Cuando se reflexiona sobre el reto del cambio climático, su impacto es tan transversal que a menudo no se valoran en su justa medida, ciertos aspectos que pueden pasar desapercibidos debido a la magnitud del problema, pero que son de una enorme entidad y que por sí solos pueden comprometer los pilares básicos de nuestra sociedad.
Uno de estos pilares, que constituye un bien básico para el sostenimiento de nuestro estado del bienestar y, por supuesto, para algo más trascendente y básico como la vida, es el servicio urbano del agua: abastecimiento y saneamiento. El cambio climático afecta de manera profunda a estas actividades, aunque en muchas ocasiones notamos que el foco no está puesto en ellas.
A la hora de establecer el impacto y las consecuencias que tiene el cambio climático en un sector, existe un consenso en que hay que dividir el análisis en dos partes diferenciadas: a) aquellas medidas que pueden mitigar la emisión de gases de efecto invernadero, causantes de forma directa del cambio climático, y b) las medidas a tomar para adaptarse a las nuevas circunstancias provocadas por el cambio climático.
Si se analizan las medidas de mitigación que pueden implementarse en el sector del agua urbana, es destacable el gran esfuerzo que se ha realizado en los últimos años. Esto no quiere decir que no exista margen de maniobra o que no haya importantes puntos de mejora para aumentar el compromiso contra el cambio climático de los servicios de agua urbana en España.
El cambio climático afecta de manera profunda al abastecimiento y saneamiento, aunque en muchas ocasiones notamos que el foco no está puesto en ellas.
Para hacerlo más explícito, se pueden dividir las acciones de mitigación en tres: la generación de energía renovable o limpia, la aplicación de la economía circular y la concreción de planes detallados de mitigación. Según el Estudio Nacional que elabora y publica AEAS de forma bienal, y con respecto a los datos de la edición de 2018, los servicios de abastecimiento y saneamiento generan, en el propio ejercicio de su actividad, energía renovable asociada y condicionada al objetivo del servicio.
En concreto 456 GWh al año, lo que permitiría suministrar energía eléctrica durante ese período de tiempo a los hogares de una ciudad de unos 150.000 habitantes. La mayor parte proviene de la electricidad generada a partir del biogás obtenido en las plantas depuradoras de aguas residuales (dotadas de digestión anaerobia) que aportan unos 230 GWH/año, seguida de la producción de las mini y micro centrales hidroeléctricas asociadas a la operación del agua urbana (133 GWh/año).
En relación a la nueva estrategia impulsada por la Comisión Europea denominada economía circular, el sector del agua urbana es uno de los líderes en este cambio de modelo productivo. Esto es debido a las ventajas que ofrece el ciclo del agua: el aprovechamiento de los recursos mediante su reutilización y valorización. España es uno de los países más avanzados del mundo en cuanto a la práctica de la reutilización de agua residual una vez depurada y regenerada, siendo una actividad plenamente afianzada en el arco mediterráneo, donde la escasez hídrica es un problema estructural. En los últimos años, se viene reutilizando ente el 7 y el 10% de los caudales residuales depurados a nivel nacional y el destino principal de este recurso es la agricultura (45%) y el riego de jardines y zonas de ocio (36%). Además, en las depuradoras se obtienen más de 800.000 toneladas anuales de fangos que, una vez tratados convenientemente (biosólidos), se reutilizan en la agricultura, jardinería y silvicultura en un 85% del volumen.
Tal y como concluyen y trasladan los expertos en este ámbito, en el siglo XXI las depuradoras se deben convertir en unas biofactorías en las que, no sólo se puede obtener nuevo recurso mediante reutilización, sino que pueden aportar en la generación de energías renovables, así como en el aprovechamiento de otros recursos que están en el agua residual y que anteriormente se desechaba, como el fósforo.
En relación a la nueva estrategia impulsada por la Comisión Europea denominada economía circular, el sector del agua urbana es uno de los líderes en este cambio de modelo productivo
Todas estas medidas ya implementadas por gran parte de los operadores de agua urbana contribuyen a que el sector en su conjunto esté adaptado al nuevo modelo de producción, que requiere un desafío de la envergadura del cambio climático. Sin embargo, aún se puede mejorar y, como sector, tenemos la obligación de intentarlo, fomentando e incrementando estas técnicas sostenibles con respecto al medio ambiente y las generaciones futuras.
Entre ellas, está la adopción por parte de los operadores de planes de mitigación del cambio climático. El 62% de los operadores que participan en nuestro Estudio Nacional declaran que han desarrollado planes de mitigación de emisiones de gases de efecto invernadero a la atmósfera. En estos planes se realiza un estudio exhaustivo del impacto que tienen estos servicios en el medio ambiente y las emisiones a la atmósfera. Según los datos obtenidos en nuestra última encuesta, el sector aporta un 0,43% en el total de emisiones de gases de efecto invernadero de España, lo que significa que la afección al cambio climático por el sector es inferior a la media intersectorial, si lo comparamos con el impacto económico que tienen los servicios de agua urbana en la economía nacional, 0,65% del PIB.
