La escasez y calidad del agua se están convirtiendo en tema de interés público, social, y hasta geopolítico. El agua no solo es necesaria para la supervivencia de las personas, sino que es necesaria para el desarrollo de determinadas zonas geográficas, de ahí la relación existente entre el PIB de algunos países y continentes y la falta de agua, pese a que en algunas regiones la ausencia de agua originaria se suple con la explotación de otros recursos naturales permitiendo la prosperidad de la población y cantidades ingentes de inversiones para poder obtener agua.
Según Naciones Unidas y dependiendo de los ratios de fertilidad por zonas geográficas, se estima que en el año 2035 este mundo que nos une llamado tierra, puede tener más de 10.000 millones de habitantes, esto nos debe hacer pensar sobre los desafíos actuales y potenciales a los que nos podremos enfrentar.
Se habla de cambio climático, como expresión impersonal, como algo que ocurre y debemos adaptarnos, cuando la realidad es que no es un cambio como tal, sino que es la consecuencia de un hacer y actuar de la humanidad. Nosotros mismos estamos destruyendo nuestro entorno con el impacto negativo que ya estamos sufriendo hoy en día y la herencia que dejaremos a las generaciones venideras, no es un cambio, es la respuesta de la naturaleza al ataque sin paliativos que le estamos realizando. Debemos actuar ya.
Los incrementos de fenómenos meteorológicos extremos que estamos apreciando a lo largo y ancho del mundo, los incrementos de periodos de sequía que se van sucediendo, también desde el punto de vista social se puede apreciar que la demanda de energía individual y de agua se pueden estar reduciendo, tal vez por los costes energéticos o por campañas de concienciación, pero sin embargo desde una visión global la demanda total de energía no hace más que crecer y crecer. Debemos actuar ya.