El pasado viernes me realizó una entrevista la periodista Cécile Thibaud, del periódico francés Les Echos, para comentar como estaba impactando el incremento del coste de la energía en el regadío español.
Lo primero que le expliqué es que el regadío es la tecnología que tienen los países mediterráneos, en un escenario de escasez e irregularidad de las precipitaciones, para producir alimentos. Le expliqué que en 2019 compartí un post en el que predecía una extensión del regadío en altitud y latitud, y con la evolución de las olas de calor de este año, parece que vamos en esta dirección.
Le expliqué como el tope del gas no había funcionado y se habían incrementado de manera muy importante los costes energéticos asociados al regadío y como en cultivos extensivos este coste podía suponer entre un 25 y un 40% del valor de la cosecha.
Puse el símil que si en los hogares pensamos a qué hora ponemos la lavadora, en las comunidades de regantes se debe optimizar mucho más a qué hora se riega/bombea porque el consumo energético es mucho mayor. Actualmente, el coste energético tiene una fuerte variación horaria y hay que tenerlo en cuenta. La gestión del riego debe combinar los criterios agronómicos con energéticos.
A mediados de noviembre realicé el post “¿La transición ecológica tiene en cuenta el regadío y las zonas rurales?", explicando la Master Class del profesor José M. Yusta donde podéis ver esta variación.
La prensa de Lleida hoy recoge como la finalización del contrato de suministro eléctrico del regadío Algerri-Balaguer va a suponer modificar la tarifa binómica de riego. Pasando el término fijo de 40 a 50 €/ha y el término variable se podrá incrementar entre un 45% y un 85%, con una variación de 0,045 €/m3 a 0,069 €/m3 con un nuevo acuerdo o incluso alcanzando los 0,087 €/m3.
En la misma noticia se recoge como el Segarra-Garrigues está negociando el precio de la energía, que podría triplicar los 66 MWh que se está pagando actualmente, así como diferentes iniciativas para realizar bombeos solares o aprovechar el potencial de captaciones a cotas superiores.
Nos preguntamos por qué el IPC de los alimentos es uno de los más altos. Pues la pregunta es fácil, porque se ha disparado en unas proporciones no vistas el precio de la energía y otros inputs relacionados, como los fertilizantes, que con el modelo actual necesitan importantes cantidades de energía.
Este incremento de costes de la energía debe llegar a los consumidores para que todos los agentes que participan en la cadena de la producción de alimentos puedan mantener una actividad sostenible. La administración debería analizar si el incremento del precio de los alimentos si distribuye de manera uniforme en todos los eslabones de la cadena.
El problema es que para optimizar el diseño hidráulico y no tener tuberías muy grandes, el sistema de riego normalmente funciona 18 horas al día, y esto supone que en verano se deba realizar el riego en horas punta.
Una reivindicación histórica de los regantes es que estos puedan tener 2 potencias a lo largo del año, porque hay unos meses en que hay actividad y otros en los que no se realiza bombeo. Parece que ahora se están realizando las últimas gestiones para que esta posibilidad pueda llegar a las comunidades.
De manera general, muchas comunidades funcionan de abril a septiembre (6 meses), por lo que los otros 6 meses las bombas no funcionan.
A Cecile le volví a comentar el símil de las lavadoras para explicitar la diferencia entre zonas urbanas y rurales. En cada vivienda la potencia de la lavadora es constante a lo largo del año, pero en los regadíos hay 6 meses que no se necesita potencia para las bombas, y los otros 6 meses se necesitan potencias muy muy importantes, con un máximo en los meses de julio/agosto.
Por la viabilidad del regadío, las políticas sobre energía deberían tener en cuenta esta singularidad de las zonas rurales. Espero que este símil con lavadoras ayude a entender que las políticas sobre energía impactan de manera directa en los precios de los alimentos producidos.