En relación a la adaptación de los servicios de agua urbana, se podría considerar que es uno de los sectores en los que se prevé un mayor impacto, entre ellos el económico, por el cambio climático. Las nuevas condiciones implican un reto que deberán afrontar los operadores y ya existen evidencias científicas que demuestran que es necesario estar preparado en las distintas facetas de las actividades del abastecimiento y saneamiento.
En primer lugar, la mayor amenaza tiene que ver con el propio recurso sobre el que gravitan estos servicios, que es la disponibilidad de agua. Según datos recientes del CEDEX, apoyados en hipótesis de previsión de emisiones y el modelo climático global desarrollado por el IPCC de la ONU, España en su conjunto va a ver reducida la disponibilidad de los recursos hídricos. Según los escenarios estudiados, puede producirse hasta un descenso del 24% del total de precipitaciones y un aumento de la evapotranspiración potencial, lo que desembocaría en un descenso de la escorrentía de hasta el 43%. España se sitúa entre la mayor zona desértica cálida del mundo en extensión ─el Sáhara─ y el clima húmedo del continente europeo. Según los estudios ya publicados, la disponibilidad de agua en esta región del mundo va a verse reducida por causa del cambio climático, sin duda una prognosis de clara emergencia.
Los operadores de abastecimiento y saneamiento deben seguir actuando y reforzando los estudios de prospectiva y horizontes de resiliencia, y hacerlo lo antes posible
Se prevé que el nivel del agua del mar seguirá subiendo en los próximos decenios, unido a un aumento de la temperatura del mar y de un aumento de la frecuencia y virulencia de las borrascas, lo que afectará al régimen del oleaje. Gran parte de la población española se encuentra en zonas litorales y, por tanto, gran parte de los mayores operadores de agua urbana en España deben gestionar esta nueva situación provocada por el cambio climático. En el documento denominado “Estrategia de adaptación al cambio climático de la costa española”, realizado por el MAPAMA en 2016, se establece que el urbanismo va a verse afectado por este fenómeno y, concretamente: “Se deben tener en cuenta igualmente los problemas de intrusión salina en ríos y acuíferos, así como la subida del nivel freático que podría afectar al funcionamiento de redes y servicios subterráneos así como a la calidad de los terrenos y a las condiciones sanitarias del entorno”.
No hace falta entrar en hipótesis sobre modelos científicos para observar estos problemas. En España, el MITECO dispone del Sistema Nacional de Cartografía de Zonas Inundables en el que se comprueba el impacto que tienen los regímenes extremos de oleaje sumados a mareas meteorológicas en núcleos urbanos costeros. Estos escenarios van a incrementarse por efecto del cambio climático y son tenidos en cuenta por los operadores de agua urbana, al afectar de manera directa a sus infraestructuras. Las inundaciones no sólo se circunscriben al ámbito costero, también habrá que estar preparados para una mayor virulencia de las precipitaciones en todo el territorio, lo que provocará que aumenten las áreas anegadas y con peligro para la población y la producción económica.
Ante todas estas circunstancias, los operadores de abastecimiento y saneamiento deben seguir actuando y reforzando los estudios de prospectiva y horizontes de resiliencia, y hacerlo lo antes posible. Esta actuación debe estar basada en el principio de planificación. Teniendo en cuenta la reciente dificultad de movilizar recursos económicos, es necesario realizar un diagnóstico adecuado que permita priorizar las actuaciones. Existen multitud de iniciativas por parte de los propios operadores y de las administraciones públicas, que permiten enfocar temas tan dispares como la gestión de sequías, los sistemas de drenaje sostenible, los tanques de tormenta o la gestión de inundaciones. Todos ellos suman para lograr una mejor evaluación de los problemas y una correcta respuesta.
El fenómeno del cambio climático es una evidencia real empíricamente demostrada y sólo el compromiso realista del conjunto de las administraciones públicas, los sectores productivos y la sociedad civil, servirá para reducir la emisión de gases de efecto invernadero y adaptarnos a las externalidades que se están produciendo por la actividad antropogénica, que ya no se puede evitar. Desde nuestra representación mayoritaria -como asociación técnica- de los operadores tanto públicos como privados o mixtos del abastecimiento y saneamiento urbano, mostramos nuestro compromiso ante este desafío y trabajaremos con perseverancia y determinación.
Nota: Agradezco a Andrés Guerra-Librero su colaboración en la redacción de este artículo.