Es posible imaginar paisajes feraces, con cuencas llenas de bosques, con sotos de ribera alrededor de los ríos, con buena calidad de agua, con nutrias y peces, con acuíferos sin sobreexplotar, donde las ciudades se abastecen de aguas limpias pero las devuelven con extraordinario cuidado, donde funcionan las grandes depuradoras, donde se separan las aguas residuales de las pluviales, donde existen estanques de tormenta para depurar las aguas que atraviesan las ciudades, donde las industrias tienen sus tomas de agua un poco mas debajo de donde las vierten, con sistemas de depuración adecuados a cada tipo de vertido en los polígonos industriales, donde los fertilizantes y pesticidas son utilizados con estricto control para que no se eutroficen o contaminen las aguas, donde los pequeños municipios cuentan con filtros verdes, con lagunajes, donde existe una extraordinaria atención al recurso. La realidad es un poco diferente. Según Naciones Unidas: cerca de 2.500 millones carecen de acceso a instalaciones de saneamiento adecuadas; unos 800 millones de personas no disponen de acceso a agua potable; sigue habiendo “pobreza hídrica” o familias que se quedan sin acceso a este recurso, entre 6 y 8 millones de personas fallecen todos los años debido a catástrofes y enfermedades relacionadas con el agua; y se confirma, de una forma inexcusable y con evidencias científicas que el cambio climático está afectando ya de una forma importante a los ecosistemas naturales, cultivos y caudales circulantes.
Las perspectivas son preocupantes. La colisión parece inevitable, por una parte un recurso estratégico, y cada vez más escaso y caro como el agua de calidad, (por la irregularidad asociada al cambio climático) y por otra parte, unas necesidades crecientes, por el incremento demográfico y económico.
Pero veamos de dónde venimos, para intentar adivinar el futuro. Es posible dividir la historia de la gestión del agua en tres etapas:
- Agua 1.0 el objetivo era aumentar la oferta, había que dominar el recurso, haciendo grandes presas y trasvases. Era necesario llevar agua a las ciudades y a los cultivos. El precio no era importante, si había que hacer algo se hacía directamente. Así se ha conseguido laminar avenidas, aumentar la superficie de regadío y producir energía hidroeléctrica pero con considerables impactos ambientales y sociales.
- Agua 2.0 es la gestión basada en la demanda. El precio del agua importa, los economistas entran en la gestión. Ya no se puede hacer una obra a cualquier precio, se pide que los usuarios finales asuman sus costos. Se pregunta agua para qué, donde y a qué precio. Los impactos sociales son tenidos en cuenta. La ecología empieza a tener importancia, los usos ambientales son cada vez más demandados...
- Agua 3.0 es la gestión basada en la inteligencia, en la mayor participación pública, en las nuevas tecnologías, en soluciones baratas basada en la naturaleza, (en ingles suena mejor nature based solutions). En la gestión de la incertidumbre, en actuaciones que aumenten la resiliencia, en la restauración de los ecosistemas, en la preocupación decisiva por la biodiversidad…
Podemos suponer, en la segunda década del siglo XXI, que estamos en Agua 2.0, es decir, gestión basada en la demanda, aunque en muchos aspectos y en muchas partes del mundo estemos en la uno y que la transición inevitable es a Agua 3.0.
Las variables que han modificado el escenario actual y que nos arrastran irrevocablemente a la gestión basada en la inteligencia tienen que ver con las crecientes exigencias ciudadanas, tanto respecto a calidad del agua potable como al mantenimiento de zonas húmedas y espacios protegidos asociados al agua y al reconocimiento de un recurso por la ONU como servicio público esencial, frágil, indispensable y estratégico. Por ello se vislumbra esta nueva etapa donde va a haber mayor control pero a la vez los riesgos son cada vez mayores.
Pensando en el futuro, la gestión inteligente del agua incluirá:
- Utilización de conocimientos tradicionales exitosos, muchos relacionados con experiencias de propiedad comunal del agua, desde regadíos tradicionales a formas de gobernanza, cultivos y semillas adaptados a cada clima, etc…
- Uso de tecnologías de la información, desde sensores, a drones pasando por sistemas de control, de simulaciones, de uso de big data para obtener patrones de consumo y de distribución. Herramientas que se utilizarán de forma masiva, tanto para la vigilancia, como para obtener información, mejorar la calidad, la reducción de la contaminación, la minimización de la liberación de productos y materiales peligrosos. También para la distribución, gestión y asignación de recursos hídricos.
