Cuando mi hermano trabajaba en Pridesa, venía a Bilbao de vez en cuando, pero no fue hasta después de su grave accidente cuando realmente supe quién era su jefe, Luis Castilla. Él nos ayudó a gestionar esa penosa situación, mostrando así que la colaboración de la empresa era total y absoluta.
Poco después creó el premio Primitivo Abengózar para así recordar quién era mi hermano. Un acto que nos llena de orgullo y agradecimiento a toda la familia. Aquel gesto refuerza y ennoblece a su creador porque es justo celebrar la bondad del ser humano y eso en una empresa se llama compañerismo, generosidad y profesionalidad, valores todos ellos que supo ver a través de una persona como Primi.
Con el paso del tiempo y una mayor perspectiva, se aprecia realmente el mérito de lo que hizo Luis. En un momento muy duro, e inmerso en una gran desgracia, supo mostrar no solo su apoyo, sino que hizo algo más: llevar a cabo la idea de crear este premio para el largo plazo. Fue su manera de que se recordase a un buen chico —que había perdido la vida durante el desempeño de su trabajo— como forma de mostrar los valores que regían su vida y hacer que trascendieran y fueran una guía para su empresa. Un proyecto que supo llevar a buen término en el que involucraba a esa buena gente que suele estar apartada de los focos, quizá porque tampoco los busca; gente sencilla, de vida humilde, tal vez, pero buena; grandes profesionales para quienes Luis buscó la manera de que también tuvieran su instante de gloria, su momento para ser reconocidos públicamente y con todos los honores mediante un premio honorífico pero real.
Un galardón que destacase su valía profesional, pero también personal. Luis pensó que para que fuera válido debería contar con el concurso de todos y, en particular, de sus propios compañeros en un proceso transparente, claro y sencillo. Y así fue como ideó este premio donde, desde el proceso de selección, tenían que estar implicados los propios compañeros para que —a petición suya y de forma discreta— eligieran al mejor de todos ellos para representarlos. Una bonita forma de mostrar a toda esa gente amable que es importante para la empresa, destacando su profesionalidad pero, sobre todo, como buena persona. Un encaje de bolillos al que Luis Castilla encontró solución. Porque si lo cortés no quita lo valiente, la brillantez de puertas afuera no está reñida con la calidez humana. ¿Cuántas empresas pueden enorgullecerse de haber creado un galardón así?
Este premio, al que Luis estaba emocionalmente muy ligado, acaba de cumplir veinte años y él siempre procuró encontrar hueco en su apretada agenda para estar presente junto a toda la familia ACCIONA Agua.