Estamos acostumbrados a relacionar a las abejas con la apicultura (la crianza de las Abejas por parte del hombre). Sin embargo, no debemos olvidar que antes de que naciese la apicultura, la Abejas silvestres eran capaces de sobrevivir por si mismas en el medio natural.
Con esa idea en la cabeza, me decidí ir en su busca. No era ajeno al hecho de que aquella empresa no iba a resultar fácil para mí. Encontrar Abejas silvestres en su medio natural requeriría de unas capacidades y conocimientos que yo no poseía. Por eso, después de hacer un par de llamadas de teléfono, me dirigí hasta el pueblo de Segura del Toro, situado en Extremadura (España), para entrevistarme con Alonso Gutierrez. El viaje hasta allí resultó un tanto tedioso (acostumbrado como estaba a las distancias cortas), pero el premio que me esperaba al final del camino me animaba a proseguir.

Cuando por fin pude estrechar la mano de Alonso, resultó ser un hombre totalmente enamorado del medio ambiente. Había sido uno de los impulsores en utilizar el agua de una de las gargantas del río Ambroz para hacer un área recreativa para los niños del pueblo. Esa pasión por lo natural la había trasladado a las Abejas.
Cuanto más hablaba con él, más fascinante me parecía su labor. Alonso era el inventor de los llamados “Parques Naturales de las Abejas”. Me contó que había fundado varios espacios cerrados, dentro de la serranía que rodeaba al pueblo, donde las Abejas silvestres podían medrar sin que el hombre acabase con ellas como si fuesen una amenaza. En todo ese espacio nadie intervenía para cuidar a las Abejas. Eso ocurría porque, según me explicó Alonso mientras me miraba con ojos emocionados, ellas sabían cuidarse por sí solas mucho antes de que el hombre fuese creado en la Tierra.
Cada colmena necesita de media entre 2 y 4 litros de Agua al día para su sustento dependiendo de su tamaño
Me interesó mucho conocer uno de esos Parques Naturales de las Abejas. Alonso me condujo, la primera de las dos mañanas que permanecí a su lado, por un sendero que llamaban “La Ruta del Castañar”. El calor de Julio apretaba y cubrí mi cabeza con una gorra. Alonso avanzaba a mi lado con un sombrero de paja y un bastón de madera mientras inspiraba profundamente para percibir el olor de la lavanda y del romero. La primera parte del recorrido era una senda que lamía uno de los lados de la serranía y que suponía un ascenso continuo. Algunos castaños jóvenes salpicaban los lados de la vereda pero la sombra era escasa. Alonso me animó a seguir, prometiéndome que el premio final lo merecería.

Treinta minutos de subida continua nos condujo hasta un recodo. Al atravesarlo (y como si nos hubiésemos trasladado de pronto hasta otro planeta), se abrió ante nuestros ojos un valle frondoso, lleno de vegetación. Casi corrimos para alcanzarlo. La necesidad de sombra y de descanso ante el calor implacable del sol terminó cuando nos sentamos en unas piedras rodeados de helechos. Alonso sacó de su mochila una bolsa llena de cerezas frescas, rojas y carnosas. Su dulzor y su explosión en nuestras bocas (cada vez que las mordíamos) nos relajó hasta el extremo de tumbarnos. En esa posición, observamos el paso trémulo de las nubes en el cielo azul. Las copas de los árboles se mecían suavemente por la brisa de la mañana. Escuchábamos de fondo el agua que atravesaba aquel oasis escondido tras un camino casi yermo.
Me describió un proceso sencillo de refrigeración de las celdas que llevaban a cabo las Abejas con las gotas de Agua
Ya recuperados y con ilusiones renovadas, Alonso me llevó por un sendero estrecho. Nuestra meta era recorrer algunos de los castaños centenarios de más de 700 años de existencia y que daban cobijo a las Abejas Silvestres. Llegamos a uno de ellos. Alonso me mandó callar. Agudicé el oído. Escuché el salto de un escarabajo volador. Luego el quejido interminable de la chicharra. También el vuelo de un Martín Pescador que remontaba el río. Entonces, mis oídos se inundaron con la magia de la vida.
Un zumbido continuo de cientos de abejas provenía del interior del tronco de uno de los Castaños. Allí estaban las Abejas silvestres. Todo se volvió muy claro en mi mente. La simbiosis entre el agua, la vegetación y los árboles centenarios, creaban el rincón perfecto para que las Abejas silvestres pudiesen disfrutar de un ecosistema limpio y sostenible. Aquel era su Parque Natural perfecto.

La jornada fue espectacular. Alonso me enseñó a descubrir más colmenas. Me contó que aquellas eran tierras que habían pertenecido a sus antepasados y que, a pesar de las muchas ofertas que había recibido para su venta, había decidido protegerlas para seguir con su labor de crear Parques Naturales para las Abejas. Me llenó de orgullo conocer de nuevo a otra persona que ponía los intereses de la Tierra y de su conservación por encima de los suyos propios.
Cuando el ocaso comenzó a debilitar la luz del sol, tomamos el camino de regreso. Esta vez Alonso no dijo nada. Permaneció en silencio todo el trayecto, como si ahora tocase meditar y reflexionar en todas las maravillas que habíamos encontrado. Pero antes de separarnos me preguntó qué factor había sido clave para encontrar a las Abejas Silvestres. Dentro de mi ignorancia, le respondí que los Castaños eran decisivos. Alonso, muy amablemente, negó con la cabeza y me explicó que la clave era el Agua. Me indicó que las Abejas necesitan un aporte diario de Agua para su consumo. Me explicó que cada colmena necesita de media entre 2 y 4 litros de Agua al día para su sustento dependiendo de su tamaño. Incluso me describió un proceso sencillo de refrigeración de las celdas que llevaban a cabo las Abejas con las gotas de Agua. No cabía en sí de asombro por este dato y llegué a entender porqué las Abejas siempre se sitúan cerca de fuentes de Agua para construir sus colmenas.
Cuando me despedí de él, dos días después de nuestro primer encuentro, sentí una especie de vacío. Era ese que se siente cuando notas que te separas del lugar al que sabes que perteneces.
Porque de una cosa no hay duda: el hombre está hecho de Tierra y por eso pertenecemos a la Tierra. No sólo estamos hechos de Agua.