- Aumento de la eficiencia del uso del agua en todos los sectores y garantía del suministro de agua dulce para hacer frente a la escasez.
- Depurar el total de aguas residuales, ampliando el reciclaje y la reutilización.
- Exigencia de que los usos productivos sean compatibles con los usos ambientales, paisajísticos y recreativos.
- Consideración del indisoluble binomio agua-energía.
- Ampliar la cooperación internacional y el apoyo a los países en desarrollo en actividades de saneamiento, aprovechamiento del agua, desalinización, eficiencia en el uso, tratamiento de aguas residuales, reciclaje y tecnologías de reutilización, etc.
- Liberalización de agua de agricultura para funciones y usos de los ecosistemas.
- Evaluación de las políticas del agua y de las que afectan a toda una cuenca, con rendición de cuentas. Apoyo y fortalecimiento de la participación de las comunidades locales para mejorar la gestión.
- Recuperación de ciertas concesiones públicas destinadas a empresas hidroeléctricas para aumentar caudales ambientales, remunicipalización de abastecimientos y concesiones de aguas.
- Planificación con adecuadas simulaciones de diferentes escenarios, implementando la gestión integrada.
- Adaptación al cambio climático.
- Acciones para aumentar la resiliencia: proteger y restaurar los ecosistemas asociados, incluyendo montañas, bosques, humedales, ríos, acuíferos y lagos.
Foto: F.Prieto. Dron vigilando la calidad de agua de un río.
La sociedad va a tener que decidir, y según como lo haga, será posible un escenario más sostenible, como el descrito al principio del artículo, o uno más insostenible o caótico. Algunas de las variables claves para tomar decisiones en el futuro inmediato son las siguientes:
- Remunicipalización/privatización de los servicios públicos: en diferentes países se opta por un modelo o por el otro.
- Participación pública/decisiones desde arriba: los intereses de la mayoría que buscan el bien común deberán confrontarse con corporaciones o grupos de intereses creados.
- Gestión de la demanda/aumento de la oferta: en un escenario de mayor exigencia ambiental, va a ser necesario justificar cada obra.
- Usos ambientales/productivos: los ambientales van a ser cada vez más demandados respecto a actividades consumidoras de agua, en ocasiones, de poco valor añadido.
Futuro
Los dos escenarios, simplificando mucho, que se pueden adivinar, son el tendencial, es decir, seguimos actuando como hasta ahora o el sostenible donde deberán cambiarse radicalmente muchas de las prácticas habituales.
Se adivinan grandes retos para la gestión y planificación futura sobre el agua:
- Escasez e irregularidad debido al cambio climático, que implicará un aumento de frecuencia de sequías. También una disminución de caudal circulante en los ríos, por aumento de los usos y también por el incremento de la vegetación en las cuencas altas.
- Problemas de calidad por deficiente depuración, contaminación por fertilizantes y pesticidas.
- Competencias entre Territorios o países (cuencas altas-bajas), o usos (agrícolas, urbanos y ambientales)
Que van a determinar su disponibilidad o no para importantes capas de la población o para producir alimentos. Los retos son complejos, pero nunca ha habido tanta información, experiencia, habilidades, conocimiento, habilidades científicas y técnicas, tanta inteligencia y capacidad de solucionarlos como ahora tiene la humanidad. Según cómo los enfrentemos podremos avanzar en la senda de la sostenibilidad o estar mucho más cerca del colapso, especialmente en un entorno de incertidumbre y cambio climático. Nosotros decidimos.
En cualquier caso, cualquier planificación para el futuro implica incertidumbre como corresponde a un mundo en mutación. Cambiarán las tecnologías, las prioridades, los sectores productivos, etc… pero parece indiscutible, que vamos a tener cambio climático y exigencias ambientales mayores por parte de la sociedad.
Un escenario más sostenible, implicaría esa gestión sostenible que es en definitiva, aumentar el cuidado del recurso. Estas acciones coinciden con las recomendaciones de UNEP, Unión Europea, OCDE y Agencia Europea de Medio Ambiente y, en casi todos los casos, pretender aumentar la resiliencia de los ecosistemas, tarea decisiva en la que invertiremos nuestro tiempo y dinero durante los próximos años para poder tener un futuro sostenible.
Podemos imaginar. Imaginar soluciones. Soluciones basadas en la naturaleza. Y aplicarlas. Aplicarlas ya. Es imprescindible imaginar. Y actuar. Actuar ya. Por un futuro más sostenible.