Cuando Karen Grant puso el pie en el suelo, poco se podía imaginar que aquel sería el principio de un día que terminaría con consecuencias trágicas. Todavía hoy se recuerda como una de las jornadas en las que ocurrió uno de los peores desastres ecológicos de la historia moderna. Karen Grant acababa de bajar del helicóptero tipo “Bell 412”. Se hallaba en la superficie del helipuerto de la Plataforma de Perforación Petrolífera llamada “The Andean Condor”.
Esta estructura sobre el mar, era una torre petrolífera de diseño DFR-2A de sexta generación, del tipo semisumergida, que poseía un posicionamiento dinámico para aguas súper profundas. Tenía taladros de última generación que perforaban el lecho marino sin ningún tipo de dificultad. Los taladros podían hasta con la composición mineral más dura del sustrato rocoso. Mientras que otro tipo de torres y plataformas eran utilizadas para extraer petróleo de pozos ya taladrados, la plataforma donde se encontraba Karen Grant era la que iniciaba todo el proceso. Por eso los trabajos que se realizaban en ella eran los más delicados.
La torre tenía 132 m de largo por 85 m de ancho y, de acuerdo con las declaraciones del presidente de la Compañía Petrolera, el señor Andy McGea, “The Andean Condor” era una de las torres de perforación más grandes del mundo de su clase, diseñada para las aguas más profundas. La Compañía se jactaba de que podían operar en aguas de hasta 2800 metros de profundidad y tenía un potencial máximo de perforación de casi 10000 metros. Además, La Plataforma de Perforación podía alojar una tripulación de hasta 170 miembros. Meses atrás, La Plataforma había sido remolcada hasta la posición de perforación. Una vez instalados sus tanques en sus pontones, las columnas habían sido lastradas con la posibilidad de poder reubicar su posicionamiento según las necesidades que se presentasen.
Karent Grant había sido invitada por La Compañía Petrolera para cubrir con un reportaje fotográfico el día más importante de la perforación. Era la jornada más esperada por la tripulación tras años de trabajos y preparativos. Ese día significaba que la perforación había finalizado. Se había localizado la bolsa de petróleo en las entrañas del fondo marino y ahora sólo restaba hacer las pruebas de rutina en el entramado de tuberías y en el cemento que aseguraba el punto de perforación. Si los resultados en la presión de los conductos y del fraguado del cemento eran positivos, entonces se podría extraer el lodo que llenaba las tuberías y que impedía que el hidrocarburo escupiese su masa negra al exterior. Tan importante era la prospección, como el día en el que se decidía dar luz verde a la extracción.
Por eso aquel día era emocionante en todos los sentidos. Sin embargo, Karent se sentía un poco extraña. Estaba acostumbrada a acompañar a Ulises Flynn en sus trabajos de campo y, esta vez, él no estaba presente. La Compañía Petrolera no había querido que le acompañase. Al parecer había ciertas desavenencias entre el profesor y el director de La Compañía por asuntos que venían del pasado. Ulises, que como siempre se mostraba parco en palabras, no había querido darle a Karen muchas explicaciones al respecto (y eso a pesar de que la joven fotógrafa se lo había inquirido mientras charlaba con él unos días antes en su apartamento).
-El pasado es pasado, Karen, removerlo nunca trae nada bueno. McGea y yo no nos toleramos. Eso, a veces ocurre con algunas personas. Los detalles poco importan –le había respondido tras recibir la noticia de su viaje a “The Andean Condor”.
Eso le había desilusionado un poco. O quizás se había acostumbrado demasiado a trabajar con el profesor. Sea como fuere, Karen enseguida se adaptó a su ausencia. Ella sabía cuidarse bien sola. Toda su vida había tenido que salir adelante prácticamente con sus habilidades y talentos adquiridos casi de forma autodidacta. Karen pertenecía a una familia donde todos eran varones a excepción de ella, que casi llegó a la familia sin preguntar. Desde luego sus padres no querían tenerla y su madre se quedó embarazada de manera accidental con una edad que ya superaba los 45 años. Quizás esa fue la razón por la que no recibió una atención y dedicación muy esmerada y se centraron en ella para cubrir sus necesidades. De hecho todas las actividades de la familia se centraban en sus cuatro hermanos varones. Eso nunca le importó a Karen. Lo vio, de hecho, como una ventaja. No le faltó cariño y amor, que era lo importante y ahora, de adulta, podía contar con su familia para lo que fuera. Pero vivir en un ambiente alejado de los estereotipos que se esperarían para una niña, le preparó para aprender mucho más de la vida que si le hubiesen concedido todo sin esfuerzo.
Con orgullo, Karen podía decir que se había hecho a sí misma. Las decisiones sobre asuntos importantes las asumió según sus propios criterios y nunca se sintió condicionada. Eso siempre se lo agradecería a sus padres, el hecho de haberla permitido dirigir su vida a su libre albedrío. Parte del éxito del mismo se debía a que sus padres siempre habían sabido escucharla. Luego le decían pocas cosas. Aunque cuando le daban un consejo, Karen sabía que seguirlo significaba fiabilidad. Por eso, también confiaba en el profesor Ulises Flynn. Su experiencia en la vida también le enriquecía mucho, incluso en aquellas cuestiones en las que no se ponían de acuerdo. Era una experiencia diferente a la de sus padres pero igual de respetable.
-No me pregunte a mí si debe ir o no a “The Andean Condor” –le había contestado el profesor aquel día-. Desde el punto de vista profesional, rechazar esa invitación sería un suicidio –luego hizo una de sus características pausas-. Empero, no olvide que si decide aceptarla se encontrará con que está en medio del mar y a cientos de kilómetros de la costa más cercana y, además, será la única mujer en aquel lugar. Eso es para pensárselo, ¿no cree? –le sonrió.
Pero Karen, más que asustarse por esa posibilidad le agradó el desafío. De hecho le encantaban los retos. Por eso, lejos de crear temor en la joven fotógrafa, la situación le llenó de ilusión. Poder hacer aquel reportaje era en sí una oportunidad única.
Después de esta regresión en su memoria, Karen volvió a la realidad. A sus espaldas aún sonaba el ruido del motor del helicóptero. Llena de optimismo, se dirigió al puente de mando que era el centro de operaciones de La Plataforma. Quería conocer en persona al famoso Jeff Dawn, el dueño de la empresa perforadora a quien La Compañía Petrolera había contratado para realizar aquella perforación. Jeff llevaba más de treinta años en el negocio y siempre había acabado sus trabajos con éxito. Probablemente no existía en aquel sector ningún otro profesional que diese las garantías que podía esgrimir Jeff y su equipo de expertos. Su reputación le precedía en todas partes.
Karen respiró profundamente, dejo que la brisa del océano removiese sus cabellos rubios y caminó con paso firme hacia el puente de mando.