La crisis político social que vive Venezuela en los últimos diez años no es un tema que tome por sorpresa a nadie mínimamente informado sobre la actualidad occidental del planeta, pero ¿conoce la sociedad europea la grave crisis del agua que asola al décimo país con más reservas de agua potable en el mundo?
Para encontrar el principal causante del declive de la situación en la red de abastecimiento de agua de este país tenemos que remontarnos al siglo pasado, concretamente a 1999, momento en el cual el entonces presidente del país, Hugo Chávez, inició una reestructuración de plantilla a todos los niveles en las principales empresas públicas de suministro de agua, colocando en su lugar a funcionarios afines al gobierno, dándole más valor a este aspecto que a su preparación y cualificación.
A partir de ahí, el declive en las instituciones ha sido imparable. Agravado por la situación económica del país y sostenido por una nula inversión en mantenimiento o desarrollo de estas instalaciones, la situación actual de Venezuela se resume en un país que carece de suministro de agua prácticamente a nivel nacional.
Así que, con este escenario, ¿cómo sobrevive día a día un venezolano con la escasez de agua?
La respuesta a la pregunta es variada. Debemos de movernos por las diferentes regiones del país para poder comprender el alcance de la precariedad del suministro hídrico, así como también la periodicidad de este y la cantidad y calidad del agua que se suministra. Conforme nos alejamos de la capital del país, Caracas, la situación solo hace más que empeorar. Podemos encontrar regiones que miden el plazo entre los cortes de agua en meses, y cuya forma de vida está ya tan adaptada a la escasez de agua que ya no lo sienten como un problema, sino como una realidad.
Actualmente más de la mitad de los venezolanos cuentan con un bidón de agua en sus hogares donde almacenan el líquido en los momentos en los que disponen de suministro, para luego ir usando el agua almacenada en situaciones de cotidianeidad, como ducharse, cocinar, lavar la ropa, entre otros. Otra gran parte de los ciudadanos recurre a los camiones cisterna para abastecerse y cada día llegan nuevas imágenes de personas acudiendo a manantiales o ríos para hacerse con este recurso.
A esto se le suma la calidad del agua que sale por el grifo. Los constantes cortes de suministro derivan en que las tuberías carecen de la presión necesaria para completar completamente su recorrido, lo que desemboca en que el agua que llega a los hogares sufra de problemas de calidad, color, olor, presión y cantidad. Por no hablar de la deficiente potabilización de esta.
El contexto actual de la pandemia no ha hecho más que poner en manifiesto este problema con el que lleva conviviendo el país desde hace más de dos décadas.
La ausencia de agua agrava y facilita la transmisión del virus y, en un país dónde la crisis humanitaria también asola a las instituciones médicas, no es más que otra piedra en el camino de los venezolanos.
El problema es tan grande que en mayo de 2020 un avión de la ONU con 12 toneladas de ayuda humanitaria llegó al aeropuerto de Maiquetía con el fin de ayudar a los venezolanos a combatir la pandemia. En esas 12 toneladas se incluían alrededor de 127.000 tabletas purificadoras de agua, 18 tanques de agua y 40.000 paquetes de apoyo nutricional. Una ayuda más que necesaria a la par que insuficiente para cubrir todas las necesidades de un país que cuenta con casi 30 millones de habitantes.
Otra solución a corto plazo que se dio al problema de desabastecimiento durante la pandemia fue la compra de 300 camiones cisterna al gobierno chino por parte de la gestión de Nicolás Maduro. Se calcula que al menos 100 de estos camiones se destinaron únicamente a la ciudad de Caracas, una cifra que desde luego no cumple las necesidades de una capital donde viven más de dos millones de personas.
Pero sin lugar a duda, la parte más desoladora de esta situación es la expectativa de mejora que tiene: nula. Venezuela necesita desesperadamente una inversión importante en materia de mantenimiento y reparación de sus instalaciones de suministro y potabilización de agua si quiere resolver este problema de raíz. Pero la situación política actual y la inacción que caracteriza al actual gobierno no ofrece un horizonte esperanzador para el que podría ser uno de los países más ricos de América del Sur.