Hoy hay partida de póker y T.G. lo sabe desde hace días. No se trata de una partida de póker corriente. No se celebra en Las Vegas ni en Montecarlo. Y a pesar de que hay mucho en juego, incluidas grandes cantidades de dinero, poca gente conoce su existencia.
TG es un jugador habitual, podríamos decir que imprescindible, pero está nervioso, siempre lo está. Y de camino a la partida repasa las jugadas, las posibilidades, los diferentes escenarios, porque va a necesitar toda su agilidad mental, primordial para jugar bien sus cartas cuando llegue el momento.
Al llegar TG saluda al croupier y a los jugadores que van a participar. Se conocen bien, son muchas partidas en el Póker del Agua, un juego en el que se decide el futuro de cientos, de miles de personas, y se toman trascendentes decisiones sobre cómo actuar en un embalse ante una situación de fuertes precipitaciones.
El croupier inicia la partida destapando sucesivas cartas: informes técnicos que va colocando sobre la mesa de juego
Como en todo póker descubierto, el croupier inicia la partida destapando sucesivas cartas: informes técnicos que va colocando sobre la mesa de juego.
La primera carta en la mesa no es buena para TG Hay una borrasca (¿Gloria, Filomena…?), pero parece que está alejada de la cuenca.
TG decide no apostar: no abrirá las compuertas de los embalses y permitirá que se embalse la lluvia.
El jugador sentado a su derecha, RR, está contento con esa decisión: a los regantes les interesa, cuanta más agua en el embalse, mejor. El temor a una sequía y a sus terribles repercusiones sobre los cultivos, siempre está presente.
También le parece una buena jugada a RH, para los hidroeléctricos mucho mejor un caudal tranquilo y constante en el río.
CL se conforma también con pasar. El clima es el jugador más impredecible y también el más potente.
Nueva carta: todo cambia. Las predicciones meteorológicas indican que la borrasca se acerca, y parece una borrasca de las importantes
Sobre la mesa, una nueva carta: el escenario cambia por completo. Las predicciones meteorológicas indican que la borrasca se aproxima, y parece una borrasca de las importantes.
CL sube un poco la apuesta. TG está inquieto y acepta subir la apuesta: vaciará moderadamente el embalse. Si embalsara toda el agua que parece que ha de llegar con esta borrasca podría quedarse sin resguardo para laminar una posible avenida, es decir, para retener el agua y soltarla de forma progresiva y evitar así inundaciones aguas abajo de la presa.
RR se opone y pasa: un desembalse rápido, aunque sea pequeño, es algo que difícilmente podrán aprovechar para el regadío de sus cultivos.
Pero RH acepta la jugada, y móvil en mano da instrucciones a sus centrales:
-Turbinad, que viene un primer desembalse y no lo podremos aprovechar si no nos damos prisa –ordena a su gente.
La última carta es definitiva: los sensores de caudal del río en cabecera de cuenca empiezan a subir
La última carta es definitiva. Los sensores de nivel del río en cabecera de cuenca indican que el caudal empieza a subir con una velocidad preocupante.
RR y RH se levantan de sus sillas y abandonan la partida: la apuesta es demasiado alta, hay demasiado riesgo como para anteponer sus intereses.
Ahora TG está solo frente a CL. Siempre lo está en situaciones de emergencia. Los Representantes de los Regantes y de los Hidroeléctricos solo están presentes en las comisiones de desembalse, un par de veces al año. Pero en situación de alerta, TG los tiene presentes en su mente, cuando se enfrenta a un dilema de enorme trascendencia: la decisión que nunca le gusta tener que tomar. Si abre al máximo las compuertas del embalse, toda esa agua que se ha ido embalsando durante tantos meses se irá al mar en cuestión de horas, sin poderse aprovechar, con riesgo de quedarse sin agua para paliar una futura sequía.
Por el contrario, si ordena cerrar las compuertas, podría aumentar el nivel del embalse y disponer de agua para todo un año, o incluso dos.
Pero si la lluvia es más intensa de lo que se prevé, entonces no tendrá capacidad para aguantar todo el volumen que le viene encima, y deberá dejar que el agua sobrante pase por encima de la presa, quizá inundando los pueblos.
Esta partida no se juega en uno de los famosos torneos de Las Vegas o de Montecarlo. TG no está en un gran casino ni en un hotel glamuroso…, y ahora debe jugar a ciegas, como tantas otras veces
Esta partida no se juega en uno de los famosos torneos de Las Vegas o de Montecarlo. TG no está en un gran casino ni en un hotel glamuroso, sino en una sala de telecontrol, ordenador y teléfono en mano.
Sí, TG dispone de muchas observaciones, muy costosas, con mucha precisión, pero… ahora debe jugar a ciegas, como tantas otras veces.
¡Cuánto le gustaría que en este momento apareciera sobre la mesa una nueva carta!
Suspira y sueña con el día en que se ponga sobre la mesa una carta más, una carta de calidad, que le permita disponer de una buena mano, con modelos de predicción fiables, una carta que lo hiciera todo más fácil y seguro... un modelo digital con el que jugar sus cartas sin que tuviera consecuencias reales, algo que se pareciera tanto a la realidad como un gemelo a otro, ¿sería posible tener un gemelo digital de la cuenca?
De vuelta a casa, observa su reflejo en un escaparate y sonríe: quizá sea el peso de la responsabilidad lo que encorva su espalda. A TG, Técnico de Guardia de la Administración, solo le falta la capucha y las gafas negras para parecer un jugador de póker profesional salido de una película de cine negro.
Este relato es una ficción, fruto de la imaginación de su autor, y, de ningún modo, pretende reflejar situaciones reales pasadas, presentes o futuras.